Buenos Aires fue una fiesta tras el triunfo
Las calles y avenidas de Buenos Aires, la gran capital austral, quedaron en la tarde del domingo desoladas como si una bomba de neutrones hubiera hecho explosi¨®n sobre la metr¨®poli. Ni un peat¨®n, ni un autom¨®vil, ni un colectivo. Paralizaci¨®n total ante el mayor espect¨¢culo del mundo: un Argentina-Inglaterra.
La ciudad -tambi¨¦n el pa¨ªs- ya estaba paralizada desde el viernes fiesta nacional por ser el D¨ªa de la Bandera. Todos los argentinos hab¨ªan marchado a sus lujosas o modestas casas de campo.La Prensa mexicana hab¨ªa publicado informaciones anunciando la segunda edici¨®n de la guerra de las Malvinas y en Buenos Aires un, grupo de diputados peronistas hab¨ªa propuesto la suspensi¨®n unilateral del partido. "S¨®lo es un partido de f¨²tbol", dijo el Gobierno radical y la selecci¨®n argentina capitaneada por Maradona. Portavoces gubernamentales instaron repetidamente a los jugadores argentinos a que guardaran la calma e hicieran alarde de discreci¨®n.
Buenos Aires, catalogada como la ciudad de mayor contaminaci¨®n sonora del mundo, qued¨® extra?amente silenciosa a las tres de la tarde local hasta que un rugido colectivo, perfectamente audible desde las calles, se?al¨® el primer gol de Maradona, logrado de un pu?etazo sorprendentemente inadvertido por el ¨¢rbitro.
La Prensa deportiva argentina es c¨ªnicamente honesta sobre este aspecto del encuentro. Admite, sin lugar a dudas, que Maradona marc¨® su primer tanto con la mano y elogia su capacidad de disimulo. Es el gusto porte?o por la viveza, por la habilidad para el enga?o, la reverencia por el p¨ªcaro con tal de que resulte ganador. Una cosa, a la postre como la ciudad, muy italiana.
El segundo gol, a todas luces admirable, sumi¨® a la ciudad paralizada en el frenes¨ª. La victoria arroj¨® a las masas a la calle. Miles de argentinos se volcaron sobre el microcentro porte?o, sobre los alrededores del obelisco que significa a la capital federal, bajo las lluvias, cantando estrofas sincopadas bastante irreproducibles sobre el Reino Unido y Margaret Thatcher y hasta quemando alguna que otra bandera inglesa. Nada importante y todo de esperar en esta sociedad profundamente humillada por la derrota en las Malvinas. Tan es as¨ª que la infinitud de emisoras de radio y los cinco canales del Gran. Buenos Aires omitieron la interpretaci¨®n del himno brit¨¢nico.
Todo daba lo mismo: el pa¨ªs se extrajo, al fin, una espina dolorosa. de la gran parcela de su coraz¨®n y reserva para el f¨²tbol.
En la madrugada, con los ojos inyectados de televisi¨®n, miles de automovilistas porte?os circulaban sonrientes haciendo sonar obsesivamente sus cl¨¢xones. La ciudad era nuevamente una fiesta sonora.
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