El predicamento de la izquierda
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El signo m¨¢s claro de que Espa?a se ha incorporado definitivamente a Europa es, que la izquierda puede llegar al poder mediante unas elecciones pac¨ªficas, y mantenerse: en ¨¦l, y repetir. Los otros datos vendr¨¢n por a?adidura: ya se hablar¨¢n idiomas en las escuelas y se comer¨¢ entre docey una al mediod¨ªa; ya habr¨¢ una biblioteca por cada pueblo, florecer¨¢ la Nrida asociativa y se escuchar¨¢n conciertos de m¨²sica cl¨¢sica los domingos por la tarde en las iglesias.A su vez, la integraci¨®n europea ha contagiado a Espa?a con singulax prontitud una condici¨®n especial de las izquierdas. Mientras no se pudo comprobar el respaldo social aut¨¦ntico de cada opci¨®n, se pens¨® que la espa?ola triunfante ser¨ªa el comunismo. Alentaba a este pron¨®stico la situaci¨®n de la izquierda en Italia, cambiando lo, que fuere de cambiar, y -en Portugal, donde un partido comunista sin veleidades socialdem¨®cratas probaba tener audiencia entre la poblaci¨®n. Sin embargo, el mensaje europeo que prendi¨® en Espa?a era claro: el comunismo pierde su garra cuando se suprimen Is grandes desigualdades sociales y hay un acuerdo b¨¢sico de la colectividad acerca del modo en que ¨¦sta se gobierna y administra.
Im¨¢genes de miserias rurales y urbanas matizaban de incredulidad la validez de este enunciado para Espa?a. La subsistencia de agudas diferencias sociales hac¨ªa temer que no se alcanzase el grado de consenso que precisa el r¨¦gimen democr¨¢tico. Ello fue as¨ª, sin embargo, en buena medida gracias al proceso de moderaci¨®n de las izquierdas. La definici¨®n del campo de ¨¦stas en las cuatro elecciones legislativas nacionales ha sido contundente: de la miriada de candidaturas extremistas que poblaron el universosimb¨®lico espa?ol de hoces, estrellas y m artillos en 1977 se ha pasado a una oferta lac¨®nica en 1986: un partido con algo de movimiento, un movimiento con algo de partido y un correoso luchador hoy solitario.
Los avatares parlamentarios y electorales han delimitado la situaci¨®n, pero han dejado a los ciudadanos con la muy t¨ªpica y muy europea pregunta sobre el significado de la izquierda en estas condiciones.
No pretendo resolver una inc¨®gnita acerca de la que ya se ha escrito tanto que probablemente alguien instituir¨¢ pronto un premio de ensayo. Pero s¨ª recordar, aunque resulte fastidiosamente anticuado, que, sea lo que sea la izquierda en cada momento, adem¨¢s es una opci¨®n moral. Es est¨²pido pensar que el abandono del marxismo se reduce a la renuncia al deseo de pontificar soIbre las leyes inexorables de la sociedad. Se abandona el pontificado, desde luego, y tambi¨¦n lo pontificable, esto es, la idea de ,que las propuestas socialistas no precisan de justificaci¨®n moral porque rebosan necesidad hist¨®rico-cient¨ªfica.
La recuperaci¨®n de la dimensi¨®n ¨¦tica de las izquierdas plantea el sempiterno problema de si la fidelidad a los principios es compatible con la acci¨®n pr¨¢ctica. En el reverdecimiento de la par¨¢bola de la vida contemplativa y la vida activa encuentran probable marco las zozobras de muchos de aquellos que, procedentes de otras corrientes de izquierda, se suman al PSOE, o los que, dentro del partido, aplaudir¨ªan un rumbo m¨¢s radical de ¨¦ste.
En contra de la irreductible e incontaminada fidelidad a los principios, los pr¨¢ctios esgrimen dos argumeinos: uno, la eficacia no tiene por qu¨¦ ir en mertoscabo de los principios; dos, la fidelidad a los principios se paga al precio de la irrelevancia. El primer argumento suele ser una falacia; el segundo, pat¨¦ticamente cierto.
En contra de la eficacia argumentan los puros que s¨®lo puede lograrse mediante el ejercicio del poder. Y el poder es el medio de la injusticia, algo con lo que hay que acabar. La parado?a de que para acabar con el poder sea preciso antes hacerse con ¨¦l no es de las menores que ha tenido que administrar la izquierda cl¨¢sica. Una forma habitual de soslayarla consist¨ªa en sostener,entre generalizada incredulidad, que no se aspiraba al poder corno fin en s¨ª, sino como medio para el logro de otro fin superior. Lo que m¨¢s suele hacerse hoy en la izquierda moderna es ignorar la contradic-
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