Ser pol¨ªtico
Que todo hombre es un animal pol¨ªtico es una verdad acumulada en nuestra cultura. No voy, por tanto, a hablar de ello. Que hay unos pol¨ªticos de oficio o en ejercicio es otra realidad indudable. Tampoco, por tanto, me voy a referir a ellos. Ni siquiera a si conforman o no una clase pol¨ªtica y qu¨¦ es lo que: esto significa. Me interesa m¨¢s fijarme en esa parte de nuestro ser social que acepta, bastante acr¨ªticamente, la pol¨ªtica. O, mejor, que hace pasivamente pol¨ªtica y que de esa manera contribuye a que exista la clase pol¨ªtica y se oscurezca la verdad inicial, la que dice que todo hombre es pol¨ªtico.Ese mal yo pol¨ªtico funciona dentro de lo que hay. Piensa que lo que: importa es que esto funcione. Que entre funcionar, sin m¨¢s, y un posible estar bien no encuadrado en el mero funcionar hay que elegir lo primero. Es la reducci¨®n de la sociedad a repetici¨®n de lo establecido y, de la democracia al miedo a poder estar peor.
Por eso ese yo pol¨ªtico resuelve todos los grandes problemas remiti¨¦ndolos al futuro. M¨¢s adelante o m¨¢s arriba todo puede tener soluci¨®n. En los programas electorales lo m¨¢s importante es el futuro; en los partidos pol¨ªticos, el pr¨®ximo congreso, y en la vida ciudadana, no estar mucho peor que ayer.
De ah¨ª que el ser pol¨ªtico olvide r¨¢pidamente los fundamentos en los que se asienta su situaci¨®n actual, las renuncias que ha hecho, las promesas que se le dieron o el rol de su libertad. No le importar¨¢ mucho c¨®mo se consiguen las cosas. Lo que importa, una vez m¨¢s, es que funcionen, sin preguntarse qu¨¦ es eso de funcionar.
De esta manera el ser pol¨ªtico no se concibe sino como parte de la pol¨ªtica oficial. Y como lo que ¨¦sta puede dar con seguridad es la oportunidad de votar, el pol¨ªtico de esta guisa se sentir¨¢ a disgusto, frustrado, con p¨¦sima conciencia, como si no hubiera comido, lleno de escr¨²pulos si ritualmente no vota. Poco importa que los programas al uso no le gusten o que crea en ellos menos que en los milagros o que la cosa le suene con excesiva frecuencia a farsa. Todo se esfuma ante el voluntarioso ser de esta alma pol¨ªtica. Su ciudadan¨ªa, una especie de cortes¨ªa a ratos, le dice, en lo m¨¢s hondo de su conciencia, que todo se tambalear¨ªa sin su concurso. Algo sumamente cierto y sumamente falso. Cierto si lo que desea es que esto funcione, funcione como funcione. Falso si esto ha de funcionar bien.
Todo argumento se disuelve ante dicha conciencia pol¨ªtica. Ocurre como con los art¨ªculos de fe. Habr¨¢ momentos de abatimiento, de desilusi¨®n y hasta de irritaci¨®n, pero pronto llega la buena conciencia, la llamada del orden o la angustia de la soledad. Pedirle a alguien que dude es en estos casos como insultarle. Aunque m¨¢s tarde sea ¨¦l mismo el que reniegue de su voto o se deshaga en autorreproches. Otras veces uno encuentra contraargumentaciones verdaderamente extra?as. As¨ª, quien se equivoc¨® en alg¨²n caso -y parece que de ¨¦stos hay muchos- replicar¨¢ en seguida diciendo que fue una primera vez o que dio una primera oportunidad. Cosa sospechosa, pues quien sucumbe a una primera ocasi¨®n o da tan f¨¢cilmente una oportunidad estar¨¢ siempre a punto de encontrarlas delante de cualquier esquina. Al margen de que nunca ha sido una buena raz¨®n dar una oportunidad desde la propia impotencia. Tal vez no est¨¦n aqu¨ª de m¨¢s las palabras del aforista: "Mejor que acertar poco a poco es equivocarse de una vez".
A la elecci¨®n o votaci¨®n pol¨ªtica se dice que ha de anteceder la reflexi¨®n. Sin duda. Pero la reflexi¨®n es tal no porque anteceda a la votaci¨®n, sino porque pone entre par¨¦ntesis o ante las cuerdas a ese pol¨ªtico pronto a suscribir lo que le dicten. Y la reflexi¨®n podr¨ªa mostrar que antes que ser pol¨ªtico est¨¢ el ser social que sabe no s¨®lo que ha de unirse con los otros, sino que ha de oponerse a la propaganda, a la uni¨®n forzada y a la mentira. En tiempos de elecciones no estar¨ªa de m¨¢s recordar esta reflexi¨®n. Aunque quede, una vez m¨¢s, sepultada por el realismo m¨¢s irreal: el de ser pol¨ªtico.
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