La tragedia de Lima
EL EXTERMINIO por el Ej¨¦rcito de cientos de presos en las tres c¨¢rceles peruanas de Lurigancho, Santa B¨¢rba ra y de la isla de Front¨®n no es s¨®lo un acto que inspira un inmenso horror, sino tambi¨¦n un serio motivo de preocupaci¨®n respecto al desarrollo democr¨¢tico en Am¨¦rica Latina y en Per¨² en concreto. Cualesquiera que hayan sido las condiciones en que los hechos se han producido, se trataba de presos, que estaban por tanto encerrados y custodiados por el Estado, responsable entre otras cosas de su seguridad. Si el Estado mismo ha permitido que algunas de esas c¨¢rceles se hayan transformado en verdaderos fortines, en los que los presos mandaban, dispon¨ªan de armas, constru¨ªan trincheras y paredes, ello puede servir para explicar a posteriori la tragedia; pero nunca ser¨¢ una justificaci¨®n v¨¢lida para un Estado de derecho, y lejos de exonerar a los Gobiernos y a los militares peruanos de su culpa, arroja sobre ellos una doble responsabilidad. La que se deriva de los hechos recientes y la que proviene de la situaci¨®n que los gener¨®.En este sentido, es evidente que los tremendos errores cometidos a lo largo de a?os en cuanto a permitir unas condiciones totalmente anormales en las c¨¢rceles en las que se encontraban cientos de prisioneros de Sendero Luminoso -y que ahora las autoridades ponen de relieve para dar una explicaci¨®n de la horrible matanza- no se pueden achacar al Gabinete de Alan Garc¨ªa; las primeras responsabilidades se remontan sin duda a la etapa anterior. Y a¨²n m¨¢s al proceso llevado a cabo por los militares bajo la direcci¨®n del. general Velasco Alvarado, que, con el aplauso irreflexivo de sectores progresistas europeos, contribuy¨® decisivamente a la destrucci¨®n econ¨®mica y pol¨ªtica de Per¨² y sent¨® las bases de la degradaci¨®n que el pa¨ªs sufre actualmente.
Dicho esto, es preciso recordar que uno de los rasgos de la nueva pol¨ªtica que el primer presidente del APRA en la historia de Per¨² prometi¨® fue precisamente que combatir¨ªa el terrorismo con toda la firmeza necesaria, pero dentro de los marcos de la ley. Por eso, al margen de la simpat¨ªa que despierta el talante progresista y reformador de Alan Garc¨ªa, la tragedia de las c¨¢rceles ha sido un terrible fracaso para ¨¦l, la negaci¨®n sangrienta de la pol¨ªtica que ¨¦l mismo hab¨ªa anunciado.
El terrorismo de Sendero Luminoso presenta uno de los casos de fanatismo criminal m¨¢s extremos que se ha conocido en la historia de Am¨¦rica Latina; la vaga referencia ideol¨®gica al mao¨ªsmo no permite comprender ese fen¨®meno, que no tiene nada que ver con lo que ha sido el movimiento revolucionario chino; probablemente, su ra¨ªz se relaciona mucho m¨¢s con la desesperaci¨®n, la miseria, la incultura o el desfase cultural total con el mundo moderno, de poblaciones marginadas durante siglos en las regiones de los Andes.
Sendero Luminoso, con motivo de la reuni¨®n de la Internacional Socialista, pudo planear un golpe de efecto para demostrar una de sus tesis m¨¢s demenciales e irracionales: que todos los Estados son iguales, que no hay diferencia entre un sistema democr¨¢tico con un pro grama progresista y una dictadura militar. La tragedia de Lima estriba en que, en este caso concreto, esa demostraci¨®n se ha hecho; el asalto a las c¨¢rceles se ha realizado con los m¨¦todos propios del peor y m¨¢s vituperable r¨¦gimen dictatorial.
A pesar de ello, todo indic¨¢ que la poblaci¨®n peruana ha considerado que el Gobierno se hab¨ªa encontrado en una situaci¨®n pr¨¢cticamente sin salida, y que no hab¨ªa tenido otraa operaci¨®n que conffiar a las fuerzas armadas Ia reconquista de las c¨¢rceles. Incluso Alfonso Barrantes, alcalde de Lima y dirigente de la coalici¨®n de izquierda que disput¨® la primera vuelta de la elecci¨®n presidencial a Alan Garc¨ªa, ha dado su apoyo al Gobierno, si bien con reservas en cuanto a los m¨¦todos empleados. Pero, aceptando la necesidad de entender lo complejo y dif¨ªcil de la situaci¨®n y las amenazas ominosas que se ciernen sobre el proceso democr¨¢tico peruano, las informaciones recogidas hasta el momento ponen de relieve que el Ej¨¦rcito se ha comportado de manera innecesariamente cruel, con un desprecio notable hacia la vida humana.
En este punto surge fatalmente la comparaci¨®n, aunque las circunstancias fuesen totalmente distintas, con el caso del asalto en Bogot¨¢ al Palacio de Justicia; ahora, al cabo de muchos meses, sale a la luz que las fuerzas armadas colombianas actuaron por su cuenta, despreciando al Gobierno legal. En Per¨², la resistencia dentro de las fuerzas armadas a aceptar las ¨®rdenes del poder constituido es un problema viejo; y, por ahora, se sabe muy poco sobre las condiciones en que han tenido lugar los asaltos de las tres c¨¢rceles cercanas a Lima. Lo que s¨ª se sabe es que muchos militares han considerado siempre que el exterminio de los presos de Sendero Luminoso era el mejor procedimiento para defender la ley.
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