Guerra en la paz
Mientras los J¨®venes parados cruzan coches en las calles donostiarras y desahogan en la guerra santa su demasiado justificada frustraci¨®n social., entre carreras y pelotazos de la polic¨ªa, releo con agobio una de las mejores novelas hist¨®ricas de nuestra literatura: paz en la guerra, de Unamuno. No hay libro preferible para quien quiera iniciarse en el llamado problema vasco, ni tampoco m¨¢s desolador. ?Hasta cu¨¢ndo seguiremos padeciendo en Euskal Herr¨ªa los arrechuchos c¨ªclicos de la carlistada? ?Hasta cu¨¢ndo los tibios intentos de racionalizaci¨®n democr¨¢tica del Estado espa?ol seguir¨¢n tropezando contra ese escollo oscuro, ayer comuni¨®n tradicionalista y hoy nacional-leninismo no menos eucar¨ªstico? Con un ropaje u otro, siguen oy¨¦ndose las diatribas del Gambelu unamuniano: "?Tanta ley, tanta Constituci¨®n, tanto reglamento! Aqu¨ª vivimos hace siglos con nuestros buenos usos y costumbres... Para los, buenos bastan los mandamientos de la ley de Dios; para los dem¨¢s, hecha la ley, hecha la trampa.... ?Democracia la nuestra!... y continuaba desarrollandio su programa de ?guerra a la ciudad! y ?duro en el rico!". ?Qu¨¦ desperdicio de fervor y sangre juveniles, qu¨¦ provecho para fren¨¦ticos y pescadores a r¨ªo revuelto...!Hace varias semanas, mi amigo Javier S¨¢daba se preguntaba en esta misma columna acerca de qui¨¦n teme a Herri Batasuna. La l¨ªnea de su argumentaci¨®n me interesa, sobre todo porque su honrada voluntad progresista me consta de antiguo, es decir, porque si se equivoca no lo hace -como supongo de: otros interesadamente. Pero no por ello me asombran menos algunos de sus planteamientos. Dejemos de lado los c¨¢lculos que amalgaman los votos de HB, PNV y EE a fin de conseguir una legitimaci¨®n democr¨¢tica para... ?para qu¨¦, exactamente? ?El litigio anticonstitucional? ?La lucha armada? ?El malestar de la cultura? Tambi¨¦n me parece un ofuscamiento venial sostener (que HB obtuvo sus votos "en unas condiciones mucho peores que las peores condiciones del m¨¢s maltratado de los partidos pol¨ªticos estatales". No es f¨¢cil reconocer en esta descripci¨®n pat¨¦tica al grupo que cuenta con peri¨®dico propio, llev¨® a cabo todos los actos electorales que quiso, desarroll¨® una excelente campa?a de carteles por todo Euskadi (mejor que la de los dem¨¢s, pues, inteligentemente, no incurri¨® en la ordinariez de la t¨®pica foto, de candidatos) y hasta cont¨® con la involuntaria colaboraci¨®n del delirio represivo en el entierro de un preso cuya muerte, por cierto, dista de estar clara.
M¨¢s digna de atenci¨®n resulta la an¨¦cdota que cuenta sobre la imposibilidad de leer en Madrid cierta tesis en euskera, por la contradicci¨®n que encierra proponer el caso como argumento pol¨ªtico a favor de..., bueno, a favor de lo que sea. Y ello, por tres razones: primera, porque reivindicar la lectura de tesis en euskera en Madrid supone admitir que los hablantes de tal lengua son miembros a todos los efectos del Estado espa?ol, lo cual no me suena a doctrina de Herri Batasuna; segundo, porque no se subraya con la debida fuerza que hoy, en Euskadi, cualquiera puede leer su. tesis en euskera sin cortapisas (el que muchos lo hagan en castellano es resultado de una libertad de opci¨®n contra- la que supongo que ni Javier S¨¢daba ni yo -ambos-vascos y doctorados en lengua castellana- tenemos derecho a protestar; tercero, porque aducir tal agravio comparativo -fruto, desde luego, de la insensibilidad burocr¨¢tica menos atenta al esp¨ªritu de la Constituci¨®n- en un contexto de explosiones que causan docenas de muertos, ametrallamientos, heridos rematados con el tiro en la nuca, etc¨¦tera, parece, como m¨ªnimo, desproporcionado.
Se queja S¨¢daba de que a HB no se le reconozca virtud alguna salvo la que se desprende de fallos ajenos; yo me quejar¨ªa m¨¢s bien de que no se atreva a asumir ninguna, salvo la de administrar pol¨ªticamente la presi¨®n militar de ETA. A la pregunta ret¨®rica "?Qui¨¦n teme a HB?", la ¨²nica respuesta que parece obligada es: temen a ese partido quienes no le permiten ir a ocupar su lugar en el Parlamento y el Senado para desempe?ar esas potencialidades progresistas que algunos les regatean. Dig¨¢moslo de otro modo: ?a qui¨¦n teme Herri Batasuna? Porque es evidente que los miembros de esa coalici¨®n no pueden reservar todo su valor para enfrentarse a los guardias civiles: otras metralletas les vigilan m¨¢s de cerca. Y es ocasi¨®n de asumir lo que ya a estas alturas seguro que muchos de ellos presienten, bien expresado por Alejandro Herzen, el rebelde m¨¢s generoso y l¨²cido del pasado siglo: "Ni la bravura personal ni el car¨¢cter bastan para convertir a un hombre en revolucionario, si no lo es como lo requiere su ¨¦poca".
Creo que el problema de Euskadi, cuanto menos real es, m¨¢s grave lo van haciendo. Los grandes conflictos simb¨®lico-pol¨ªticos de este siglo tienen siempre su lado concreto, material, en el sentido marxista de la palabra, por donde pueden ser asidos: oligarqu¨ªa econ¨®mica protestante en Irlanda, explotaci¨®n racial en Sur¨¢frica, imperialismo depredador en tantas afirmaciones inacional-guerrilleras de Am¨¦rica Latina. Pero nada de eso se encuentra en Euskal Herr¨ªa, donde la oligarqu¨ªa econ¨®mica, la explotaci¨®n racista y el imperialismo -que no faltan- no son acosos a los vascos por el resto de[ Estado, sino de vascos por vascos o de miembros de otras regiones por vascos. Cuanto m¨¢s se insiste en Euskadi en el conflicto nacional, m¨¢s se enmascara y desvirt¨²a el perfil de los aut¨¦nticos conflictos. De aqu¨ª el ¨¦xito de este planteamiento simplificador, que conviene a los torpes y perezosos por lo burdo, pero a otros porque deja intactos ,los aut¨¦nticos problemas de fondo.
Que hay que negociar es cosa clara. Que tal negociaci¨®n s¨®lo puede ser pol¨ªtica, no militar, es m¨¢s claro todav¨ªa, sobre todo para quienes ya hemos vivido lo bastante bajo una dictadura mil?tar como para tolerar que ahora nos impongan otra en nombre del pueblo, el proletariado o cualquier otra gaita al uso. Ya vamos aceptando que a esos chicos habr¨¢ que darles empleo, sueldo y una medalla para que se queden contentos, pero, desde luego, izada m¨¢s. L¨¢stima que el Gobierno socialista, en lugar de lanzar baladronadas risibles sobre sus ¨¦xitos policiales y la "desarticulaci¨®n del enemigo" -que son desmentidas pocas horas m¨¢s tarde por la pr¨®xima bomba que les ponen bajo el trasero y de la que se enteran cuando llegan las arribulancias- no afronte de ve ras las aut¨¦nticas medidas simb¨®licas que privar¨ªan de argumentos a los terroristas: sustituci¨®n de la Polic¨ªa Nacional por la aut¨®noma, refer¨¦ndum en Navarra, etc¨¦tera. Pero l¨¢stima tambi¨¦n que haya tantos insensatos que se tomen la algarada y el tiroteo como alegres se?as de identidad, que no sabr¨ªan susti ituir por otras m¨¢s sutiles o reaIistas.
Francamente, cada vez veo m¨¢s claro que esta carlistada, ya ciemasiado tr¨¢gica, va a acabar pero que muy mal. Y de nuevo a los intelectuales, sobre todo a los de aqu¨ª, se nos plantea un problema de conciencia y de consciencia. Este verano parece estar de rnoda dar tirones de orejas a los antiguos fascistas. Pues bien, m¨¢s de uno -pero por lo menos uno- de los inquisidores que revelan el supuesto pasado fascista de los dem¨¢s har¨ªan bien en preguntarse por su propio pasado y presente -lo que es aun peorsirviendo de cobertura ideol¨®gica "movimientos totalitarios adictos a la purga criminal y a la bomba en cafeter¨ªas. Porque ¨¦stos en riada son preferibles a los dichosos fascistas del pasado. M¨¢s vale prevenir ahora nuestras actitudes te¨®ricas, no sea que el v¨¦rtigo de gallard¨ªas marciales y nacionales nos obligue ma?ana a amargos arrepentimientos.
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