Los funerales de un 'gay'
Pol¨¦mica y enfrentamientos en Tur¨ªn al negarse un sacerdote a un servicio religioso por un homosexual
Es dif¨ªcil que un muerto cree tanto ruido en una iglesia como Bruno Deiana, homosexual, de 54 a?os, vendedor de peri¨®dicos, tr¨¢gica y misteriosamente asesinado el s¨¢bado pasado y a quien el p¨¢rroco de su barrio, Ottavio Pizamiglio, neg¨® el funeral en la iglesia. La pol¨¦mica, que pas¨® al griter¨ªo e incluso al conato de agresi¨®n, se desat¨® a pesar de que el p¨¢rroco justific¨® que la prohibici¨®n no se deb¨ªa a que Bruno era homosexual p¨²blico y declarado, sino m¨¢s bien a que su vida no fue "ejemplar" y s¨ª, en cambio, contraria "a las ense?anzas del Evangelio".
ENVIADO ESPECIAL
Familiares, amigos, conocidos de Bruno y, los movimientos gay de la ciudad se levantaron en armas. Se enfrentaron con don Ottavio. Volaron insultos, gritos y desaf¨ªos. Despu¨¦s de mucho vocer¨ªo, la curia episcopal lleg¨® a un compromiso: dos sacerdotes ir¨ªan a bendecir a Bruno al dep¨®sito, de cad¨¢veres, donde se le practic¨® la autopsia.El caso se produjo, no en una ciudad o pueblo del profundo sur atrasado del pa¨ªs, sino en la moderna e industrial ciudad de Tur¨ªn, coraz¨®n del imperio automovil¨ªstico Fiat. El caso ha puesto en ascuas a la curia episcopal porque, adem¨¢s, la parroquia de litigio se llama Nuestra Se?ora de la Paz, y all¨ª estall¨® la guerra. La opini¨®n p¨²blica ha recordado los tiempos de don Camilo y don Pepone, los personajes de Giovanni Guareschi. Entonces la pol¨¦mica era entre un alcalde comunista y un p¨¢rroco. Hoy en Tur¨ªn es entre un p¨¢rroco y los gays. A la ceremonia, en el dep¨®sito de cad¨¢veres, asisti¨® un pu?ado de personas. Los sacerdotes enviados por el arzobispo bendijeron al difunto: "Esc¨²chanos, Se?or, te pedimos por el alma de Bruno, honrado y trabajador. Ac¨®gelo en tu eterno descanso. S¨®lo Dios nos puede juzgar por nuestras debilidades terrenas". El coche f¨²nebre se dirigi¨® hacia el cementerio. El ata¨²d estaba cubierto con un coj¨ªn de rosas rojas y gladiolos blancos. Firmado: "Tus amigos".
Bendici¨®n
Estaba prevista una parada ante el quiosco donde Bruno vend¨ªa peri¨®dicos. Lo esperaban all¨ª grupos de amigos y curiosos. En aquel lugar las 200 personas que se hab¨ªan congregado cambiaron de idea. Abrieron el coche f¨²nebre. Cuatro hombres tomaron a hombros el ata¨²d y se dirigieron todos hacia la parroquia de Bruno, Nuestra Se?ora de la Paz, con ganas de pelea. Los guardias urbanos tuvieron que desviar el tr¨¢fico. Llegados a la parroquia, la gente empez¨® a gritar: "Es una verg¨¹enza, don Ottavio tiene que bendecir a Bruno antes de que lo enterremos". Y sin m¨¢s aviso, la gente, precedida por el ata¨²d llevado a hombros, entr¨®, a empujones en la iglesia.El grupo m¨¢s decidido penetr¨® en la sacrist¨ªa, donde el p¨¢rroco, que cre¨ªa que ya se hab¨ªa acabado la historia del gay asesinado, estaba en mangas de camisa hablando con dos feligreses. Volvi¨® a estallar la guerra. Se apoderaron del p¨¢rroco por la fuerza, lo insultaron. Se escap¨® hasta una bofetada y una blasfemia. Don Ottavio no se defendi¨®, pero tampoco se movi¨®. En este punto lo tomaron por la camisa y lo arrastraron hasta el altar dici¨¦ndole: "Hemos tra¨ªdo aqu¨ª a Bruno y tienes que bendecirlo".
Sudando, con la camisa medio salida de los pantalones, desencajado, el p¨¢rroco empieza a rezar con voz temblorosa un "Padre nuestro que est¨¢s en los cielos...". La gente se calma. Sigue don Ottavio: "Estamos aqu¨ª ante Dios, el ¨²nico que nos puede juzgar y condenar...". Una mujer grit¨®: "?l es el ¨²nico que no se averg¨¹enza".
Desconcierto moral
La gente, ya aplacada por los rezos, volvi¨® a cargar con el ata¨²d de Bruno y se dirigi¨® hacia el camposanto, donde por tercera vez el cad¨¢ver fue ' bendecido por el capell¨¢n del cementerio. Y as¨ª, el pobre vendedor de peri¨®dicos a quien su p¨¢rroco hab¨ªa negado los funerales religiosos acab¨® m¨¢s bendecido que ning¨²n otro difunto cristiano. Ya de nuevo en la sacrist¨ªa, don Ottavio se desahog¨® con sus feligreses amigos: "No ha sido justo lo que han hecho conmigo, pero ha servido para reconciliarnos. En el fondo, ¨¦sta es gente de mi parroquia, gente de la que soy responsable, y a la que debo ayudar para buscar los verdaderos valores morales".La curia episcopal escribi¨® ayer a los peri¨®dicos para justificar la prohibici¨®n de los funerales religiosos a Bruno, y amonestaba: "La Iglesia continuar¨¢ predicando los mandamientos de Dios en medio del desconcierto moral de esta sociedad".
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