Descubrimiento de Ana Laguna
Pocas creaciones en el campo de la danza de los ¨²ltimos 10 a?os merecen la categor¨ªa de geniales. La Giselle de Mats Ek es una de ellas, pues su versi¨®n es consecuente hasta el final con determinados criterios y patrones de comportamiento esc¨¦nico. Esta Giselle merece sin duda un ensayo donde se pudiera establecer el resultado del lenguaje paralelo que logra Ek entre el cl¨¢sico conocido y lo nunca visto.La Giselle del Cullberg es ante todo un ejercicio erudito. El ballet cl¨¢sico puede ser un acto de evocaci¨®n, algo l¨ªcito en cuanto a apreciaci¨®n, pero peligroso si atendemos a la necesidad de una renovaci¨®n inevitable. Mats Ek, inteligentemente, no ha alterado el eje argumental ni el desarrollo de la trama, se limit¨® a cambiar el ambiente y algunos detalles; quiz¨¢ el m¨¢s significativo es que Giselle no muere, sino que enloquece, abandona el mundo de la raz¨®n en lugar del de los vivos. Para Ek la locura es una forma de la muerte, y la reflexi¨®n ante ella provoca una conversi¨®n del supuesto culpable hacia el amor. El para¨ªso nocturnal de las willis es sustituido por ese otro mundo aparte y aislado: el sanatorio. Aqu¨ª Giselle sirve de bisagra entre los techos y su proyecci¨®n fant¨¢stica en el universo del loco. Giselle / Ana no comprende la traici¨®n, es golpeada por la deslealtad y doblemente abatida.
Ballet Cullberg
Giselle. Coreograf¨ªa: Mats Ek. M¨²sica: Adolphe Adan. Int¨¦rpretes: Ana Laguna, Luc Bouy, Ivan Anzely, Lena Weimergren.Teatro Principal. Valencia, 23 de mayo.
La personificaci¨®n de tal tragedia en una chica fronteriza (o de capacidad mental disminuida) da un brochazo de patetismo ante el que nadie puede mantenerse indeferente, aunque no hay nada lacrimoso, sino todo lo contrario.
Al final del primer acto est¨¢ la escena de la locura, pero Giselle acaba d¨¢ndose golpes en la cabeza; de ah¨ª en adelante se expresar¨¢ en una esencia de lenguaje que hace pensar en Foucault, lanzando los signos de su incomprensi¨®n sin siquiera la esperanza de obtener respuesta (el metalenguaje de la locura sabe que no ser¨¢ aceptado).
En el primer acto, Ek respeta m¨¢s que en el segundo las partes asignadas a cada personaje (entradas, variaciones y pas de deux), aunque en la segunda parte tambi¨¦n esto se produce minoritariamente.
Tanto Birgit Cullberg como su hijo Mats Ek estuvieron muy cerca de Martha Graham, y, consecuentemente, dentro de su esfera de influencia. A trav¨¦s de la excelente preparaci¨®n f¨ªsica de todos los bailarines puede encontrarse en la coreograf¨ªa una fuerte presencia del m¨¦todo Graham m¨¢s que del estilo. Ek se sirve de la t¨¦cnica de Graham, que, por otra parte, Ana Laguna, de formaci¨®n cl¨¢sica, ha sabido asimilar estupendamente; aparecen contracciones, el uso d¨²ctil de la espalda y la cintura axial, brazos sueltos y amplias flexiones abiertas que se erigen en cord¨®n umbilical estil¨ªstico.
Ana Laguna es una gran estrella discreta. Su sencillez y la seriedad con que aborda la danza es ejemplar. Muchos j¨®venes espa?oles que aspiran a ser bailarines profesionales deb¨ªan ver su manera de trabajar, la entrega total al baile que ella despliega. Est¨¢ empezando a madurar, tiene ahora 30 a?os y est¨¢ plena de facultades t¨¦cnicas. Sus pies son perfectos, el salto brillante y resuelto, su riqueza expresiva plagada de detalles sutiles hasta inspirar una gran ternura.
Si Arnold Haskell sentenci¨® el magisterio de Alicia Alonso en la versi¨®n rom¨¢ntica diciendo simplemente: "¨¦sta es la que so?¨® Gaultier: Giselle eres t¨²", hoy se puede decir con toda seguridad: "Ana, t¨² tambi¨¦n eres Giselle, nuestra Giselle".
Babelia
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