Los secretos mejor filtrados
Reagan exige a la Prensa que se autocensure a la hora de revelar informes confidenciales
"Esta ciudad filtra como una bota vieja", se quejaba el presidente Lyndon Johnson ya hace 20 a?os. John Le Carre, en su ¨²ltima novela, Un esp¨ªa perfecto, pone en boca de su personaje, Magnus Pym, una gran verdad: hace unos a?os, un esp¨ªa sovi¨¦tico en Washington necesitaba meses para conseguir la informaci¨®n que hoy se puede lograr por los 25 centavos que cuesta el The Washington Post o con una lectura atenta del Aviation Weekly. Pero la Administraci¨®n de Ronald Reagan ha advertido que las cosas no pueden seguir as¨ª, y algunos de sus miembros est¨¢n pidiendo la autocensura a la Prensa, un concepto desconocido en esta democracia y que choca abiertamente con la primera enmienda de la Constituci¨®n.
En el plazo de dos semanas, el director de la CIA, William Casey, ha amenazado con procesar a las vacas sagradas de la Prensa estadounidense (The New York Times, The Washington Post, Time, Newsweek y a la cadena de televisi¨®n ABC), bajo la acusaci¨®n de revelar detalles sobre c¨®mo este pa¨ªs recoge informaci¨®n de inteligencia. Los m¨¢ximos cargos del espionaje norteamericano han pedido a los medios de comunicaci¨®n que se autocensuren y "no especulen" en su cobertura del juicio del esp¨ªa Ronald Pelton. Un jurado de Baltimore le declar¨® eljueves culpable de cuatro cargos de espionaje por los que se puede pasar el resto de su vida en la c¨¢rcel. Los secretarios de Estado, George Shultz, y Defensa, Caspar Weinberger, han recomendado a la Prensa "autolimitaciones voluntarias" en materias que afecten a la seguridad nacional, apelando al sentido de la responsabilidad de los periodistas.Ronald Reagan convoc¨® esta semana una reuni¨®n al m¨¢s alto nivel en la Casa Blanca para establecer planes contra la revelaci¨®n de material clasificado. Entre las medidas que defend¨ªan el director de la CIA y el consejero de Seguridad Nacional se encontraban un mayor uso de detectores de mentiras en la Administraci¨®n y la creaci¨®n de un equipo especial del FBI para perseguir a los filtradores. Pero el secretario de Estado, apoyado por su colega del Tesoro, James Baker, y por el jefe del Gabinete pr¨¦sidencial, Donald Reagan, pararon a los duros y no se adoptaron decisiones dr¨¢sticas.
Existe consenso sobre la necesidad de impedir la revelaci¨®n de informaci¨®n secreta por la Administraci¨®n, pero no a¨²n pata amordazar la posibilidad de que la Prensa publique la que pueda obtener. Recientemente, Shultz ces¨® a uno de sus subordinados por haber filtrado al The Washington Post un despacho del embajador norteamericano en Buenos Aires al Departamento de Estado, en el que el diplom¨¢tico se quejaba de las supuestas presiones de una misi¨®n de congresistas para que el Gobierno argentino condenara la pol¨ªtica norteamericana en relaci¨®n con Nicaragua.
Una clave de la democracia
Parece que la Administraci¨®n quiera dejar de regirse por la ley no escrita de que la filtraci¨®n es una de las claves del funcionamiento de Washington, y de la democracia americana. "El p¨²blico tiene la idea de que la Prensa sienpre est¨¢ rompiendo los secretos. Pero la realidad", afirma el director del The New York Times, Abe Roshental, "es que es el Gobierno y sus funcionarios qui¨¦nes est¨¢n dando informaci¨®n para servir a sus propios objetivos pol¨ªticos, burocr¨¢ticos o gubernamentales". Es conocido en esta ciudad que las exclusivas del Departamento de Estado son publicadas normalmente por el The New York Times, mientras que las grandes filtraciones de la Casa Blanca se pueden leer a la hora del desayuno en el The Washington Post.El juicio de Ronald Pelton, un ex empleado de la supersecreta Agencia Nacional de Seguridad (NSA), una super CIA que se dedica a interceptar y descifrar las comunicaciones de la URSS y de otros potenciales adversarios de este pa¨ªs, ha provocado la erupci¨®n de esta hipersensibilidad del poder ejecutivo contra la Prensa. Pelton vendi¨®, al parecer, a los sovi¨¦ticos los secretos de un plan, bautizado en clave como Ivy Bells, mediante el cual submarinos norteamericanos interceptaban las comunicaciones militares de la URSS pr¨¢cticamente en sus propias aguas territoriales. La cobertura de este caso ha provocado un debate sobre d¨®nde hay que trazar, si hay que hacerlo, los l¨ªmites de la libertad de informaci¨®n, para proteger la seguridad nacional. El The Washingto Post, que ten¨ªa preparada una historia muy completa sobre los secretos vendidos por Pelton a Mosc¨², por 35.000 d¨®lares, autocensur¨® los detalles t¨¦cnicos aguando el reportaje. El director de la CIA se entrevist¨® con los ejecutivos del diario que provoc¨® la ca¨ªda de Richard Nixon de la Presidencia, al sacar a la luz p¨²blica el esc¨¢ndalo Watergate, para advertirles de un posible procesamiento si publicaban la historia completa. La presi¨®n sobre el peri¨®dico se cerr¨® el 10 de mayo pasado, cuando el propio Ronald Reagan llam¨® por te l¨¦fono a la presidenta del Post, Katharine Graham. Le advirti¨® que apoyar¨ªa el procesamiento si publicaban la historia y le dijo que "har¨ªa un da?o irreparable a nuestra seguridad nacional". La conversaci¨®n, que Graham calific¨® de "muy civilizada", produjo un efecto inmediato. El art¨ªculo sali¨® sin los detalles que no deseaba la Administraci¨®n que se hicieran p¨²blicos. El director del peri¨®dico, Benjamin Bradlee, explic¨® que estaba seguro de que los sovi¨¦ticos ya conoc¨ªan lo que no se public¨®, que hab¨ªa visto la luz en art¨ªculos period¨ªsticos en los a?os setenta, "pero no estoy absolutamente seguro de ello". Suprimimos los detalles, dijo Bradlee, porque no ten¨ªamos capacidad para juzgar la validez de las objeciones de seguridad nacional que nos hicieron altos funcionarios". Meses antes, la se?ora Graham hab¨ªa firmado un art¨ªculo en su peri¨®dico defendiendo la cooperaci¨®n entre la Prensa y el Gobierno, para evitar la publicaci¨®n, involuntaria, de secretos que afectaran a la seguridad nacional. En ocasiones, lo que la Administraci¨®n revela pone al descubierto su juego, aun al precio de darlo a conocer a Mosc¨², para apoyar su pol¨ªtica exterior. En la reciente crisis libia, el presidente revel¨® secretos que descubr¨ªan los m¨¦todos empleados por sus agentes de espionaje al informar que, Washington interceptaba y traduc¨ªa, desde hace tiempo, el tr¨¢fico de comunicacionel entre Gaddafi y las embajadas libias. Hace unos meses, Washington puso encima de la mesa toda la informaci¨®n de sus sat¨¦lites esp¨ªas para demostrar que Nicaragua estaba armando a la guerrilla salvadore?a. En el caso del avi¨®n surcoreano de la KAL, derribado por cazas de la URSS en 1983, Shultz revel¨® que EE UU hab¨ªa interceptado la conversaci¨®n entre los pilotos sovi¨¦ticos y la torre de control.
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