Parias y avestruces
Un pueblo marginado, hostigado e incomprendido por la sociedad espa?ola
La irascible reacci¨®n de los vecinos de Martos, que han incendiado las viviendas de los gitanos de la localidad y les han hecho huir del pueblo para preservar su integridad f¨ªsica, no es un incidente aislado. En los ¨²ltimos a?os se han producido docenas de casos de parecida gravedad (pol¨ªgono Actur en Zaragoza, enfrentamientos en el madrile?o barrio de San Crist¨®bal de los ?ngeles, persecuci¨®n a tiros en la barcelonesa barriada de La Perona, intento de los vecinos bilba¨ªnos de Txurdinaga y Ocharcoagadesa de expulsar a los gitanos, continuas manifestaciones contra su presencia en la pedan¨ªa murciana de Puente Tocino, entre otros) que invalidan cualquier intento de considerar los sucesos de Martos como un brote aislado de racismo, ajeno al sentir de la sociedad espa?ola y escandaloso para cualquier ciudadano bien pensante por el solo hecho de habitar en barrios donde no existen gitanos.La poblaci¨®n gitana en Espa?a, seg¨²n estimaciones de Presencia Gitana y de la Asociaci¨®n para el Desarrollo Gitano, oscila entre 300.000 y 500.000 personas que viven diseminadas en pr¨¢cticamente todo el territorio nacional. La mayor¨ªa de ellos habita en peque?os n¨²cleos de chabolas en el extrarradio de las grandes ciudades, junto a vertederos o cementerios de autom¨®viles y chatarras, o a las afueras de poblaciones agr¨ªcolas. V¨ªctimas hist¨®ricas de una leyenda negra, que los identifica con la delincuencia y la suciedad, han sido desplazados en las ¨²ltimas d¨¦cadas de los caminos y del nomadismo, su tradicional forma de vida, como consecuencia de la transformaci¨®n de una sociedad espa?ola rural y atrasada en una sociedad urbana y desarrollada.
Han sido los ¨²ltimos inmigrantes llegados a las grandes ciudades han acudido cuando las vacas gordas del desarrollismo econ¨®mico tocaban a su fin y lo han hecho en las peores condiciones posibles: analfabetismo, falta de h¨¢bitos de sedentarismo, modos de vida y de comportamiento familiar ajenos a los comportamientos mayoritarios, ausencia de cualquier experiencia asalariada, etc¨¦tera. Han cambiado de forma s¨²bita y violenta su cultura tradicional del fuego y el caballo, el buhonerismo, por la cultura urbana. Lo que les ha convertido en doblemente marginados.
Violencia y marginaci¨®n
El colectivo gitano tiene una tasa de natalidad superior en cerca de dos puntos a la media nacional (cada 13 o 14 a?os se duplica su poblaci¨®n, seg¨²n Defensa Gitana) una mortalidad infantil muy superior a la de los payos y una esperanza de vida de 50 a?os (inferior en 25 a?os a la de cualquier otro espa?ol). El analfabetismo, considerando las pautas de la Unesco (que incluyen en tal denominaci¨®n a las personas que a¨²n sabiendo leer y escribir son incapaces de interpretar las realidades m¨¢s elementales), alcanza al 75% u 80. de la poblaci¨®n. Y la falta de documentos, inexistencia de carn¨¦ de identidad o de registro de nacimiento, afecta todav¨ªa a un 15% de los gitanos (hace 15 a?os el 60% carec¨ªa de documentos, seg¨²n Presencia Gitana).Al desarraigo, incomprensi¨®n y soledad del emigrante llegado del campo a la gran ciudad, hacinado en chabolas y marginado de los grandes servicios de la urbe (luz alcantarillado, escuelas, centros sanitarios, etc¨¦tera), suman los sotanos la crisis de su propia cultura y de sus pautas tradicionales de comportamiento.
Las autoridades, los ayuntamientos en la mayor¨ªa de los casos, no dudan en desalojarlos de determinadas zonas para que el Papa, como ocurri¨® en Zaragoza, o el Rey, como sucedi¨® en Sevilla no presencien el espect¨¢culo tercermundista de sus chabolas. Y los acaban hacinando en casas prefabricadas, junto a familias gitanas enemigas o junto a deshere dados payos, donde los ajustes de cuentas o las querellas por la disputa de una actividad econ¨®mica (chatarreo, recogida de cartones, etc¨¦tera) o por la convivencia forzada son frecuentes. Los programas de realojamiento en muchos casos, en los ¨²ltimos a?os, s¨®lo han servido para despilfarrar dinero p¨²blico y para generar nue vas tensiones. Se facilita un buen piso a una familia gitana sin tener en cuenta que necesita una vivienda baja para poder seguir alojando un borrico, que es su ¨²nico e imprescindible instrumento de trabajo para recoger cart¨®n o chatarra. Se les aloja junto a familias enemigas o en comunidades hostiles, cuando ellos reh¨²yen el que se les agrupe para evitar enfrentamientos. La incorporaci¨®n de los ni?os gitanos a escuelas piloto no ha servido para corregir sus elevadas tasas de fracaso escolar, sino todo lo contrario. Han contribuido a acentuar su marginaci¨®n con respecto a los ni?os payos, seg¨²n reconocen los miembros de la Asociaci¨®n para el Desarrollo Gitano.
Miembros de esta asociaci¨®n citan ejemplos de buena integraci¨®n de gitanos y payos en algunos barrios de Madrid, en los que se han tenido en cuenta los deseos de ¨¦stos de asentarse en una zona y no en otra (en funci¨®n de su actividad econ¨®mica o de sus familiares o rivales), y se muestran decididos partidarios de escuelas, y aulas comunes para payos y gitanos con un profesorado de apoyo para estos ¨²ltimos. Insisten en que hay que incorporar a los gitanos a la sociedad, que es un t¨¦rmino muy distinto al de integraci¨®n o asimilaci¨®n, que puede suponer una renuncia a sus valores culturales y a su personalidad como pueblo. Aseguran que los niveles de delincuencia o de drogadicci¨®n son mucho menores entre los j¨®venes gitanos que entre los payos, en las barriadas madrile?as, porque en los primeros se da un control familiar mucho mayor de los padres sobre los hijos y sostienen que el gitano es generalmente m¨¢s trabajador que su vecino el payo, aunque desempe?a empleos marginales y propios de la econom¨ªa sumergida.
Tanto los miembros de esta asociaci¨®n como los de Presencia Gitana denuncian las crecientes trabas que est¨¢n poniendo los ayuntamientos a la venta ambulante, actividad desarrollada por muchos gitanos, y los elevados impuestos que se les imponen. Esta persecuci¨®n indiscriminada de la venta ambulante o los proyectos municipales de gestionar directamente los residuos y el material de desecho que produce la ciudad reducen aun m¨¢s los escasos medios de subsistencia de este colectivo. Lo que contribuye a favorecer su desarraigo y propicia los brotes ole delincuencia o de enfrentamiento entre comunidades. La actitud de los cuerpos de seguridad del Estado y de las polic¨ªas municipales contin¨²a estando llena de prejuicios hacia este colectivo.
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