Entre la inundaci¨®n y la sequ¨ªa
UNA ESTIMACI¨®N provisional ha estimado en un m¨ªnimo 6.000 millones de pesetas las p¨¦rdidas producidas por la reciente riada en las provincias de Valencia, Alicante y Murcia. Con ello, sin embargo, se dice poco de la magnitud material y humana de la cat¨¢strofe. Aunque esta vez la inundaci¨®n no se ha cobrado ninguna vida humana, lo cierto es que ha dejado a miles de familias en un estado de necesidad y desesperaci¨®n que no se paliar¨¢ inmediatamente en ning¨²n caso, y en algunos, probablemente nunca. En algunas zonas se ha perdido el 100% de la cosecha, pero, arrasadas las plantaciones, su recuperaci¨®n llevar¨ªa a?os, en el supuesto de que sus cultivadores no se vieran empujados a abandonar para siempre lo que se les ha revelado como un ingrato modo de ganarse la vida.Cuantificar las p¨¦rdidas tiene para la estad¨ªstica el sentido de establecer comparaciones con otras cat¨¢strofes de igual causa. Para los responsables oficiales, la primera ense?anza de esta recolecci¨®n de p¨¦rdidas a granel deber¨ªa servir para reflexionar sobre la insensatez que supone regatear inversiones en obras p¨²blicas de este tipo. Solamente en los ¨²ltimos cuatro a?os, las riadas han producido da?os por un valor que se acerca a los 100.000 millones de pesetas. Se trata de costes materiales directos. Los indirectos son dificiles de calcular, pero f¨¢cilmente componen una cifra que, a?adida a la anterior, justificar¨ªa haber emprendido con urgencia y decisi¨®n las reformas hidr¨¢ulicas que necesita un pa¨ªs de nuestras condiciones climatol¨®gicas y que reclama nuestro grado de desarrollo y nivel de vida. El r¨ªo Segura, en este caso, pero antes el Turia, en la misma zona, avis¨® repetidamente de sus riesgos de desbordamiento. Fue necesario, en tiempos de Franco, la masacre de la riada de 1957, con m¨¢s de 80 muertos, para que las autoridades de entonces se sintieran obligadas a poner en marcha el tantas veces proclamado encauzamiento del r¨ªo.
Con un Gobierno socialista y democr¨¢tico, que no ha ahorrado ocasi¨®n para proclamar su devoci¨®n tecnol¨®gica, ser¨ªa esperable que no necesitara contemplar el espect¨¢culo de un siniestro, ni necesitara o¨ªr las voces de cientos de miles de ciudadanos perjudicados para poner en pr¨¢ctica los remedios. Hace apenas cuatro a?os, la rotura de la presa de Tous caus¨® 40 muertos y m¨¢s de 100.000 personas tuvieron que ser evacuadas. Era en octubre. Alrededor de un mes m¨¢s tarde, 11 v¨ªctimas mortales m¨¢s ampliaron el censo que se cobraban otras inundaciones, esta vez en Huesca, Catalu?a y Andaluc¨ªa. El antecedente, sin embargo, m¨¢s terrible fue el que sufr¨ªo el Pa¨ªs Vasco, adem¨¢s de las provincias de Burgos y Santander, en agosto de 1983: murieron casi 50 personas y las p¨¦rdidas se calcularon en 60.000 millones de pesetas.
Hay cat¨¢strofes inelubibles, pero en todos los casos de inundaciones que ha presenciado el Gobierno del PSOE, una parte de las consecuencias pudo ser evitada. En el Pa¨ªs Vasco, por ejemplo, la falta de un verdadero servicio de Protecci¨®n Civil, cuya direcci¨®n general contaba con el rid¨ªculo presupuesto de 60 millones de pesetas, multiplic¨® los da?os, y acaso las v¨ªctimas. En esa ocasi¨®n la falta de cordinaci¨®n entre los departamentos y entre el Gobierno central y auton¨®mico a?adieron caos al caos. Este desabarjuste era predecible a partir de la organizaci¨®n e infraestructura de que se dispon¨ªa. E igualmente predecible, como se han apresurado a declarar las autoridades locales y provinciales, era que el abandono de su cauce por el Segura pod¨ªa dar en los efectos de desbordamiento y contaminaci¨®n de playas que se han producido.
No es puro voluntarismo creer que las tragedias derivadas de las inundaciones pueden ser evitadas o paliadas en un alto grado. La t¨¦cnica dispone de mecanismos de detecci¨®n capaces de alertar sobre peligros posibles y propiciar las soluciones para neutralizarlos. Igualmente, a un nivel m¨¢s elemental, existen planes y dise?os de reformas hidr¨¢ulicas que, plasmados sobre el papel, han quedado incomprensiblemente paralizados. Que haya de ser la destrucci¨®n de riqueza y el clamor de las v¨ªctimas quienes muevan a ponerlos en pr¨¢ctica es de una crueldad intolerable. Avisos para ponderar la gravedad de la amenaza no faltan. Nada menos que 36 graves inundaciones, a m¨¢s de una por a?o, se han registrado en Espa?a desde comienzos de los a?os cincuenta. Seguir considerando cuanto de negativo sucede en este ¨¢mbito como un azote de la Naturaleza o como un castigo del cielo es una disposici¨®n anacr¨®nica, y si est¨¢ bien que ciertas modalidades de seguro, de atenciones fiscales o de cap¨ªtulos presupuestarios traten de paliar los da?os, estar¨ªa mucho mejor una moderna y activa pol¨ªtica de obras hidr¨¢ulicas que los evite.
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