El cataclismo de Damocles
Un minuto despu¨¦s de la ¨²ltima explosi¨®n, m¨¢s de la mitad de los seres humanos habr¨¢ muerto, y el polvo y el humo de los continentes en llamas derrotar¨¢n a la luz solar; y las tinieblas absolutas volver¨¢n a reinar en el mundo; un invierno de lluvias anaranjadas y huracanes helados invertir¨¢ el tiempo de los oc¨¦anos y voltear¨¢ el curso de los r¨ªos, cuyos peces habr¨¢n muerto de sed en las aguas ardientes, y cuyos p¨¢jaros no encontrar¨¢n el cielo; las nieves perpetuas cubrir¨¢n el desierto del S¨¢hara; la vasta Amazonia desaparecer¨¢ de la faz del planeta destruida por el granizo, y la era del rock y de los corazones trasplantados estar¨¢ de regreso a su infancia glacial; los pocos seres humanos que sobrevivan al primer espanto, y los que hubieran tenido el privilegio de un refugio seguro a las tres de la tarde del lunes aciago de la cat¨¢strofe magna, s¨®lo habr¨¢n salvado la vida para morir despu¨¦s por el horror de sus recuerdos; la creaci¨®n habr¨¢ terminado; en el caos final de la humedad y las noches eternas, el ¨²nico vestigio de lo que fue la vida ser¨¢n las cucarachas.Se?ores presidentes, se?ores primeros ministros, amigas, amigos: esto no es un mal plagio del delirio de Juan en su destierro de Patmos, sino la visi¨®n. anticipada de un desastre c¨®smico que puede suceder en este mismo instante, la explosi¨®n -dirigida o accidental- de s¨®lo una parte m¨ªnima del arsenal nuclear que duerme con un ojo y vela con el otro en las santab¨¢rbaras de las grandes potencias.
As¨ª es: hoy, 6 de agosto de 1986, existen en el mundo m¨¢s de 50.000 ojivas nucleares emplazadas; en t¨¦rminos caseros, esto quiere decir que cada ser humano, sin excluir a los ni?os, est¨¢ sentado en. un barril con unas cuatro toneladas de dinamita, cuya explosi¨®n total puede elimiInar doce veces todo rastro de vida en la Tierra. La potencia de aniquilaci¨®n de esta amenaza colosal, que pende sobre nuestras cabezas como un cataclismo de Damocles, plantea la posibilidad te¨®rica de inutilizar cuatro planetas m¨¢s de los que giran alrededor del Sol, y de influir en el equilibrio del sistema solar. Ninguna ciencia, ning¨²n arte, ninguna industria se ha doblado a s¨ª misma tantas veces como la industria nuclear desde su origen, hace 41 a?os, ni ninguna otra creaci¨®n del ingenio humano ha tenido nunca tanto poder de terminaci¨®n sobre el destino del mundo.
Despilfarro nuclear
El ¨²nico consuelo de estas simplificaciones terror¨ªficas -si de algo nos sirven- es comprobar que la preservaci¨®n de la vida humana en la Tierra sigue siendo todav¨ªa m¨¢s barata que la peste nuclear, pues con el solo hecho de existir, el tremendo apocalipsis cautivo en los silos de muerte de los pa¨ªses m¨¢s ricos est¨¢ malbaratando las posibilidades de una vida mejor para todos.
En la asistencia infantil, por ejemplo, esto es una verdad de aritm¨¦tica primaria. La Unicef calcul¨® en 1981 un programa para resolver los problemas esenciales de los 500 millones -de ni?os m¨¢s pobres del mundo, incluidas sus madres. Comprend¨ªa la asistencia sanitaria base, la educaci¨®n elemental, la mejora de las condiciones higi¨¦nicas, del abastecimiento de agua potable y de la alimentaci¨®n. Todo esto parec¨ªa un sue?o imposible de 100.000 millones de d¨®lares, sin embargo, ese es apenas el costo de 100, bombarderos estrat¨¦gicos B-1B, y de menos de 7.000 cohetes crucero, en cuya producci¨®n ha de invertir el Gobierno de Estados Unidos 21.200 millones de d¨®lares.
En la salud, por ejemplo: con el costo de 10 portaviones nucleares Nimitz, de los 15 que va a fabricar Estados Unidos antes M a?o 2000, podr¨ªa realizarse un programa preventivo para m¨¢s de 1.000 millones de personas contra el paludismo, y evitara la muerte -s¨®lo en ?frica- de m¨¢s de 14 millones de ni?os.
En la alimentaci¨®n, por ejemplo: el, a?o pasado hab¨ªa en el mundo, seg¨²n c¨¢lculos de la FAO, unos 575 millones de personas con hambre, su promedio cal¨®rico indispensable habr¨ªa costado menos que 149 cohetes MX, de los 223 que ser¨¢n emplazados en Europa Occidental, con 27 de ellos podr¨ªan comprarse los equipos agr¨ªcolas necesarios para que los pa¨ªses, pobres adquieran la suficiencia alimentaria en los pr¨®ximos cuatro a?os. Ese programa, adem¨¢s, no alcanzar¨ªa a costar ni la noventa parte del presupuesto militar sovi¨¦tico de 1982.
En la educaci¨®n, por ejemplo: con s¨®lo dos submarinos at¨®micos Tridente, de los 25 que planea fabricar el Gobierno actual de Estados Unidos, o con una cantidad similar de los submarinos Typhoon que est¨¢ construyendo la Uni¨®n Sovi¨¦tica, podr¨ªa intentarse por fin la fantas¨ªa de la alfabetizaci¨®n mundial. Por otra parte, la construcci¨®n de las escuelas y la calificaci¨®n de los maestros que har¨¢n falta al Tercer Mundo para atender las demandas adicionales de la educaci¨®n en los 10 a?os por venir podr¨ªan pagarse con el costo de 245 cohetes Tridente II, y a¨²n quedar¨ªan sobrando 419 cohetes para el mismo incremento de la educaci¨®n en los 15 a?os siguientes.
Una cultura de paz
Puede decirse, por ¨²ltimo, que la cancelaci¨®n de la deuda externa de todo el Tercer Mundo y su recuperaci¨®n econ¨®mica durante 10 a?os costar¨ªa poco m¨¢s de la sexta parte de los gastos militares del mundo en ese mismo tiempo. Con todo, frente a este despilfarro econ¨®mico descomunal, es todav¨ªa m¨¢s inquietante y doloroso el despilfarro humano. La industria de la guerra mantiene en cautiverio al m¨¢s grande continente de sabios jam¨¢s reunido para empresa alguna en la historia de la humanidad. Gente nuestra, cuyo sitio natural no es all¨¢ sino aqu¨ª, en esta mesa, y cuya liberaci¨®n es indispensable para que nos ayuden a crear, en el ¨¢mbito de la educaci¨®n y la justicia, lo ¨²nico que puede salvarnos de la barbarie: una cultura de la paz.
A pesar de estas certidumbres dram¨¢ticas, la carrera de las armas no se concede un instante de tregua. Ahora, mientras almorzamos, se construy¨® una nueva ojiva nuclea; ma?ana, cuando despertemos, habr¨¢ nueve m¨¢s en los guardarneses de muerte del hemisferio de los ricos. Con lo que costar¨¢ una sola alcanzar¨ªa -aunque s¨®lo fuera por un domingo de oto?o- para perfumar de s¨¢ndalo las cataratas del Ni¨¢gara.
Un gran novelista de nuestro tiempo se pregunt¨® alguna vez si la Tierra no ser¨¢ el infierno de otros planetas. Tal vez sea mucho menos: una aldea sin memoria, dejada de la mano de sus dioses en el ¨²ltimo suburbio de la gran patria universal, pero la sospecha creciente de que es el ¨²nico sitio del sistema solar donde se ha dado la prodigiosa aventura de la vida nos arrastra sin piedad a una conclusi¨®n descorazonadora: la carrera de las armas va en sentido contrario de la inteligencia.
Morirse de amor
Y no s¨®lo de la inteligencia humana, sino de la inteligencia misma de la naturaleza, cuya finalidad escapa inclusive a la clarivi dencia de la poes¨ªa. Desde la aparici¨®n de la vida visible en la Tierra debieron transcurrir 380 millones de a?os para que una mariposa aprendiera a volar, otros 180 millones de a?os para fabricar una rosa sin otro com promiso que el de ser hermosa, y cuatro eras geol¨®gicas para que los seres humanos fueran capaces de cantar mejor que los p¨¢jaros y de mor¨ªrse de amor. No es nada honroso para el talento humano, en la edad de oro de la ciencia, haber concebido el modo de que un proceso multimilenario tan dispendioso y colosal pueda regresar a la nada de donde vino por el arte simple de oprimir un bot¨®n.
Para tratar de impedir que eso ocurra estamos aqu¨ª, sumando nuestras voces a las innumerables que claman por un mundo sin armas y una paz con justicia, pero aun si ocurre -y m¨¢s aun si ocurre- no ser¨¢ del todo in¨²til que estemos aqu¨ª. Dentro de millones de millones de m¨ªlenios despu¨¦s de la explosi¨®n, una salamandra triunfal que habr¨¢ vuelto a recorrer la escala completa de las especies ser¨¢ quiz¨¢ corohada como la mujer m¨¢s hermosa de la nueva creaci¨®n. De nosotros depende, hombres y mujeres de ciencia, hombres y mujeres de las artes y las letras, hombres y mujeres de la inteligencia y la paz, de todos nosotros depende que los invitados a esa coronaci¨®n quim¨¦rica no vayan a su fiesta con nuestros mismos terrores de hoy. Con toda modestia, pero tambi¨¦n con toda la determinaci¨®n del esp¨ªritu, propongo que hagamos ahora y aqu¨ª el compromiso de concebir y fabricar un arca de la memoria, capaz de sobrevivir al diluvio at¨®mico; una botella de n¨¢ufragos siderales arrojada a los oc¨¦anos del tiempo, para que la nueva humanidad de entonces sepa por nosotros lo que no han de contarle las cucarachas: que aqu¨ª existi¨® la vida, que en ella prevaleci¨® el sufrimiento y predomin¨® la injusticia, pero que tambi¨¦n conocimos el amor y hasta fuimos capaces,de imaginarnos la felicidad, y que sepa y haga saber para todos los tiempos qui¨¦nes fueron los culpables de nuestro desastre, y cu¨¢n sordos se hicieron a nuestros clamores de paz para que ¨¦sta fuera la mejor de las vi-das posibles, y con qu¨¦ inventos tan b¨¢rbaros y por qu¨¦ intereses tan mezquinos la borraron del universo.
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