Juicio a un juez de reyes: Leon Krier
En el n¨²mero de EL PA?S del domingo 11 de mayo. de 1986 se public¨® un art¨ªculo titulado Lecciones reales, del arquitecto Leon Krier. Har¨ªamos mejor llam¨¢ndole cr¨ªtico de arquitectura, ya que este elegante luxemburgu¨¦s, que ejerce como profesor en el AA. de Bedford Square, en Londres, no ha construido un solo edificio, a pesar de ser ya talludito. Me temoporque he visto los dibujos que, por fin, va a hacer algo de madera en la nueva ciudad de Sea Side, North Florida, fundada por Robert Davis en 1981. Tambi¨¦n hay que avisar que es hermano de Rob Krier -¨¦ste, s¨ª, arquitecto practicante-, habitualmente invitado por la progresia, de modo incomprensible, a desarrollar su primario vocabulario arquitect¨®nico en programas municipales, cuyo riesgo promotor carga sobre los hombros de los contribuyentes -ve¨¢nse sus bloques de viviendas recientes en Berl¨ªn- Hay revistas especializadas de arquitectura, en el mundo saj¨®n, de las que se disfruta extraordinariamente leyendo -m¨¢s que viendo- agudos ensayos cr¨ªticos. En ellos brilla la capacidad anal¨ªtica que, indiscutiblemente, distingue a sus autores de los que, salvo excepciones, escriben de lo mismo por aqu¨ª. En Architectural Review, por ejemplo, encontramos a Krier, el nuestro, el que ocup¨® la p¨¢gina principal del peri¨®dico m¨¢s le¨ªdo de Espa?a. Suele interesarse por temas que, como Villa Adriana o las casas de Plinio en el marco romano, tienen un marcado acento historicista. Uno, que recuerda con deleite los paseos por el bell¨ªsimo complejo palacial que levant¨® el emperador anticuario junto a Roma, paladea, al tiempo, su sabor nost¨¢lgico, casi enfermizo, tan claramente coincidente con alg¨²n movimiento esc¨¦ptico arquitect¨®nico de los que nos rodean.
As¨ª que no me extra?a que Krier, a quien doy por presentado con lo dicho, empezase su art¨ªculo descalificando a nuestro Rey, m¨¢s vitalista que nost¨¢lgico. Le considera culpable por haber inaugurado el Pabell¨®n Barcelona, reconstrucci¨®n del que se erigi¨® en la Ciudad Condal con motivo de la exposici¨®n del a?o 1929, firmado por el arquitecto alem¨¢n -despu¨¦s se hizo americano- Mies van der Rohe.
Para conocimiento de profanos, procede decir que el mencionado pabell¨®n es al movimiento moderno lo que Santa Mar¨ªa de Melque a la arquitectura moz¨¢rabe, San Miguel de Lillo al prerrom¨¢nico, San Pedro de Roda al rom¨¢nico y el castillo de la Galiana a la arquitectura ¨¢rabe en Espa?a. No sigo. Pero si he elegido, por su dimensi¨®n y circunstancia, obras muy determinadas que nos den idea de la trascendencia del pabell¨®n en cuesti¨®n y de lo concreto de su nombre y emplazamiento dentro del reino de nuestra Corona.
Pero no para ah¨ª la cosa: a rengl¨®n seguido compara la actuaci¨®n de nuestro monarca con la del pr¨ªncipe Charles cuando, en acto p¨²blico muy comentado, despreci¨® el proyecto ganador del concurso que convoc¨® la National Gallery para ampliar sus instalaciones junto a Trafalgar Siquare. El futuro rey de los ingleses (S. D. Q) se mostr¨® contrario a, la arquitectura moderna, que en aquel proyecto ten¨ªa parentesco con la del famoso arquitecto alem¨¢n, hoy ya cl¨¢sico en la historia, autor de nuestra joya catalana. De ah¨ª en adelante, Leon, a la espera, quiz¨¢, de que su rey le arme caballero, se erige en despiadado juez de la arquitectura moderna, la que ha hecho posible el paso de la vida interior de los a?os treinta -residencial, institucional, industrial y comercial, tanto rural como urbana-, a la del d¨ªa de hoy. Arquitectura que ha albergado -en los pa¨ªses ¨®ccidentales en los que la inmigraci¨®n a la ciudad ha sido espectacular- al 60% de la poblaci¨®n; que ha visto pasar el n¨²mero de ciudades millonarias de 20 a m¨¢s de 130; que ha tenido que operar con urgencia que, en l¨®gica consecuencia, la han hecho errar mucho; pero que, junto a errores, ha logrado joyas ya cl¨¢sicas en el patrimonio art¨ªstico universal, que, para sujetarnos a las del autor criticado, tienen el Seagram Building o el Museo de Pintura de Berl¨ªn como orgullo y a Park Avenue, escenario de la primera en Manhattan, como una de las
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calles m¨¢s sugestivas del universo. Nada m¨¢s lejano al concepto de marco urbano deteriorado que L. Krier considera inevitable junto a la arquitectura moderna que, dentro de barrios se?aladamente hist¨®ricos, ha logrado tambi¨¦n ¨¦xitos incontestables. El Castel Vechio de Scarpa, en Verona, es una refinada simbiosis entre arquitecturas eternas, antigua y actual, ejemplo universal; el edificio mixto de residencias y oficinas de los Pasarelli en Roma; la portada de cristal de Berkeley Square, en Londres; las oficinas de la calle Matignon de Mazuconi, en Par¨ªs; la Embajada de Suecia de Blanco Soler; el Banco Pastor de Molez¨²n y Corrales, en Madrid, por citar unas pocas, son incrustaciones memorables en las que se persigui¨® con ¨¦xito la armon¨ªa por contraste en vez de utilizar el concepto complementario, tambi¨¦n respetable, de pretender la armon¨ªa por repetici¨®n.
Krier enfrenta de modo radical e irreconciliable a sistemas que. no s¨®lo han convivido, sino que se han hecho mutuamente necesarios. En el entretanto se deja en el tintero el contarnos que el descalificado proyecto de ampliaci¨®n de la National Gallery ha sido sustituido por el que va a levantar Venturi, si Dios no lo remedia Arquitecto americano (es decir, tampoco ingl¨¦s), conocido tanto por el talento de sus escritos como por la incompetencia de sus obras, y que parece gozar de una capacidad persuasoria suficiente como para enga?ar a algunos ingleses. Uno tiene que recordar que en un Volswagen se va m¨¢s barato, m¨¢s deprisa y con menos ruidos de carrocer¨ªa que en un R. R. para darse cuenta de lo que est¨¢ pasando en algunos barrios de las islas. Afortunadamente, no en todos: la mayor¨ªa de los ingleses deben pensar de estos personajes lo mismo que los bilba¨ªnos cuando oyen a los maquetos poniendo acento vasco para hacerse perdonar el grave error de no haber nacido en aquella h¨²meda y verde tierra.
Hace unos d¨ªas o¨ªa a un importante arquitecto ingl¨¦s, representante de su pa¨ªs en el consejo del MOMA -quiz¨¢ el organismo muse¨ªstico m¨¢s despierto del mundo-, quejarse de laprof¨¢naci¨®n Venturi junto a la columna de Nelson. "Hay", me dec¨ªa, .muchos proyectos no construidos de I?igo Jones que servir¨ªan a la perfecci¨®n su cometido". Pero no, Venturi puede que siga adelante, con un proyecto cuya filosof¨ªa es, como la de tantos americanos de primera generaci¨®n, hija de la a?oranza de la vieja Europa, cuyos aires olfatean en un raudo viaje universitario. Despu¨¦s hacen su s¨ªntesis y producen una caricatura pontificadora y dogm¨¢tica que es comprada, aunque parezca imposible, por algunos europeos. Uno no se lo quiere creer pero ah¨ª tienen ustedes a los imitadores de Graves -¨¦ste al menos tiene salero- cuando ¨¦l, ya maestro, va apuntando a metas m¨¢s altas. Lo que parece grave es que sean los europeos seleccionadores -los considerados expertos- los que inviten a aquellos desaventajados disc¨ªpulos y, por el contrario, desaprueben -como lo hace Krier- todo movimiento moderno y positivo que sea extensi¨®n ampliadora del que, nacido en los a?os veinte, sigue viv¨ªsimo en nuestros d¨ªas. Contraste considerable con lo que ocurre en la Empresa de vanguardia americana que llama para realizar sus proyectos significativos industriales a Foster y Rogers -m¨¢ximos representantes de la high tech-inglesa-, aunque tambi¨¦n cometa desafueros como la nueva sede de Lloyd's en la vieja City, o a Piano, su paralelo italiano. No olvidan los hacedores del ma?ana que los mencionados m¨¢s arriba han dise?ado arquitecturas emocionantes, para trabajar dentro de ellas y sembrar un futuro ilusionador que nos haga vivir persiguiendo la diana con esperanza. Bien describ¨ªa Pinillos, en tercera de Abc reciente, el est¨¦ril escepticismo que se percibe en el Postmodernismo y de modo a¨²n m¨¢s dram¨¢tico Burges, en EL PA?S del domingo, la desidia de su fofa Inglaterra, la que no sue?a, la que est¨¢ de vuelta sin haber ido.
Krier acaba su impertinente invasi¨®n de nuestra intimidad deseando el mayor ¨¦xito al Pueblo Espa?ol de Montjuich -Pastiche escenogr¨¢fico sin m¨¢s pretensi¨®n que encerrar en una p¨ªldora folcl¨®rica nuestra arquitectura tradicional- e insultando la "usurpaci¨®n. del suelo" cometida por el Pabell¨®n Barcelona. Pabell¨®n que ha dejado constancia respaldada por nuestro Rey de su virtud como primera piedra de un per¨ªodo arquitect¨®nico, cuyo motor intentaba crear lo nuevo sobre lo aut¨¦ntico. Algo tan necesario para revivir cuando se percibe a nuestro alrededor el decadente desencanto y el desprecio a un progreso que nos trajo desde las cavernas hasta aqu¨ª.
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