Reagan, el gendarme universal
LA NOTICIA del env¨ªo de soldados y helic¨®pteros estadounidenses a Bolivia para reforzar la persecuci¨®n de las instalaciones ilegales dedicadas a la producci¨®n de coca¨ªna no puede por menos que causar inquietud. No se trata de examinar la mayor o menor eficacia de esas tropas para el objetivo concreto de ¨¢cabar con el narcotr¨¢fico; experiencias anteriores no son nada concluyentes. En todo caso, es probable qu¨¦ una operaci¨®n que deb¨ªa permanecer secreta ha sido conocida a causa de determinadas filtraciones. Se pone as¨ª al descubierto que EE UU utiliza elementos de sus fuerzas armadas sin tener para nada en cuenta las normas de las relaciones entre Estados soberanos. Al mismo tiempo, sehan dado a conocer proyectos de la Administraci¨®n Reagan enfilados a una utilizaci¨®n muy extendida de unidades militares para perseguir la producci¨®n de drogas; se estudia concretamente un plan de 400 millones de d¨®lares destinados a este fin.No es posible prescindir, ante la noticia de la llegada de unidades militares a Bolivia, del contexto en el que estos hechos tienen lugar. Si EE UU hubiese aplicado escrupulosamente las normas del derecho internacional en cuanto al env¨ªo de sus tropas a pa¨ªses extranjeros, es probable que la reacci¨®n ante lo de Bolivia ser¨ªa distinta. Pero no se puede olvidar que la aviaci¨®n norteamericana ha bombardeado Libia en fecha reciente; el Ej¨¦rcito de EE UU tiene establecidas bases en Honduras para apoyar a la contra nic¨¢rag¨¹ense, financiada y dirigida desde Washington, y existe el temor de que EE UU- env¨ªe tropas para atacar al Gobierno de Managua. En todos estos casos EE UU ha actuado de modo unilateral, desconociendo la Carta de las Naciones Unidas. El Tribunal Internacional de La Haya ha condenado su actuaci¨®n en relaci¨®n con Nicaragua.
Tal es el marco en el que salta la noticia de la llegada de soldados y helic¨®pteros de EE UU a Bolivia para la lucha Contra el narcotr¨¢fico. Hasta ahora, aparte de las fuentes de Washington, la confirmaci¨®n ha sido dada, no por ¨®rganos oficiales bolivianos, sino por la Embajada de EE UU en La Paz. Seg¨²n las declaraciones hechas por el presidente del Congreso boliviano, Gast¨®n Encinas, la llegada de los militares norteamericanos se ha producido violando la Constituci¨®n del pa¨ªs. ?sta requiere la aprobaci¨®n previa del Congreso para que puedan entrar tropas extranjeras en el territorio nacional; tal autorizaci¨®n no ha sido concedida, ya que nada se sab¨ªa al respecto y el tema ni siquiera ha sido tratado. Cabe suponer que la operaci¨®n deb¨ªa desarrollarse de modo secreto y prescindiendo de toda legalidad.
El texto de la orden secreta del presidente Reagan, aprobada hace tres meses y que ha sido la base legal para el env¨ªo de tropas a Bolivia, es sumamente significativo: Reagan califica el narcotr¨¢fico como un peligro para la "seguridad nacional" a causa de su "capacidad de desestabilizar a los aliados democr¨¢ticos a trav¨¦s de la corrupci¨®n de las instituciones pol¨ªticas y judiciales"; por tanto, ese peligro para la seguridad nacional puede requerir una intervenci¨®n del Ej¨¦rcito. El concepto de seguridad nacional alcanza una extensi¨®n casi sin fronteras. Hoy se considera que la droga tiene "capacidad de desestabilizar", pero ma?ana se podr¨¢ atribuir esa misma capacidad a otros factores, no s¨®lo de corrupci¨®n, sino m¨¢s directamente pol¨ªticos. Por ejemplo, unas elecciones ganadas por los malos. Y al surgir una capacidad de desestabilizar, se justificar¨ªa la intervenci¨®n militar. Reagan parece querer convertir a EE UU en una especie de gendarme universal con derecho a decidir por su cuenta el env¨ªo de aviones, helic¨®pteros, tropas, a un pa¨ªs que albergue factores desestabilizadores. Algunos congresistas han planteado ya la conveniencia de que EE UU realice operaciones similares a la de Bolivia en Tailandia y en M¨¦xico. Esta mentalidad, que se afianza cada vez m¨¢s en Washington, pone en entredicho el principio mismo de la soberan¨ªa de los Estados, vulnera el derecho internacional, consagra el uso de la fuerza como m¨¦todo de relaci¨®n entre los pa¨ªses y subvierte los valores m¨¢s preciados de la tradici¨®n norteamericana de respeto a la ley y a la libertad.
La lucha contra el tr¨¢fico de drogas otorga a la operaci¨®n iniciada en Bolivia una imagen externa que puede suscitar simpat¨ªas en capas relativamente amplias. Pero no es posible callar sus efectos negativos: entre otros, puede ser una forma de ir acostumbrando al p¨²blico norteamericano a considerar normal el env¨ªo de sus tropas atal o cual pa¨ªs extranjero, y especialmente de Am¨¦rica Latina. Un m¨¦todo peculiar para intentar borrar el s¨ªndrome de Vietnam, que sigue dificultando que sectores de la Opini¨®n de EE UU aprueben la pol¨ªtica exterior de la Administraci¨®n Reagan. Por lo dern¨¢s, conviene insistir en que el narcotr¨¢fico no es un problema exclusivo de los pa¨ªses productores, sino tambi¨¦n de los consumidores, y prioritariamente de Estados Unidos. Algunos de los esfuerzos que el presidente Reagan desarrolla en la lucha contra los traficantes deber¨ªan volcarse m¨¢s decididamente en la persecuci¨®n de la Mafia y en la desarticulaci¨®n de las redes de distribuci¨®n internas de la droga, controladas por norteamericanos.
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