Sarah Ferguson se convirti¨® en alteza real ante 300 millones de telespectadores
Sarah Ferguson, una pelirroja de 26 a?os descendiente de los Estuardo, protagoniz¨® ayer su propio cuento de hadas al convertirse en alteza real duquesa de York tras su matrimonio con un jovial teniente de nav¨ªo de nombre Andr¨¦s Windsor, hijo segundo de la reina de Inglaterra. Y una vez m¨¢s la corte de San Jaime dio al mundo una lecci¨®n de organizaci¨®n, en la que se combinaron el esplendor y bato que rodean los actos oficiales de la monarqu¨ªa brit¨¢nica con una sencilla ceremonia religiosa en la casi milenaria abad¨ªa de Westminster. M¨¢s de 300 millones de personas de 32 pa¨ªses presenciaron en directo la ceremonia, en la que por primera vez se pudo ver de frente a los contrayentes gracias a una c¨¢mara oculta tras el altar y movida por control remoto.
La boda hab¨ªa despertado una expectaci¨®n sin precedentes, s¨®lo igualada por el enlace en la catedral de San Pablo, cinco a?os antes, de los pr¨ªncipes de Gales, Carlos y Diana; expectaci¨®n que llev¨® a algunos grupos de personas a instalar sus reales en el recorrido desde el palacio de Backingham a la abad¨ªa de Westrninster para asegurarse un puesto de primera fila en espera de la procesi¨®n real. Miles de personas pasaron la noche en vela en el majestuoso Mall, en Whitehall y en la, maravillosa plaza del Parlamento, donde se encuentran el palacio de las dos C¨¢maras y la abad¨ªa, de AVestminster, para poder aplaudir a la pareja.El d¨ªa amaneci¨® nublado y con una ligera llovizna. La temperatura, 17 grados. Sin embargo, el sol se dej¨® ver desde el comienzo de la procesi¨®n y durante la ceremonia, lo que permiti¨® que la reina y el resto de los miembros de la familia real fueran a la abad¨ªa y regresaran a Buckingham en carruajes descubiertos (el protocolo hab¨ªa previsto naturalmente carruajes cubiertos de respeto en caso de lluvia).
En la misma ma?ana de la ceremonia, el palacio de Buckingham anunci¨® que la reina Isabel II hab¨ªa concedido graciosamente el t¨ªtulo de duque de York, tradicionalmente reservado a los hijos segundos de los soberanos brit¨¢nicos, a Andr¨¦s.
De acuerdo con esa tradici¨®n y con el estricto protocolo de la corte, Sarah Ferguson pierde su nombre de pila para adoptar el de su marido, oficialmente princess Andrew o princesa Andr¨¦s, aunque en este caso la malsonancia queda amortiguada por el nuevo t¨ªtulo de duquesa de York.
La novia pas¨® la noche en Clarence House, residencia de la reina madre, de donde fue recogida por su padre, el comandante Ronald Ferguson, antiguo jefe de la escolta de caballer¨ªa real, un cuarto de hora antes de dar comienzo la ceremonia religiosa en la abad¨ªa. A las 11.15, la carroza de cristal, construida en 1910 para la coronaci¨®n de Jorge V, abandonaba Clarence House, en el Mall con la novia y su padre entre el clamor de la multitud. Por primera vez, uno de los secretos mejor guardados de la boda dejaba de serlo: el modelo del traje de novia, dise?ado por la modista Lindka Cierach en su piso del barrio londinense de Fulham. siguiendo las instrucciones de la propia Sarah.
El vestido, ricamente bordado en plata y pedrer¨ªa, era de sat¨¦n de seda color marfil y terminaba en una cola de cerca de siete metros de largo, cola que por su longitud caus¨® alg¨²n problema a Sarah en la abad¨ªa y al subirse al carruaje con su marido al terminar la ceremonia.
Andr¨¦s, que vest¨ªa uniforme de marino, lleg¨® a la abad¨ªa acompa?ado por su hermano Eduardo, que luc¨ªa el uniforme de teniente de la Infanter¨ªa de Marina. Durante el camino desde el palacio de Buckingham los dos hermanos -charlaban animadamente, saludando constantemente a la multitud y sonriendo.
Anteriormente, la reina y el duque de Edimburgo, la reina madre y la princesa Margarita y el resto de los miembros de la familia real hab¨ªan ocupado sus asientos a la derecha del altar mayor de la abad¨ªa, mientras que los familiares de Sarah, incluida su madre y su nuevo marido, el hacendado y jugador de polo argentino H¨¦ctor Barrantes, ocupaban el lado izquierdo.
La abad¨ªa era un espect¨¢culo de luz y color indescriptible, adornada con 30.000 flores procedentes de todos los rincones del Reino Unido y del extranjero.
La ceremonia religiosa, sencilla y r¨¢pida, de 45 minutos, tuvo un car¨¢cter ecum¨¦nico, con los dirigentes de las principales confesiones religiosas del Reino Unido -entre ellos, el primado cat¨®lico, cardenal Basic Hume- leyendo una oraci¨®n especial al t¨¦rmino del enlace.
El oficiante fue el arzobispo de Canterbury y primado de la Iglesia de Inglaterra -religi¨®n oficial de la familia real brit¨¢nica-, doctor Robert Runcie. Por deseo especial de los contrayentes se suprimi¨® la tradicional homil¨ªa.
'Obedecer' a Andr¨¦s
Sarah, a pesar de su fama de independiente y moderna, eligi¨® la liturgia del siglo XVII de la Iglesia anglicana, el libro de oraciones de 1661, en lugar de la nueva de los a?os veinte, y prometi¨®, a diferencia de la princesa de Gales, no s¨®lo amar, sino tambi¨¦n obedecer a su. marido, tal y como establece ese ritual.Seg¨²n la princesa manifest¨® en una entrevista el d¨ªa anterior, "he elegido utilizar la forma de obedecer porque alguien tiene que tomar la decisi¨®n final, y yo creo que debe ser el hombre". "No se trata", a?adi¨®, "de una cuesti¨®n de obediencia fisica, sino moral".
La abad¨ªa, construida en tiempos de Guillermo el Conquistador, duque de Normand¨ªa, en el siglo XI, fue tambi¨¦n el escenario de las bodas de la reina madre, la soberana actual, y la princesa Ana. La primera boda se celebr¨® en el a?o 1110, entre Enrique I y Matilde de Escocia.
Miembros de 17 casas reales, entre ellas la espa?ola, se encontraban en lugar preferente entre los 1.800 invitados a la ceremonia. El Pr¨ªncipe de Asturias, Felipe de Borb¨®n y Grecia, que vest¨ªa el uniforme de alf¨¦rez del Ej¨¦rcito espa?ol, y las infantas Cristina y Elena. ocuparon sus sitios a continuaci¨®n de sus t¨ªos y primos, los reyes. Constantino y Ana Mar¨ªa y sus hijos. Invitada especial del novio, la primera dama norteamericana, Nancy Reagan, llevaba un conjunto de abrigo y vestido de seda de color verde pastel. Entre los presentes, cuya lista no facilit¨® el palacio de Buckingham por razones de seguridad, estaban el actor Michael Caine y los cantantes Elton John y Billy Connolly, adem¨¢s de los embajadores de los pa¨ªses de la Alianza Atl¨¢ntica y la Commonwealth y el Gobierno y los dirigentes de la oposici¨®n, entre ellos el liberal David Steel con el tradicional kilt (falda) de su nativa Escocia.
Asomados al balc¨®n
Tras la ceremonia, los novios y la familia real se asomaron al balc¨®n principal del palacio de Buckinghain para corresponder a las aclairnaciones de la multitud. Despu¨¦s de un desayuno para 120 personas, los nuevos duques de York departieron con los veteranos acogidos en el Royal Hospital de Chelsea, desde donde un helic¨®ptero les traslad¨® al aeropuerto de Heathrow.Un avi¨®n del escuadr¨®n de la reina despeg¨® con la pareja con destino oficialmente desconocido, aunque las apuestas estaban todas a favor de una isla del archipi¨¦lago de las Azores.
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