3. Adolfo Su¨¢rez
Los ?LTIMOS sondeos parecen anunciar que la traves¨ªa del desierto iniciada por Adolfo Su¨¢rez el d¨ªa, en que eligi¨® su orgullosa soledad se acerca, si no al final del trayecto, si a un oasis menos inh¨®spito. Aunque nunca estuvieron muy claros los motivos de su dimisi¨®n, menos de un mes antes de la intentona del 23-F, parece que se fue entre otras cosas porque sab¨ªa que, en caso contrario, ser¨ªa simplemente apartado de la carrera y nunca ya podr¨ªa volver a la competici¨®n. Son muchos los cad¨¢veres pol¨ªticos de UCD que riegan el suelo patrio, y Su¨¢rez ha evitado as¨ª contarse entre ellos.Especialista en grandes traves¨ªas, en una de ellas, camino de su Damasco particular, descubri¨® la democracia, y a ella se entreg¨® en cuerpo y alma. Enarbolando la fe del converso, se ha lanzado a una tarea en la que el tiempo ha ido agudizando su escualidez f¨ªsica y moderando sus horizontes pol¨ªticos. Ambas caracter¨ªsticas han contribuido a convertirlo en el favorito de quienes no se resignan al panorama y afloran el acento heroico. El odio que sigue suscitando en quienes creyeron contar con ¨¦l para impedir la transici¨®n -tan dificil como poner vallas al campo- constituye, todav¨ªa hoy, su mejor aval a los ojos de esos sectores ¨¢vidos de emociones. Sus resabios falangistas le enfrentan a la banca y su historial pol¨ªtico al militarismo. Repite, como un sonsonete, lo de la "supremac¨ªa del poder civil" y ha calificado al mundo de las finanzas de "madrastra" de la situaci¨®n. Como ¨¦l, junto con Carrillo y Guti¨¦rrez Mellado, fueron los ¨²nicos que se mantuvieron erguidos en el esca?o frente al terror armado de los rebeldes, su figura tiende a asumir perfiles quijotescos ante un sector del electorado.
O sea que todo es delgadez en este personaje ya cl¨¢sico de nuestra pol¨ªtica: incluido su actual discurso ideol¨®gico. Surge de la m¨¢xima estilizaci¨®n posible de la palabra, el silencio, que prodig¨® incluso en situaciones tan decisivas como el refer¨¦ndum sobre la OTAN. Ese silencio favorece la sublimaci¨®n por la v¨ªa de la libre interpretaci¨®n. Serm¨®n radical y proclama nacionalista se entremezclan y cada cual puede servirse lo que guste. De todas maneras, el silencio es a veces signo de oportunismo y otras de que no se sabe qu¨¦ decir.
Abandonado por la gran banca y casi todos los dem¨¢s poderes de este mundo, Adolfo Su¨¢rez se parece demasiado a la representaci¨®n viva de la revoluci¨®n pendiente que predicara el nacional sindicalismo. Pero nadie puede negar que ¨¦l ha sido protagonista fundamental del cambio pol¨ªtico. Por lo dem¨¢s, con su presencia denuncia las fisuras de su contrincante en la arena centrista, el PRD. Pero en su af¨¢n totalizador de la democracia, a la que apasionadamente se ha entregado despu¨¦s de descubierta, Su¨¢rez pretende acaparar demasiadas cosas: quiere presentarse como m¨¢s reformador y m¨¢s progresista que el PSOE, y tan autonomista y m¨¢s centrista que el PRD. Sincretismo imposible.
Su reciente aparici¨®n en la pantalla del televisor con Mercedes Mil¨¢ inquieto, obligatoriamente, a su mas ctirecto rival, Miquel-Miguel Roca. Sus posteriores ataques al PSOE est¨¢n destinados a vacunarse contra la teor¨ªa de la tenaza, que el PRD atribuye al Gobierno en este caso. El resultado de este esfuerzo por un espaci¨® electoral c¨®modo se traduce en Su¨¢rez, por el momento, en la estilizaci¨®n de su imagen y sus ideas. En cambio, su carisma popular no mengua. Sin embargo, cabe preguntarse si le servir¨¢ s¨®lo para salir en las revistas o tambi¨¦n para recolectar votos.
En su haber Su¨¢rez cuenta con que fue quien desmont¨® el tinglado de la dictadura. En su debe, su incapacidad para mantener en orden a su propio partido -la UCD- despu¨¦s de haber ganado las elecciones, y dos votos sucesivos de confianza y censura en el Parlamento. Sus aseveraciones de que ¨¦l gobernaba mejor que los de ahora cabe ponerlas en entredicho si uno mira el naufragio posterior del 23-F y el descalabro de UCD. Sus promesas electorales pierden peso espec¨ªfico en alguien que ha gobernado todav¨ªa recientemente. Pero, a pesar de todo, en la campa?a, la figura de Adolfo Su¨¢rez tiende a reencarnar a Don Quijote. Aunque por el momento es dif¨ªcil saber si en verdad hay gigantes y ej¨¦rcitos, como ¨¦l afirma, detr¨¢s de los molinos y reba?os con que se enfrenta.
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