Historia personal
En el n¨²mero correspondiente al viernes, 18 de julio se incluye un trabajo, p¨®stumo del profesor Antonio Tovar, bajo el gen¨¦rico amparo del "50 aniversario de la guerra civil" y el t¨ªtulo espec¨ªfico De Berl¨ªn a Valladolid. Tovar, por quien siempre sent¨ª admiraci¨®n y estima, me cita sin dar mi nombre, con un incomprensible para m¨ª, pudor, que al ser de ultratumba no tiene remedio por su parte.Dioce que otro asiduo al caf¨¦ Wien, en la Kurf¨¹rstendam, en tertulia formada en torno al tambi¨¦n fallecido y querido Eugenio Montes, era "un muchacho madrile?o, bastante m¨¢s joven que yo, que estaba en Berl¨ªn puede decirse que refugiado, huido de Madrid, enredado en una de aquellas tragedias". Tras sugerir que el muchacho hab¨ªa matado a otro joven socialista o comunista, le calificaba de "alegre, simp¨¢tico, un poco c¨ªnico, y se convirti¨®, como el ¨²nico iniciado, en nuestro maestro de fascismo...".
M¨¢s adelante comenta que contribuy¨® a pagar el billete del tal muchacho en la traves¨ªa Hamburgo-Lisboa y fin de trayecto en Salamanca.
No se me alcanza la reserva de Tovar cuando escribe que "ser¨¢ conveniente que olvide su nombre ,y que le llamemos XX". Poco antes de su muerte coincidimos en alguna parte, y casi medio siglo despu¨¦s comentamos nost¨¢lgicamente aquel tiempo ido.
Agradecer¨ªa la publicaci¨®n de esta carta en nombre de leg¨ªtima vanidad de haber sido amigo de personas como Eugenio Montes -entra?ablemente-, Mart¨ªn
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Almagro y Antonio Tovar, adem¨¢s de unos 8 o 10 m¨¦dicos becarios que form¨¢bamos aquella primera expedici¨®n. Pero, con la molestia que ya dan los a?os, debo rechazar esa magistratura que Tovar me atribuye. Tambi¨¦n yo pas¨¦ por la FUE y me detuvieron en la calle de Alcal¨¢, meti¨¦ndome de unapatada en el trasero en un coche policial para ir a aumentar el overbooking de la c¨¢rcel Modelo, por tirar al aire octavillas falangistas. No recuerdo que acto tan fervorosamente est¨²pido hubiera tenido consecuencias fatales para nadie. Y poco pod¨ªa influir en hombres j¨®venes, pero hechos y derechos como Tovar, Almagro, Montes y otros, pues el 18 de julio de 1936 yo contaba exactamente con 17 a?os y 29 d¨ªas de edad, suficiente para cualquier entusiasmo, pero poca para otra cosa.
Por cierto, al llegar a Salamanca, paseando por la plaza Mayor Antonio, y yo, me susurr¨®: "Ah¨ª est¨¢ don Miguel de Unamuno; tengo que saludarle". Nos acercamos, y aquel anciano, sentado ante un velador, al fresco del atardecer de septiembre, le espet¨®: "?Qu¨¦ hace usted, Tovar, vestido de mamarracho?". Ambos nos destocamos sonrojados del gorrillo azul cuartelero; conversaron maestro y disc¨ªpulo unos minutos, yo no merec¨ª ni una mirada de don Miguel.
?Ah!, en estos 50 a?os ¨²ltimos s¨®lo fui unos meses empleado chupatintas en el departamento de censura de Prensa, donde me sucedi¨® un famoso escritor y acad¨¦mico que s¨ª agradecer¨¢ que le llame XX. Pero a m¨ª, ?por qu¨¦ ese anonimato, si ni debo, ni puedo, ni quiero renunciar a mi historia personal?.-
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