Un brote m¨¢s de la vieja tensi¨®n eclesial
Para la amplia opini¨®n del diario, el caso apenas puede resultar interesante. Sin embargo, opino que hace centro, no s¨®lo en l¨ªnea religiosa, sino pol¨ªtica, en el correr de la historia. Y para plantearlo de primeras, antes de revolverlo brevemente, vaya su formulaci¨®n: ?para qu¨¦ vino Jes¨²s, el llamado Cristo, primordialmente al mundo, para cambiarlo a ¨¦l o para cambiar al hombre en v¨ªas a su salvaci¨®n?, ?qu¨¦ ponemos en cabeza, hacer un mundo nuevo anunciando el reino o cambiar al hombre viejo para que ¨¦ste a su vez labore por el dicho mundo desde ¨¦ste?Dicho as¨ª, la alternativa no pasa de tema teol¨®gico y hasta balad¨ª, de una cosa de curas que no cuadra en un diario. Disiento y juzgo que se trata de cosa de entra?as hist¨®ricas, aqu¨ª por Occidente. Y vaya de otro modo: ?la marcha de la Iglesia en sus 20 siglos incluy¨® una desviaci¨®n que hab¨ªa de influir en todo o no?
En nuestros d¨ªas se ha dado un brote m¨¢s de la vieja tensi¨®n. Por tanto, reflexionamos sobre algo actual, propio de la informaci¨®n. La Acci¨®n Cat¨®lica italiana -Arias nos lo ha dicho en EL PA?S-, en su sexta asamblea, se ha enfrentado con normas vaticanas, con las propias ense?anzas del Papa actual. Monticone, presidente de dicha Acci¨®n Cat¨®lica, ha defendido, y con ¨¦l la gran mayor¨ªa, lo que se ha quedado en llamar la l¨ªnea montiniana, apelando a Pablo VI, mientras el cardenal Poletti y antes el mismo Juan Pablo II proclamaban, ense?aban lo suyo y, por tanto, advert¨ªan de desv¨ªo a la otra l¨ªnea eclesial, la que muchos definimos como la adecuada a nuestros d¨ªas.
Pablo VI hab¨ªa dicho: "Acci¨®n s¨ª, pero con dulzura; paciencia en el ofrecimiento de la vida personal; confianza en la verdad, tanta como para tener paciencia conel error, y fe en la potencia del esp¨ªritu, tanta como para, eliminarla actitud de conquista y triunfalismo". Y porque Monticone lo record¨® as¨ª se le acus¨® de opci¨®n religiosa, de la vuelta al cristiano de sacrist¨ªa, de inactividad, de haber distanciado al cristianismo de la realidad social y pol¨ªtica, de no haber seguido al papa Juan Pablo II en su lucha contra la secularizaci¨®n.
Y, efectivamente, el Papa hab¨ªa avisado -acaba de avisar-a los montinianos porque, seg¨²n ¨¦l, "solamente trabajando en forma org¨¢nica y comunitaria se podr¨¢ realizar una presencia visible del cristianismo en la sociedad para marcar sus orientaciones globales y contribuir a transmitir la riqueza del mensaje evang¨¦lico expresando su vitalidad como fuerza social". Adem¨¢s, "la, Acci¨®n Cat¨®lica debe evitar formas de di¨¢logo incompatibles con la fe cristiana... Es necesario trabajar como organizaci¨®n y reforzar tal ¨ªndole a trav¨¦s de una presencia valiente".
Ya bien conoc¨ªamos la trayectoria decidida de Wojtyla, empe?ado como parece en lo que dec¨ªamos cambiar este mundo como tarea de la Iglesia, enfrent¨¢ndose con el llamado intimismo religioso. El ¨¢nimo y apoyo a obras abiertas y lanzadas, como el Opus Dei y Comuni¨®n y Liberaci¨®n, en tantos de sus valientes y decididos discursos, homil¨ªas, enc¨ªclicas, me confirman a m¨ª, sobre el empe?o pontificio puesto al d¨ªa por ¨¦l, en insistir por la v¨ªa de dicho cambio, que incluye hasta la intromisi¨®n, volviendo hacia aquella cristiandad de anta?o, cuando la Iglesia centraba la marcha de este mundo, y como olvidando que la tarea de componer y dirigir ¨¦ste es cosa del hombre sin m¨¢s, potenciado sin duda por su fe, pero no sustituido por la direcci¨®n eclesial. Tensi¨®n, no oposici¨®n, entre cristiandad y cristianismo; efectivamente, lo de siempre, y con la peculiaridad de que para ponerse al d¨ªa vemos surgir por ah¨ª la cristiandad llamada de izquierdas, porque partiendo, ?por fin!, de la presencia de los pobres y de la primac¨ªa de la justicia se pretende no menos cambiar el mundo, pero desde el otro lado. (De las dos cristiandades escrib¨ª hace meses en EL PA?S, apunt¨¢ndome un fracaso m¨¢s.)
Resumiendo y concluyendo: Jes¨²s predic¨® el mensaje del misterioso reino que ven¨ªa, y pidi¨®
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Un brote m¨¢s de la vieja tensi¨®n eclesial,
Viene de la p¨¢gina 13que crey¨¦semos en ¨¦l y le sigui¨¦semos desde aquella mesa donde part¨ªa y parte el pan para todos y pasa la copa, fortaleciendo al hombre para que ¨¦ste lo sea en tal grado que entre sus diversos quehaceres haga ¨¦l ante todo pol¨ªtica, es decir, la polis en la que todos los hombres tienden a abrazarse y no se peleen m¨¢s. Lo m¨¢s probable es que nunca consigan tal finalidad, pero lo m¨¢s cierto y seguro es que deban intentarlo, cada cual por el camino que juzgue m¨¢s eficaz.
Soy consciente de que de nuevo no me he expresado bien sobre lo que juzgo lo m¨¢s importante en la vida humana: que el hombre trabaje en libertad y responsabilidad siempre en busca de una sociedad menos injusta, y si adem¨¢s es cristiano, que no confunda la que llamar¨ªamos tarea de Ad¨¢n, anterior en tiempo a toda fe, con el seguimiento a Jes¨²s seg¨²n lo que hemos llamado l¨ªnea montiniana, haciendo cristianismo, en v¨ªas a lo definitivo, y no cristiandad, tarea hist¨®rica, pero equivocada. El caso de la Acci¨®n Cat¨®lica italiana y su enfrentamiento, dentro de la sumisi¨®n, creo que debe volver a alertarnos a nosotros, hispanos, campeones fatales en esto de tejer cristiandades, humanismo cristiano, comunidades de base comprometidas en lo pol¨ªtico, etc¨¦tera.
La tensi¨®n acusada continuar¨¢, sin duda; no se puede ser optimista en algo tan antiguo como no f¨¢cil de distinguir en casos concretos. Pero hay un pesimismo hist¨®rico que casa bien con la esperanza cristiana. Monticone, un mal y comprometido cura espa?ol est¨¢ con vosotros.
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