Inocente
Se ignora si el Ej¨¦rcito chileno est¨¢ empleando armas espa?olas en la represi¨®n contra su propio pueblo, aunque es improbable que en el momento de vend¨¦rselas, el Gobierno espa?ol, y m¨¢s concretamente nuestro ministro de la Guerra, se?or Narciso Serra, pusiera como condici¨®n que s¨®lo se emplear¨ªan en ejercicios de precalentamiento o si, llegada la ocasi¨®n, el Ej¨¦rcito chileno pod¨ªa colaborar en la reconquista de Albania.Antes de que se incorporaran a la Real Academia dos esp¨ªritus tan cultos y tan l¨²cidos como los de Pere Gimferrer y Paco Rico, el supremo diccionario defin¨ªa la ¨¦tica como parte de la filosof¨ªa que trata de la moral y de las obligaciones del hombre. Ahora ser¨ªa necesario que el diccionario se comprometiera m¨¢s y llegara al concepto de ¨¦tico por sus contrarios: no es ¨¦tico venderle armas a un asesino genocida, por ejemplo. O bien, ser¨ªa ¨¦tico que un asesino genocida vendiera armas a otro asesino genocida, pero no lo ser¨¢, nunca que un socialdem¨®crata que gobierna en nombre de la ¨¦tica le venda armas a un asesino genocida.
Los diccionarios de las Reales Academias ya no son inocentes. El lenguaje ha perdido la inocencia incluso en sus arqueolog¨ªas y cada vez hay que connotar mejor las definiciones para que no se pongan bordes. Es inmoral por lo tanto que la Espa?a democr¨¢tica contribuya a que ametrallen a los dem¨®cratas chilenos y quien comete esa inmoralidad ha perdido la inocencia hist¨®rica que debe suponerse en toda pol¨ªtica humanista. La solidaridad moral democr¨¢tica internacional prohibe que para cuadrar la balanza de pagos se cierren los ojos ante el asesinato pol¨ªtico, ante masacres como las que se practican contra el pueblo chileno.
Otra cosa es el abracadabrante caso de los muchachos quemados vivos por el Ej¨¦rcito chileno. Nuestro ministro de la Guerra no vende gasolina a Pinochet y por lo tanto es inocente frente a cualquier sospecha de complicidad incendiaria. No. Que esos cuerpos quemados no le quiten el sue?o. Pero cada vez que los milicos ametrallan la multitud, yo no me siento a gusto como espa?ol y me queda la duda de c¨®mo se sentir¨¢ nuestro ministro de la Guerra.
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