Calidad y chapuza
Tengo la convicci¨®n de que tres de las mayores desgracias de Espa?a han sido la p¨¦rdida de las colonias, en su tiempo; la guerra civil, deporte favorito de los espa?oles en todas las ¨¦pocas, y la chapuza. Como las dos primeras desdichas ya est¨¢n felizmente superadas, me parece muy plausible que la Direcci¨®n General de Innovaci¨®n Industrial y Tecnol¨®gica, dependiente del Ministerio de Industria y Energ¨ªa, haya lanzado un grito, que es la ¨²nica forma de que ciertos o¨ªdos sordos oigan, que proclama "Calidad es la respuesta".La calidad es la ant¨ªtesis del manitas. Por eso entiendo que J. M. Juran, viejo conocido nuestro, sea tan odiado por los multifac¨¦ticos desarregladores de todo lo que tocan. Y eso que Juran es un mont¨®n de cosas: especialista en control de calidad, ejecutivo industrial, administrador gubernamental, ¨¢rbitro laboral, director de empresas y consultor administrativo. Pero, extra?amente, Juran todo lo hace bien; de ese empecinamiento por la profundidad naci¨® su Quality control handbook, un cl¨¢sico del ¨¢rea que transita ya por varias ediciones en ingl¨¦s y que ha sido traducido al alem¨¢n, espa?ol, japon¨¦s y ruso. Es un libro de obligada referencia y fue, para su autor, la punta de lanza que le hizo ganar fama en todo el mundo. ?l se define como un free lance que trabaja sin ayudantes ni organizaci¨®n que lo apoyen. Bienaventurado.
Hace unos meses, un distinguido directivo de una multinacional europea nos puso una vez m¨¢s sobre aviso; hemos sido espl¨¦ndidos con el patrimonio cient¨ªfico y tecnol¨®gico de la humanidad, pero los frutos que hemos recogido son pr¨¢cticamente nulos. En un curso de altos estudios internacionales ello es materia sabida, pero lo importante es que ahora todos, desde el presidente de una multinacional hasta el ciudadano de a pie, han tomado conciencia de lo que esa palabra significa.
Evidentemente, el gap tecnol¨®gico europeo frente al estadounidense o japon¨¦s es brutal, aunque es preciso hacer ciertas matizaciones al respecto. La tendencia m¨¢s apasionante en el ¨¢rea de calidad ha sido la revoluci¨®n japonesa, que apenas en menos de tres d¨¦cadas cambi¨® totalmente la reputaci¨®n de su pa¨ªs, y me estoy refiriendo no a unos productos sino a un sistema de gobierno. Creo que si esa tendencia sigue su marcha -y no vislumbro nada que pueda detenerla- con toda certeza Jap¨®n ser¨¢ considerado, a fines de este siglo, el pa¨ªs l¨ªder en materia de calidad. Estados Unidos y nosotros no hemos sentido la necesidad de tal revoluci¨®n. Hemos vivido, y vivimos, con econom¨ªas internas que se han caracterizado por la fuerte competencia; la calidad interna no ha sido del todo mala ni tampoco muy buena, pero ha ido mejorando, aunque no con demasiada rapidez, todo hay que decirlo. De ah¨ª el gap tecnol¨®gico al que hac¨ªa referencia.
Los pa¨ªses euroorientales no han podido alcanzar los niveles de calidad existentes en Occidente. Esto hace a?os que lo vienen reconociendo sus m¨¢ximos dirigentes, y las palabras de Mijail Gorbachov al respecto han sido fulminantes. Yo, de todas maneras, no creo que se trate de una falta de tecnolog¨ªa, pues ?qu¨¦ es sino tecnolog¨ªa toda esa coheter¨ªa espacial, esa repoblaci¨®n siberiana o la magnitud de sus represas? Se trata, m¨¢s bien, de que la organizaci¨®n de su econom¨ªa pone serios obst¨¢culos en su camino hacia el logro de una buena calidad; la escasez cr¨®nica de productos, que da por resultado un mercado vendedor; el monopolio de los abastecimientos, carente de una equivalente competencia administrativa para fomentar la mejora; una definici¨®n de las necesidades cualitativas del mercado basado en planea-
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Calidad y chapuza
Viene de la p¨¢gina 9mientos realizados m¨¢s por centrales burocr¨¢ticas que por empresas productoras. Todo ello ha dado por resultado un cr¨®nico bajo nivel de calidad interna y una dudosa base para el logro de la calidad necesaria para las exportaciones. Pese a este panorama, no hay que desesperar. J. M. Juran ha dado cinco cursos en los pa¨ªses comunistas y su famoso Quality control handbook est¨¢ en todas las grandes bibliotecas del Estado. Hasta los bancos se han sumado a la carrera de la calidad; ser¨¢ porque ya no pueden ganar m¨¢s dinero. Los financieros ofrecen servicios de gran calidad, que a¨²nan la sencillez de su presentaci¨®n y la profesionalidad de la gesti¨®n. Se terminaron, definitivamente, las gangas / chapuzas, y lo que ahora se exige al comprar un frigor¨ªfico para mantener frescos los alimentos -imposible es todav¨ªa conseguir un servicio central de refrigeraciones- es que ese frigor¨ªfico funcione a la perfecci¨®n, y que cuando se adquiera una l¨¢mpara de luz, aunque no se est¨¦ comprando todo un sistema generador de electricidad, se tenga derecho a esperar que la fuente central de energ¨ªa tambi¨¦n funcione. Ya no son de recibo el acabado chapucero ni la falta de profesionalidad. Se exige, y se exigir¨¢ m¨¢s, lo bien hecho. En gastronom¨ªa nadie tolera ya los abusos de rid¨ªculas mezclas y salseos agresivos que maquillan la falta de calidad de los productos. En el vestir, los fulgurantes ¨¦xitos de un cl¨¢sico como Loewe y, si se quiere hablar m¨¢s en moderno, de la genial Sybilla, se explican as¨ª, s¨ª, por un atractivo dise?o, pero tambi¨¦n por su perfecto acabado. Por mucha obsesi¨®n que se tenga en la promoci¨®n publicitaria y aunque vaya acompa?ada por una desmesurada pasi¨®n por el triunfo, un trabajo desesperado e incluso ideas brillantes, todo ello es insuficiente si no se es capaz de coser bien un bot¨®n o presentar un traje que no est¨¦ deshilachado. ?Cu¨¢ntas promesas se pudrieron sin apenas dar fruto! ?Y qu¨¦ ha pasado con los cantantes? ?Qu¨¦ se ha hecho de aquellos que sal¨ªan a pegar cuatro gritos? Alguno de ellos est¨¢, me dicen, en alguna parte limpiando botas. Y es f¨¢cil aventurar que las limpiar¨¢ mal.
De la tan cacareada movida madrile?a -un ingenioso invento publicitario, como lo fue la ganche divine barcelonesa- quedar¨¢n apenas tres o cuatro personas, las ¨²nicas que saben su oficio. En alguna parte he le¨ªdo que uno de esos tres o cuatro dec¨ªa en una entrevista que quer¨ªa hacerlo bien, que ya nadie tragaba con las cosas "hechas a medias" y que le fastidiaban las etiquetas. Es de los pocos l¨²cidos y sabe que la movida no es m¨¢s que la ocupaci¨®n de la calle por el pueblo. La calle ya no es de Fraga, sino del pueblo en libertad, con todo lo que de fiesta representa (y tambi¨¦n con alg¨²n abuso).
Pero volvamos a lo nuestro, no sin recordar que hasta Plat¨®n interrumpi¨® uno de sus m¨¢s hermosos di¨¢logos para explicarnos c¨®mo se asa un ave, y acabemos. En 1969 se celebr¨® en Tokio la I Conferencia Internacional sobre el Control de Calidad; se habl¨® mucho de unos programas motivacionales, tales como el ZD, s¨ªntesis de cero defectos. De momento, yo me conformar¨ªa, modestamente, con una califacci¨®n TD (tres defectos). Despu¨¦s de todo, no son muchos, acostumbrados como estamos a soportar tantos.
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