Los peligros de una memoria corta
Mis conversaciones en las ¨²ltimas semanas con comerciantes, taxistas, colegas universitarios, funcionarios municipales y amigos personales me han dejado la sensaci¨®n de que existe una frustraci¨®n pol¨ªtica casi universal en tire los espa?oles. Los situados en la derecha acusan al Gobierno de crear tantos nuevos cargos pol¨ªticos y ejercer un control tan grande de los medios de comunicaci¨®n que "tenemos socialistas para mucho rato". Los situados en la izquierda, est¨¢n amargamente desilusionados por el desempleo todav¨ªa en aumento, la reconversi¨®n econ¨®mica hecha, seg¨²n se dice, a expensas de la clase trabajadora, y el total cambio de actitud en relaci¨®n con la OTAN. Intelectuales de modos de pensar diversos describen el felipismo como una especie de nuevo franquismo, y al PSOE, como un hermano menor del de sacreditado PRI mexicano. Marxistas exasperados, que hab¨ªan portado la bandera de unos cambios econ¨®micos y sociales m¨¢s profundos que los que se han producido, se refieren al presidente del Gobierno como un "peque?o Mussolini". Personalmente, yo estoy en desacuerdo con varias de las l¨ªneas pol¨ªticas del PSOE, en especial con la entusiasta adhesi¨®n a la OTAN y con la panacea de la tecnolog¨ªa de punta como soluci¨®n para los problemas econ¨®micos de Espa?a. Pero a m¨ª me parece que esas expresiones de condena general, y la creencia de que los Gobiernos de la pasada d¨¦cada s¨®lo han realizado cambios meramente cosm¨¦ticos en la herencia franquista, refleja una peligrosa memoria corta. En septiembre de 1975, uno de los ¨²ltimos actos del moribundo dictador fue la confirmaci¨®n de cinco sentencias de muerte contra presuntos terroristas vascos. Nueve meses m¨¢s tarde, un joven Rey sin experiencia, que deb¨ªa su trono al general Franco y que hab¨ªa recibido, atada y bien atada, la herencia de la dictadura en la forma del Gobierno de Arias Navarro, inici¨® la transici¨®n democr¨¢tica. Ni en noviembre de 1975, cuando muri¨® el general Franco, ni en junio de 1976, cuando el Rey nombr¨® presidente del Gobierno a Adolfo Su¨¢rez, ning¨²n espa?ol, de derecha, de centro o de izquierda, hubiera sido capaz de predecir que 10 a?os despu¨¦s Espa?a ser¨ªa una democracia parlamentaria estable. En los a?os 1976-1982, Espa?a lleg¨® a acostumbrarse nuevamente a la libertad de prensa y de organizaci¨®n pol¨ªtica, a las elecciones libres con los votos honestamente escrutados, a negociar los convenios salariales y sobre las condiciones de trabajo, a ver incrementarse la iniciativa y el inter¨¦s social por parte de los Gobiernos municipales y a los inicios de un Estado de las autonom¨ªas, no s¨®lo paria las nacionalidades hist¨®ricas -catalanes, vascos y gallegos-, sino tambi¨¦n para las regiones castellano-hablantes, que en el pasado depend¨ªan enteramente de Madrid y que ahora han recibido una potestad constitucional sobre numerosos asuntos sociales y culturales de su vida regional. De estos ¨²ltimos a?os puede decirse con la misma certeza que el precio de tales cambios pol¨ªticos de signo progresista ha sido dejar intacto el heredado control franquista de los bancos y las industrias; el poder corporativo de los funcionarios, los jueces, los m¨¦dicos, y los h¨¢bitos represivos de la polic¨ªa.En los tres a?os y medio de Gobierno socialista se han comenzado una multitud de importantes cambios estructurales para complementar la realizaci¨®n de la democracia pol¨ªtica. Una dolorosa pero necesaria reconversi¨®n econ¨®mica ha reducido en gran medida la ineficiente producci¨®n y los m¨¦todos de marketing de las industrias nalizadas, cuyos enormes d¨¦ficit han tenido que pagar los contribuyentes espa?oles. La LODE ha comenzado a aumentar las oportunidades educativas de los ni?os espa?oles, al cambiar la expansi¨®n del sector de la escuela p¨²blica con la subvenci¨®n continuada de las escuelas administradas por la Iglesia, y al insistir en el papel de los padres y los escolares en la administraci¨®n de todas las escuelas. Las reformas estructurales llevadas a cabo en las Fuerzas Armadas est¨¢n reduciendo el excesivo n¨²mero de oficiales, mejorando la preparaci¨®n y el equipamiento de todos los ej¨¦rcitos y aminorando el papel de los tribunales militares en los casos relacionados con personas civiles. Los cambios en el sistema de pensiones, muy protestados en su momento, han eliminado de hecho numerosas reclamaciones fraudulentas y mejorado las pensiones de los jubilados actuales y futuros. Las informaciones publicadas en la Prensa est¨¢n llevando a la supresi¨®n de las tasas ?legales cobradas habitualmente por los funcionarios de los tribunales. Han llevado tambi¨¦n a la reprensi¨®n o al castigo directo de los polic¨ªas acusados de violencia contra los ciudadanos. Estos cambios recientes en el comportamiento judicial y policial tratan m¨¢s los s¨ªntomas que los problemas fundamentales. No existen sustitutos para los cambios estructurales, profundos, como los que todav¨ªa no se han realizado. Pero son mejoras modestas que ser¨ªan inconcebibles si Espa?a a¨²n estuviera regida por la censura y las costumbres franquistas.
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Los peligros de una memoria corta
Viene de la p¨¢gina 13Considerando los verdaderos progresos sustanciales de Espa?a desde la muerte del dictador, progresos atribuibles a los Gobiernos tanto de Adolfo Su¨¢rez como de Felipe Gonz¨¢lez, encuentro desconcertante escuchar una proporci¨®n tan alta de comentarios negativos. Dejando a un lado las etiquetas partidarias y las plataformas te¨®ricas de los partidos, tanto Adolfo Su¨¢rez como Felipe Gonz¨¢lez han gobernado como posibilistas inteligentes y decentes. Reconozco de buena gana que tal afirmaci¨®n no suscitar¨¢ lo que en los discursos publicados de Joseph Stalin sol¨ªa denominarse "aplausos tempestuosos". Posiblemente el pragmatismo, el centrismo ecl¨¦ctico de, los dos importantes Gobiernos de despu¨¦s de Franco han resultado un poco aburridos. La derecha est¨¢ frustrada por la pl¨¢cida demolici¨®n de la estructura del poder franquista, por la ausencia de ret¨®rica sobre la familia y la religi¨®n, por el hecho desconcertante de que j¨®venes civiles de mentalidad democr¨¢tica puedan realmente gobernar a Espa?a porque su derecho hist¨®rico al liderazgo de la sociedad sencillamente no sea reconocido. La izquierda se siente traicionada por la ausencia de una revoluci¨®n en las relaciones de propiedad; disgustada por el olvido de los veteranos y ancianos militares de la Rep¨²blica y de los recientes oficiales democr¨¢ticos; indignada ante los cambios en pol¨ªtica exterior y tambi¨¦n ante el descuido de los problemas ecol¨®gicos. Millones de espa?oles menos encuadrados se sienten defraudados por el hecho de que 40 a?os de esperanzas acumuladas, reprimidas, no se hayan visto completamente cumplidas; de que s¨®lo haya habido algunas modestas mejoras en el uso de los ingresos por impuestos, en los hospitales, las escuelas, los tribunales, los salarios y las pensiones. Pero ser¨ªa de lo m¨¢s desafortunado el que los ciudadanos en general infravaloraran las diferencias entre 1976 y 1986, y menospreciaran el posibilismo democr¨¢tico mostrado por los Gobierno tanto de Su¨¢rez como de Gonz¨¢lez, un tipo de comportamiento absolutamente necesario (aunque de ninguna manera suficiente) para el funcionamiento a largo plazo de una democracia compleja.
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