?Quien teme a Herri Batasuna?
Las reacciones inmediatas al ascenso electoral de Herri Batasuna han sido una mezcla de preocupaci¨®n y de pragmatismo a rega?adientes. Por un lado, su ¨¦xito se recib¨ªa como una especie de mancha en un proceso limpio, como nubarr¨®n en un cielo claro. Por otro lado, los comentarios no dejaban de reconocer que algo hab¨ªa fallado en el enfoque del problema vasco, que era hora de encarar una realidad que, insistentemente, exig¨ªa ser escuchada.La preocupaci¨®n ha sido compartida por todo lo que suele llamarse, con p¨¦simo nombre, el espectro pol¨ªtico (y si uso de nuevo la palabra no es porque sus colores sean n¨ªtidos, sino porque todos est¨¢n en fila). La solidaridad era un¨¢nime en la preocupaci¨®n. Y no faltaba un reproche entre paternalista y agresivo ante la actitud del Gobierno. Algo marchaba mal y no era cosa de seguir perdiendo el sue?o.
Es, curioso que entre las preocupaciones y los deseos de soluci¨®n no se deslizaba una interpretaci¨®n que no fuera en t¨¦rminos de errores. HB no tendr¨ªa virtud alguna, sino la que se desprende de los fallos ajenos. HB no tendr¨ªa derechos propios, sino puros deberes a dejar en paz a los dem¨¢s. HB no ser¨ªa cosa de analizar con objetividad, sino un problema derivado, un residuo que el tiempo superar¨¢.
Estos seudoan¨¢lisis son sustanciales cuando el expectro se enfrenta a HB. Nada extra?o si recordamos que la incomprensi¨®n es la norma por la que se la mide. Incomprensi¨®n que puede ser mutua y que yo no he de negar, s¨®lo que, cuando tanto y tan arbitrariamente se ha dicho desde una parte, parece justo que me fije en el platillo m¨¢s d¨¦bil de la balanza. La incomprensi¨®n, adem¨¢s, no es s¨®lo con HB. Es con todo lo que no entra dentro de unas reglas de juego estrechas, estrechamente aplicadas. Una an¨¦cdota puede servir de ayuda.
Se iba a presentar, recientemente, en una universidad madrile?a una tesis de filosof¨ªa escrita en euskera. Se hab¨ªan cumplido todos los requisitos, se hab¨ªa informado a tiempo, se hab¨ªan dado todas las garant¨ªas de que en el tribunal habr¨ªa profesores biling¨¹es y que el doctorando har¨ªa, claro est¨¢, su exposici¨®n en castellano. Al final la decisi¨®n ministerial imposibilit¨® la presentaci¨®n. Una tesis en euskera en Madrid es como una tesis en chino o en alem¨¢n. Como ¨¦stos, al igual que aqu¨¦l, no son idiomas oficiales, no hay modo legal de hacerlos valer en esta capital. Es obvio que una tesis en euskera no es como una tesis en chino, aunque s¨®lo sea porque en Euskadi la mayor parte de las tesis que se leen est¨¢n escritas en castellano. Es, en fin, una insensatez institucional. Pero lo m¨¢s lamentable es que estas situaciones no producen rebeld¨ªa en la universidad correspondiente o en los que conocen el caso. Todo se tolera porque la ley dice lo que dice. Cada uno cumple tranquilamente su cometido de escribiente. Pero pondr¨¢n el grito en el cielo si se les cuenta -como se les suele, adem¨¢s, contar- que se exige el euskera para ser secretario de ayuntamiento all¨ª donde la mayor parte de la gente habla el euskera.
Volvamos a las elecciones. Poco importa que HB haya obtenido en una provincia m¨¢s del 23% de votos en unas condiciones mucho peores que las peores condiciones del m¨¢s maltratado de los partidos pol¨ªticos estatales. O que la suma de votos entre HB y EE sea la fuerza pol¨ªtica mayoritaria en Euskadi. O que HB, EE y PNV sean mayor¨ªa holgad¨ªsima en Euskadi y ninguno de ellos vot¨®, en su d¨ªa, la Constituci¨®n. Es m¨¢s f¨¢cil negar una realidad molesta que hablar de ella. Esa negaci¨®n se hace, adem¨¢s, con p¨¦sima conciencia: apoy¨¢ndose en la democracia cuando es ¨¦sta, precisamente, la que no se respeta. Todo el asunto es desplazar el problema a otro lugar. Se cumple, una vez m¨¢s, lo que dec¨ªa el personaje de un famoso novelista ingl¨¦s: "En nuestro mundo, la libertad de prensa s¨®lo sirve para hablar de lo que no interesa".
La cosa no queda ah¨ª. La virtud -dicen- de HB no ser¨ªa sino el reflejo de los defectos de otros. Y su ¨²nica gracia consistir¨ªa en ser el atizador del supuesto resentimiento vasco contra lo espa?ol. Se comete as¨ª un error l¨®gico muy simple y muy perverso. El purista podr¨ªa reconocer en estos argumentos las falacias llamadas tu quoque, ad hominem, etc¨¦tera. Porque se confunden dos cosas bien distintas. Una es decir que yo estoy sano porque t¨² est¨¢s enfermo y otra muy distinta recordarle al enfermo que no entiende uno su empe?o en querer curar desde su enfermedad.
En nuestro caso, si se dice que HB no tiene suficientes contenidos progresistas se puede -y se debe- replicar diciendo que, primero quisiera verlos uno en aquellos que hacen la acusaci¨® viviendo como Dios o ali¨¢ndose con el diablo. Y de Dios al diablose pasa por la banca, la burgues¨ªa dura, la burgues¨ªa blanda y todo lo que se quiera. Si a ellos les est¨¢n permitidas tales contradicciones, ?por qu¨¦ neg¨¢rselas a HB? Y en la siempre delicada cuesti¨®n de la condena o no de la violencia, ?por qu¨¦ no recordar que aqu¨ª se ejerce un pacifismo para el exterior, pero que respecto a las grandes instituciones el silencio y la complacencia es total? O, ?c¨®mo se puede decir en privado, con toda alegr¨ªa, que se acepta el derecho de autodeterminaci¨®n para luego negarlo de facto votando. y apoyando leyes que lo proh¨ªben? La lista ser¨ªa interminable. Pero no estar¨ªa de m¨¢s refrescarla de cuando en cuando, ya que las cosas comenzar¨¢n a arreglarse cuando la exigencia ajena conforte la cr¨ªtica propia.
No voy a pasar a enumerar los aspectos pol¨ªticamente interesantes de HB. Quien los desee conocer, en su mano est¨¢ el lograrlo. Pocos saben allo que vaya m¨¢s all¨¢ de considerarlos una sombra de la violencia sin m¨¢s. Sus ideales, sus tensiones, sus razones y sus intenciones se silencian simplemente porque son inc¨®modos. M¨¢s a¨²n, ?c¨®mo acusar a HB de ser irreductible y no dialogante cuando la estrategia de todos los partidos pol¨ªticos ha consistido, precisamente, en aislar a HB? No se sabe, en estos casos, si admirar m¨¢s la inconsistencia o la desfachatez.
Bueno ser¨ªa que empez¨¢ramos a entendernos por las virtudes de todos. Y dejar las malas artes si queremos que, as¨ª, se dejen tambi¨¦n las armas. Y esto, sin duda, lo queremos. Pero si se desea que HB sea un poco m¨¢s gobernable, ?por qu¨¦ los dem¨¢s no hacen el esfuerzo de ser un poco m¨¢s ingobernables?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.