P¨®lvora y sangre disipan los t¨ªmidos intentos de reconciliacion en L¨ªbano
JAVIER VALENZUELA, Los beirut¨ªes reaccionan ante el estallido de un coche bomba como los madrile?os ante un sangriento accidente automovil¨ªstico en la M-30. Comentan la noticia un par de minutos, y si entre las v¨ªctimas no hay familiares o amigos pasan pronto a hablar de cosas m¨¢s serias, como la ca¨ªda de la fibra libanesa ante el d¨®lar o el raro comportamiento clim¨¢tico de esta primavera. As¨ª fue ayer. Por en¨¦sima vez en este a?o, una carga de trinitrotolueno (TNT), de 75 kilos, revent¨® el coche que la ocultaba y sembr¨® la muerte y la destrucci¨®n en un barrio cristiano.
El Fil es un municipio pr¨®ximo a Beirut Este cuyo nombre en castellano quiere decir diente del elefante. La loter¨ªa del terror alcanz¨® ayer a esa poblaci¨®n a las 7.50 y caus¨® nueve muertos y 80 heridos. Cuando el coche bomba estall¨®, los beirut¨ªes estaban exhaustos tras 30 horas de feroces duelos artilleros, entre cristianos y musulmanes.La semana hab¨ªa. empezado bien. El presidente sirio, Hafez el Asad, hab¨ªa reiterado a The Washington Post su disposici¨®n a enmendar el acuerdo tripartito de Damasco, firmado a finales del pasado a?o, si sus destinatarios, los libaneses, lo consideraban necesario. El l¨ªder sirio prosegu¨ªa su campa?a de simpat¨ªa emprendida desde que Washington y Tel Aviv le situaron en el punto de mira de eventuales represalias antiterroristas. En Beirut se rumoreaba incluso que Siria lograr¨ªa liberar a los rehenes franceses en poder de integristas libaneses proiran¨ªes, como consecuencia de la apertura del Gobierno de Jacques Chirac hacia Damasco y Teher¨¢n.
Todo iba m¨¢s o menos bien. El jueves, el nuevo patriarca maronita, Nasralah Sfeir, deb¨ªa atravesar la l¨ªnea verde que corta Beirut para encontrarse por primera vez con el mufti musulm¨¢n de la Rep¨²blica, Hasan Jaled. Un peque?o signo de distensi¨®n que en un pa¨ªs tan crispado y tan cargado de confesionalismo religioso equival¨ªa a una cumbre Reagan-Gorbachov.
Cierto es que el martes el vicepresidente de la Asamblea francesa, Jean Fran?ois Deniau, y el embajador de ese pa¨ªs en L¨ªbano hab¨ªan estado a punto de perecer cuando alguien dispar¨® contra el helic¨®ptero en el que viajaban.
Pero los t¨ªmidos gestos de reconciliaci¨®n se vinieron abajo en la tarde del mi¨¦rcoles, al empezar a caer obuses, cohetes y granadas sobre todos y cada uno de los barrios beirut¨ªes, los cristianos y los musulmanes. Cada uno dice que el otro empez¨® primero. Resultado, seg¨²n la Prensa beirut¨ª: unos 40 muertos y 120 heridos. Para los supervivientes, el fastidio de una nueva velada en blanco, intentando pegar ojo en colchones arrojados en s¨®tanos y plantas bajas. Los ¨²nicos felices, los escolares, que se libaron de las clases del jueves por la ma?ana. Y, por supuesto, no hubo encuentro entre el patriarca maronita y el mufti musulm¨¢n. Los comentaristas pol¨ªticos de uno y otro bando dicen que el objetivo de los que abrieron fuego era ¨¦se: que las espadas siguieran en alto.
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