La pol¨ªtica de defensa
LOS CUATRO a?os de Gobierno socialista han supuesto algunos avances en el proceso iniciado por Gobiernos anteriores para lograr que el poder pol¨ªtico se imponga sobre las pretensiones castrenses de mantener una autonom¨ªa militar frente al Ejecutivo. Este objetivo, coincidente con la puesta en marcha de unos programas de modernizaci¨®n de las Fuerzas Armadas, en consonancia con la integraci¨®n en la OTAN, ha abierto v¨ªas de profesionalizaci¨®n en los ej¨¦rcitos que, en sus primeras fases, originaron el aislamiento de las principales corrientes golpistas. Con todo, este proceso no ha sido cumplido de manera decidida e inequ¨ªvoca por el Gobierno socialista: pese a lo que dec¨ªa su programa electoral y pese a las promesas reiteradas por el vicepresidente del Gobierno y el portavoz del Ejecutivo, los militares dem¨®cratas de la UMD siguen expulsados del Ej¨¦rcito. El partido y el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez no han osado desafiar al poder castrense en este punto simb¨®lico de la lucha por las libertades. Cuando se piensa que gracias, entre otras cosas, a la actividad de militares como los que fundaron la UMD, la monarqu¨ªa parlamentaria y democr¨¢tica es hoy realidad, aumentan los perfiles de la injusticia y la medrosidad gubernamental en tomo a este tema.La potenciaci¨®n de la industria militar y la proyecci¨®n exterior de la pol¨ªtica de defensa son los aspectos m¨¢s destacados de la acci¨®n del Gobierno en el ¨¢rea militar. Entre las asuntos pendientes, aparte la cuesti¨®n de la UMD, figura el hecho de que el Gobierno no haya reformado la ense?anza militar ni establecido un modelo ¨²nico de carrera militar.
La reforma m¨¢s importante fue la aprobaci¨®n de la ley org¨¢nica de la Defensa. Con ella, la Junta de Jefes de Estado Mayor (JUJEM) pas¨® de ser la c¨²spide de la cadena de mando a constituirse en un ¨®rgano asesor y consultivo del ministro. La ley fija tambi¨¦n que el mando de las Fuerzas Armadas lo detenta el presidente del Gobierno y, por su delegaci¨®n, el titular de Defensa. La reforma de la justicia militar ha sentado el principio de que los tribunales castrenses s¨®lo son competentes ante delitos estrictamente militares. Los casos relacionados con la rebeli¨®n, como todos los delitos contra el Estado, han pasado a la jurisdicci¨®n civil. En el campo disciplinario, el cese de los capitanes generales Fernando Soteras y Manuel ?lvarez Zalba -tras hacer declaraciones cr¨ªticas para el Gobierno- o el abandono voluntario de la situaci¨®n activa en el Ej¨¦rcito del general Fernando Yrayzoz -por creer que le correspond¨ªa un ascenso que le negaron- pueden interpretarse como signos de una fortaleza gubernamental que brill¨® otras veces por su ausencia, como en el caso del capit¨¢n general de Valencia, Juan Bautista S¨¢nchez Bilbao, autor de unas pol¨¦micas declaraciones sobre los golpistas encarcelados, sin ning¨²n tipo de consecuencias.
El Gobierno puso en marcha programas de modernizaci¨®n para hacer m¨¢s operativas las Fuerzas Armadas espa?olas en el seno de la Alianza Atl¨¢ntica, en el que la presencia militar de nuestro pa¨ªs -a pesar de las promesas de no integraci¨®n- ha aumentado considerablemente durante la legislatura socialista. En el Ej¨¦rcito de Tierra, el plan META persigue la conversi¨®n de un Ej¨¦rcito desplegado en las ¨²ltimas d¨¦cadas para ocupar el territorio en unas fuerzas operativas, menos numerosas pero m¨¢s ¨¢giles, estructuradas y concebidas para la defensa real frente a hipot¨¦ticas amenazas exteriores. La reducci¨®n a seis de las antiguas nueve regiones militares, la potenciaci¨®n del dispositivo militar del sureste peninsular y la conversi¨®n en 14 de las anteriores 25 brigadas han sido los pasos m¨¢s concretos. Parelalemente, el Gobierno aprob¨® por primera vez en Espa?a un Plan General de la Defensa, del que se deriv¨® el segundo Plan Estrat¨¦gico Conjunto (PEC).
Las leyes de plantillas de los tres ej¨¦rcitos supondr¨¢n en los pr¨®ximos cinco a?os una importante reducci¨®n de efectivos. La pol¨ªtica de ascensos al generalato ha seguido apoy¨¢ndose, salvo raras excepciones, en la antig¨¹edad de los candidatos, y sujeta, hasta hace s¨®lo dos meses, a la terna que los consejos superiores de los ej¨¦rcitos propon¨ªan al Gobierno. De esta forma en los primeros meses de la legislatura fueron ascendidos militares sospechosos de estar involucrados en maniobras involucionistas. Haber sido un colaborador fiel de Guti¨¦rrez Mellado y Su¨¢rez parec¨ªa, en cualquier caso, garant¨ªa segura de no promoci¨®n con los socialistas.
La ley y el reglamento del Servicio Militar han racionalizado los sistemas de incorporaci¨®n a filas y reducido el tiempo de permanencia, pero no se han producido iniciativas orientadas a lograr un mejor aprovechamiento del tiempo por parte de los j¨®venes ni para garantizar sus derechos. Los abundantes accidentes militares y los casos de malos tratos a soldados por parte de algunos mandos han seguido figurando estos a?os en la cr¨®nica negra del Ej¨¦rcito.
La potenciaci¨®n de la industria militar y programas de adquisici¨®n de nuevo armamento -72 aviones F-18A y misiles antia¨¦reos y ampliaci¨®n del programa naval- entraron desde el principio en contradicci¨®n con las posiciones antiarmamentistas del PSOE antes de su llegada al poder. El impulso dado a la industria militar, con la consiguiente exportaci¨®n de armas a pa¨ªses en guerra y a dictaduras odiosas como la chilena, han merecido la censura de los sectores pacifistas que dieron su confianza a Gonz¨¢lez en los ¨²ltimos comicios.
La pol¨ªtica del Ministerio del Interior
La prioridad otorgada por Felipe Gonz¨¢lez al problema del terrorismo confiri¨® gran poder al ministro del Interior, Jos¨¦ Barrionuevo, cuyas actuaciones, incluidas las m¨¢s dudosas y torpes, apoy¨® incondicionalmente el presidente. Esas actuaciones generaron desconfianza en sectores del propio PSOE y el rechazo de las fuerzas nacionalistas y de izquierda, aunque el ministro pudo consolarse con la comprensi¨®n de la derecha.Durante estos cuatro a?os se obtuvieron ¨¦xitos importantes, pero no definitivos, en la lucha contra el terrorismo. La combinaci¨®n en una pol¨ªtica coherente de medidas de diversa naturaleza (desde la desdramatizaci¨®n, merced al pacto PNV-PSOE, de la vida pol¨ªtica vasca, a la institucionalizaci¨®n de la cooperaci¨®n francesa, pasando por el ensanchamiento de las v¨ªas de reinserci¨®n social de antiguos activistas) favoreci¨® un incremento de la eficacia policial. Los llamados "errores policiales", una constante en el per¨ªodo anterior y que con frecuencia hizo desandar una semana lo avanzado la anterior, se redujeron, pero episodios como el caso Zabalza pusieron de manifiesto el mantenimiento de la desconfianza de la poblaci¨®n vasca en los m¨¦todos policiales. La colaboraci¨®n francesa fue decisiva para dispersar a la direcci¨®n de ETA, cuya eficacia m¨¢xima hab¨ªa coincidido, en el per¨ªodo 1979-1981, con una direcci¨®n estable en el departamento de los Pirineos Atl¨¢nticos.
La neutralizaci¨®n de lo que quedaba de ETApm, la mayor¨ªa de cuyos miembros acabaron aceptando la oferta de reinserci¨®n, as¨ª como la reducci¨®n a la inoperancia de los Comandos Aut¨®nomos y el GRAPO, constituyeron ¨¦xitos que contribuyeron al aislamiento de ETAm y a la p¨¦rdida de iniciativa por parte de esta organizaci¨®n, algunas de cuyas v¨ªas de financiaci¨®n fueron cegadas. Pero ser¨ªa ignorar una parte de la realidad olvidar el indudable papel que en ese aislamiento y p¨¦rdida de iniciativa ofensiva jug¨® la actividad de un nuevo grupo terrorista, los GAL, especializado en atentar contra exiliados pertenecientes a ETA y ciudadanos vascos franceses.
Los ¨¦xitos operativos, algunos muy espectaculares -como la detenci¨®n del comando Nafarroa o la liberaci¨®n de Juan Pedro Guzm¨¢n-, se vieron empa?ados por la sospecha de la participaci¨®n de sectores vecinos a la Administraci¨®n espa?ola en la creaci¨®n y financiaci¨®n de los GAL. Si a ello se une el entusiasta apoyo socialista a una legislaci¨®n antiterrorista limitativa de las libertades y, en otra dimensi¨®n, la contrarreforma auspiciada por Interior frente a las medidas progresistas del ministro Ledesma en relaci¨®n a la reforma del C¨®digo Penal, se obtiene la desalentadora conclusi¨®n de que el precio pagado por una cierta eficacia ha sido la interiorizaci¨®n de los valores antidemocr¨¢ticos de aquellos a los que se combat¨ªa. La oscuridad de la investigaci¨®n sobre el asesinato de Santiago Brouard se enmarca en este panorama.
Los aplausos de la derecha m¨¢s conservadora cobran, en ese sentido, un significado preocupante. El ministro Barrionuevo ha hecho en estos cuatro a?os descubrimientos espectaculares, no tanto por las personas o instituciones a que se refer¨ªan como por los valores a ellas atribuidos como dignos de admiraci¨®n. Por lo que cabe temer que, sin ¨¦l sospecharlo, se haya convertido en un reh¨¦n afectado por el s¨ªndrome de Estocolmo. El hecho de que una parte de la poblaci¨®n espa?ola asista con pasividad a actuaciones realizadas en nombre de valores profundamente reaccionarios indicar¨ªa, por lo dem¨¢s, hasta qu¨¦ punto ese s¨ªndrome es contagioso.
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