Madres
Detr¨¢s de los ni?os desnutridos y desde?ados siempre hay una madre. Los casos aparecen en la prensa con progresi¨®n geom¨¦trica, cada vez m¨¢s frecuentes, m¨¢s horribles. Beb¨¦s rotos a golpes y abandonos, criaturas espectrales que lo ¨²nico que conocen del vivir es la tortura. V¨ªctimas mudas incapaces de explicar lo sucedido y cuyo sufrimiento s¨®lo se adivina, como un v¨¦rtigo, a trav¨¦s de las huellas del tormento o del vago testimonio de un vecino: meses de llantos desolados, gemidos que horadan las paredes, ruidos de golpes. Y ni?os descarnados, de cabezas inmensas, devorados por la soledad y los piojos, con la piel ro¨ªda por met¨®dicas llagas, por la brasa de un cigarro y por la infamia. Esa piel que hubiera debido ser de nata y oler a polvos de talco y caramelo. Resulta aterrador que en cuerpos tan breves pueda caber tama?o infierno.Pues bien, detr¨¢s de todo esto est¨¢ siempre una madre. Es de las madres de quienes hablan acusadoramente los peri¨®dicos; es a las madres a quienes la polic¨ªa busca y detiene; son las madres quienes se han hecho cargo de la vida y suplicio de sus ni?os. Es a ellas, en fin, a quienes pedimos cuentas del espanto. La sociedad sufre un espasmo de conciencia ante estos casos: nos brincan las entra?as brevemente. Pero despu¨¦s condenamos a la madre y olvidamos. Olvidamos que la atrocidad y la miseria empieza en ellas. Que todas arrastran tras de s¨ª m¨²ltiples hijos que los diversos padres se han sacudido de encima sin problemas. Y que muchas de ellas, al ser descubiertas, han llorado y clamado por sus cr¨ªos: as¨ª de hondo es el imperativo social que les obliga a ser por siempre madres, as¨ª de patol¨®gico y terrible es su destino.
No intento justificar sus actos: intento comprender lo que sucede. Desentra?ar en qu¨¦ podrida ra¨ªz de lo que somos se alimenta esta trastienda infanticida. Aqu¨ª estamos, castigando el aborto y hablando de la anticoncepci¨®n entre susurros, instalados en una sociedad paridora e hip¨®critamente ultracat¨®lica, en un mundo sexista y cruel que hace de la maternidad un desatino. Aqu¨ª estamos, en fin, crucificando ni?os.
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