Ecos y sombras de dos disparos de rifle
La mujer de Ernest Hemingway, Mary, cuenta lo ocurrido aquel 2 de julio de 1961 en la finca de Ketchum: "Ernest ten¨ªa un c¨¢ncer de esp¨ªritu. Una profunda depresi¨®n, Ninguna cura pudo salvarle. S¨ª, como un c¨¢ncer de esp¨ªritu. Nos encontr¨¢bamos en la casita de Idaho. Era domingo. Eran las ocho de la ma?ana. Yo sent¨ª un ruido y me despert¨¦. Cre¨ª que alguien hab¨ªa cerrado un caj¨®n demasiado fuerte. Baj¨¦, y me lo encontr¨¦ tendido en el suelo, con su rifle de caza en las manos. Se hab¨ªa disparado dos tiros".Llevaba mucho tiempo muy triste y la muerte de su amigo Gary Cooper le hundi¨® todav¨ªa m¨¢s. "Eso es todo lo que sabes. Que te mueres y no tienes tiempo de aprenderlo", hab¨ªa escrito en una ocasi¨®n y, cuando puso fin a su vida, a los 61 a?os, se abr¨ªa un vac¨ªo en la narrativa norteamericana y, por si fuera poco, un a?o despu¨¦s desaparec¨ªa William Faulkner.
Frederick Nietzsche habla de c¨®mo su Zaratustra, cuando s¨®lo ten¨ªa 30 a?os, abandon¨® su patria y el lago de su infancia y se march¨® a las monta?as para gozar durante otros 10 a?os de la plenitud y la soledad. En el teatro de Ibsen hay muchos personajes que invocan con devoci¨®n las alturas y Peer Gynt y Brand deben recordarse cuando Ernest Hemingway publica en Par¨ªs en 1924 In our time, que es una colecci¨®n de peque?os fragmentos, en una edici¨®n de 170 ejemplares.
El fondo del pesimismo
El ex libris, de aquella obra es muy significativo y se lee rodeando un dise?o de tres monta?as: "Levavi oculos meos in montes". La plenitud de las alturas es el gran argumento moral de donde llega todo el consuelo a un joven periodista de aspecto atl¨¦tico que hab¨ªa nacido en Oak Park (Illinois) y que dialoga con las guerras, busca el peligro all¨ª donde se encuentre y convive con la muerte. En el fondo de su coraz¨®n hay un pesimismo atroz y, frente a su ansia de vivir, se esconde el vac¨ªo y busca, en Walden un apoyo est¨¦tico. Utiliza un estilo artesano, intentando conseguir los m¨¢ximos resultados con los m¨ªnimos medios, construyendo una pintura t¨¢ctil de la vida cotidiana, donde se captura el destello de cada instante. Busca de esa forma "una paz por separado" siguiendo la disciplina del periodismo, con un modo de ver la realidad que parece sencillo pero que es tremendamente elaborado y que impone a sus imitadores una existencia y rigor que no siempre est¨¢n dispuestos a afrontar.
Se trata de instaurar de nuevo, en pleno siglo XX, el realismo, llamar a las cosas por su nombre, explicarnos, por ejemplo, c¨®mo son la plaza del Castillo de Pamplona o los alrededores de Udine. Huir de la fantasmagor¨ªa de Faulkner. La verdad se convierte en literatura, el estilo desaparece, casi no se ve, en estas frases breves y sencillas, que no parecen de la misma ¨¦poca que el Ulises de Joyce.
Un autor como Ernest Hemingway, que escribe como si no se notara, huyendo de cualquier experimento, eludiendo siempre las actitudes intelectuales, soslayando las mitolog¨ªas y que, en definitiva, narra como se habla. Esta consigna la hab¨ªa aprendido de, su lejano maestro Mark Twain y supone la incorporaci¨®n del lenguaje coloquial en la novela. Es el culto a la verdad como absoluto baluarte expresivo. La ret¨®rica sucumbe en la pluma de quien desprecia su oficio pero que, sin embargo, hace de toda su obra una narcisista autobiograf¨ªa. "T¨², escritor", se oye como insulto una vez.
Adi¨®s a las armas era la despiadada b¨²squeda del para¨ªso de dos enamorados que dejan la batalla -estamos en Caporetto y en la I Guerra Mundial- para huir juntos y construir un hogar en las monta?as. Esta enfermera inglesa y el oficial norteamericano herido deciden desertar e intentar llegar a Lausana, alcanzar Suiza, donde ella morir¨¢ en un parto dif¨ªcil, con un final demoledor: "Era como si me despidiera de una estatua. Transcurri¨® un momento, sal¨ª y abandon¨¦ el hospital. Y volv¨ª al hotel bajo la lluvia".
Esta obra se public¨® en 1929 tres a?os despu¨¦s que Fiesta, donde sentimos la atm¨®sfera de Par¨ªs, los consejos que Gertrude Stein pudo estar dando a los escritores de la generaci¨®n perdida. En Las nieves del Kilimanjaro vemos la agon¨ªa de un novelista frente a la cima m¨¢s alta de ?frica, el recuento mental de su vida, la menci¨®n a las p¨¢ginas no escritas, "nunca hab¨ªa escrito ni una l¨ªnea de todo aquello", y su anhelado viaje a la eternidad, a la monta?a sagrada, en un deseo de encontrar la eternidad. La vida corta y feliz de Francis Macomber desvelar¨¢ una mordaz Orestiada africana y Al otro lado del r¨ªo y entre los ¨¢rboles pintar¨¢ un amor imposible en Venecia. Santiago, en El viejo y el mar, recita en solitario un c¨¢ntico b¨ªblico a la humildad y se alza como chivo expiatorio contra los dioses que se esfuerzan en hacer justicia con los d¨¦biles.
Campanas lejanas
Espa?a ser¨ªa otro de los pilares b¨¢sicos de su obra y dej¨® Por qui¨¦n doblan las campanas, una gran novela sobre nuestra guerra civil. Robert Jordan es el propio Hemingway luchando frente al Guadarrama, los dos tienen un padre suicida y toman la guerra con cierto romanticismo esc¨¦ptico. Escribi¨® tambi¨¦n muchas p¨¢ginas sobre los toros, espect¨¢culo por el que sent¨ªa una gran afici¨®n. Robert Jordan morir¨¢ en Espa?a tras haber conseguido su meta y sus ¨²ltimos momentos son pat¨¦ticos: "?Qu¨¦ ten¨ªa? No era miedo ni terror. Era un especie de nada que conoc¨ªa demasiado bien".
Durante estos d¨ªas, como, siempre desde hace un cuarto de siglo, las campanas suenan por ti. Ernest Hemingway nos implica en el texto. El viejo pescador cubano Santiago acaba de declarar en El viejo y el mar su amor franciscano por la naturaleza: "Pez, yo te amo", y en el muchacho amigo, Manol¨ªn, el viejo pescador ve una imagen del hijo deseado, pero en otras ocasiones la 'danza de la muerte" vigila insistente.
Queda, por doquier, la m¨ªstica de lo cotidiano y un fragor incesante de nostalgia. Dedic¨® muchas p¨¢ginas inolvidables al Par¨ªs de sus a?os formativos en A moveable feast, y ahora mismo acaba de publicarse El jard¨ªn de Eden, otra de sus obras p¨®stumas, donde vivimos una extra?a historia de amor entre un escritor y dos mujeres. Queda siempre la mitificaci¨®n del instante.
-Era maravilloso pasear, sentarse en un caf¨¦ y cruzar los parques"- y la construcci¨®n de un modo de ver la vida entusiasta y pat¨¦tico al mismo tiempo.
Otras verdes colinas
Ahora que sus populares y bellas nietas desplazan en la fama al que fue su abuelo, merece la pena recordarlo, alabar aquella su dedicaci¨®n a la novela como un culto a la experiencia, rememorar su vida incluso cuando William Faulkner ha marcado m¨¢s rumbos que ¨¦l en la cartograf¨ªa de la narrativa actual.
Hemingway no fue un escritor que creara un boom latinoamericano, y preguntado una vez en Zaragoza por Joaqu¨ªn Aranda sobre qui¨¦nes eran los escritores m¨¢s famosos de aquel momento en su pa¨ªs, respondi¨® ri¨¦ndose abiertamente: "En los Estados Unidos hay dos autores verdaderamente importantes y uno de ellos se llama William Faulkner".
Innumerables fotograf¨ªas nos devuelven hoy la figura de un Hemingway sonriente saboreando un rioja, y nos traen a la memoria sus incontables viajes y sus heridas, que ya son como islas en la corriente de los tiempos. El regalo m¨¢s significativo que tuvo en su vida no fue el Premio Nobel, sino aquel d¨ªa cuando su madre le entreg¨® la pistola con la que su padre se hab¨ªa quitado la vida. Son las verdes colinas de la literatura.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.