?Olvidar el fascismo?
A finales de noviembre de 1917, las calles de Petrogrado apestaban todav¨ªa a los alcoholes que Lenin orden¨® derramar en las cloacas de la ciudad. Los cronistas fijaron en la retina de la miseria las im¨¢genes amontonadas de hombres carro?eros tendidos sobre sus harapos en las bocas de las alcantarillas, lamiendo las gotas de licor refugiadas en las rendijas.Este despilfarro cort¨® los saqueos de las masas peterburguesas a las bodegas de sus fugados arist¨®cratas y as¨ª ces¨® la borrachera innumerable que comenzaron, en los s¨®tanos del Palacio de Invierno, los guardias rojos de Antonov Ovseenko que lo asaltaron. Y, bajo el signo de una colosal resaca, comenz¨® la construcci¨®n del socialismo. Una muestra reci¨¦n nombrado comisario de Cultura, el apacible Anatoli Lunatchairski redact¨® por entonces una encendida proclama convocando a todos los intelectuales dispuestos a unirse a la triunfante revoluci¨®n bolchevique. Se presentaron cinco.
Algo menos de 20 a?os despu¨¦s, en julio de 1937, s¨®lo unos centenares de entre los miles y miles de intelectuales que saltaron como resortes en todo el mundo ante otra convocatoria similar, lograron llegar a su destino: la Espa?a a¨²n no sojuzgada por el fascismo. En su encuentro, el Congreso Internacional de Intelectuales Antifascistas, esta palabra -la pura negatividad del antifascismo- gir¨® sobre s¨ª misma y se hizo palabra positiva, o como describe Georges Soria en su tratado sobre la guerra espa?ola, el disperso abanico del rechazo al fascismo se cohesion¨® y se hizo afirmaci¨®n.
Han pasado 49 a?os y no se ha llegado al fondo de ese giro cohesionador de la gran negaci¨®n afirmadora de nuestro tiempo. Una muestra: el brote, con resonancias grotescas, de fascismo ocurrido en Madrid el 23 de febrero de 1981 desencaden¨® cuatro d¨ªas despu¨¦s la mayor concentraci¨®n humana espont¨¢nea ocurrida en la Europa posterior a la segunda guerra mundial. Una s¨®la chispa encendi¨® la hoguera de los rechazos convertidos en construcciones.
El Congreso de 1937 es historia hecha, pero su obra de cohesi¨®n sigue y seguir¨¢ siendo historia por hacer. Hoy, por saturaci¨®n de conmemoraciones, se dice: "Hay que olvidar al fascismo". Pero si alguna idea firme nos leg¨® el Congreso del 37 es que el olvido del fascismo es la antesala de ¨¦ste.
Entre los cinco locos que acudieron a la llamada de Lunatcharski, los miles que respondieron al grito de la Rep¨²blica y el susurro de sirena del olvido de hoy, queda un tenso hilo: que la memoria del horror tiende por instinto a borrarse y que toda libertad conquistada -la otorgada es solo una apariencia de libertad- es fr¨¢gil cuando no hay bajo ella un compromiso ¨¦tico e incluso -siguiendo a Sartre- ontol¨®gico, situado en cuanto conducta sobre epid¨¦rmicos acuerdos ideol¨®gicos y, por consiguiente, dispuesto a ahondar en esa cohesi¨®n.
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