La 'otra' versi¨®n del asalto a las c¨¢rceles de Lurigancho, El Front¨®n y El Callao
El Departamento Acad¨¦mico de Derecho P¨²blico y Ciencias Jur¨ªdicas y Pol¨ªticas de la Universidad Nacional de San Agust¨ªn de Arequipa (Per¨²) encarg¨® a los catedr¨¢ticos Enrique Soto, R¨®mulo Gonz¨¢lez y Alfonso Banda una investigaci¨®n sobre lo sucedido en el asalto a las c¨¢rceles lime?as de Lurigancho, El Front¨®n y El Callao, ocurrido el pasado 19 de junio, y en el que resultaron muertos varios centenares de presos, supuestos miembros de Sendero Luminoso. Tres de los detenidos en esas c¨¢rceles -Jos¨¦ Alfredo Borja, David Guevara y Lidia Romero, alumnos de esa universidad peruana- hab¨ªan sido defendidos ante los tribunales por profesores del citado departamento. En su informe, la comisi¨®n -adem¨¢s de referirse a estos tres casos- realiza una reconstrucci¨®n de los hechos ocurridos ese d¨ªa en los tres penales, recogiendo "declaraciones, testimonios y documentos". Una s¨ªntesis de las conclusiones de ese informe se reproduce, por su valor documental. El presidente de Per¨², Alan Garc¨ªa, en su mensaje al Congreso afirm¨® al referirse a la matanza: "Estos hechos escandalosos deben hacemos meditar que la violencia se contagia a lbs instrumentos del Estado".
No es verdad que los presos pol¨ªticos o terroristas se hayan levanta do simult¨¢neamente en Lurigancho, El Front¨®n y la c¨¢rcel de mujeres de El Callao. En cada caso e posible establecer c¨®mo fuero provocados y c¨®mo se levantaron o incluso sometieron sin resistencia.En Lurigancho, la semana anterior a los sucesos se produjo una nueva clasificaci¨®n de los internos. El personal entr¨® en el pabell¨®n sin encontrar resistencia y sin encontrar armas y se procedi¨® a retirar a los delincuentes comunes que hab¨ªan convivido con los terroristas con fines de provocaci¨®n. Igualmente fueron retirados los presos pol¨ªticos calificados como terroristas, pero que eran miembros de los partidos integrantes de la coalici¨®n Izquierda Unida. Finalmente se cort¨® el suministro de agua y alimentos.
Los terroristas presentaron un recurso de amparo ante el juez competente, someti¨¦ndose expresamente al poder judicial. El juez declar¨® procedente fundado el recurso, y orden¨® a la Administraci¨®n penitenciaria poner fin a esas acciones de provocaci¨®n. Empero, la notificaci¨®n de la resoluci¨®n s¨®lo llegar¨ªa a Lurigancho una vez producida la matanza.
Dos d¨ªas antes de los hechos, Antonio D¨ªaz Mart¨ªnez concurri¨® a una diligencia judicial y denunci¨® c¨®mo se ven¨ªa preparando el genocidio. Parece que esa valiente denuncia le cost¨® la vida. En un intento de salvarle, el dirigente aprista Armando Villanueva del Campo expres¨® aquella misma tarde que cre¨ªa conveniente conversar con ¨¦l. No obstante, D¨ªaz Mart¨ªnez prefiri¨® seguir la suerte de sus compa?eros.
Visita suspendida
El d¨ªa de los hechos, el personal auxiliar penitenciario inici¨® -diremos mejor reinici¨®- una huelga. Una enorme multitud integrada por mujeres hab¨ªa ido integrando largas columnas piara visitar a sus familiares, presos comunes y pol¨ªticos. A consecuencia de la huelga, la visita fue suspendida, lo que motiv¨® una serie de airadas protestas por parte de las mujeres en la explanada exterior del penal. Fueron violentamente reprimidas, utiliz¨¢ndose carros rompe manifestaciones, varas y perros. Los presos se sumaron a la protesta y lanzaron piedras desde las zonas altas de los pabellones. As¨ª comenz¨® el levantamiento de los presos del Pabell¨®n Industrial.
No tomaron rehenes, simplemente impidieron la salida de algunos empleados penitenciarios que laboraban en ese pabell¨®n y que no se hab¨ªan sumado a la huelga de sus compa?eros. Uno de ellos resultar¨ªa testigo de excepci¨®n de todo lo que hab¨ªa de ocurrir posteriormente.
Un vasto operativo militar-policial comenz¨® a desenvolverse. Entre 700 y 1.000 efectivos del Ej¨¦rcito y 200 de la Guardia Republicana se hicieron presentes bajo el mando de un general del Ej¨¦rcito (identificado como el general Rabanal). El alcaide, que conoc¨ªa indudablemente el plan y que hab¨ªa servido a su preparaci¨®n con las acciones detalladas anteriormente, advirti¨® s¨®lo entonces que se trataba de una operaci¨®n de exterminio, por lo que se neg¨® a permitir el ingreso de los efectivos militares. El general Rabanal se identific¨® y afirm¨¦, cumplir ¨®rdenes expresas del Comando Conjunto. El alcaide reteir¨® su negativa mientras consultaba a las autoridades del Ministerio de Justicia. Finalmente accedi¨®, dejando constancia en acta de que dispon¨ªa de los medios necesarios para sofocar cualquier acci¨®n de los internos del Pabell¨®n Industrial y ratificando que ni siquiera se encontraban armados. Parece que su actitud valiente y humanitaria no fue avalada por las autoridades de su sector (la renuncia del ministro de Justicia parece estar determinada precisamente por la incapacidad del se?or Gonz¨¢lez Posada para respaldar a ese funcionario, que supo comprender qu¨¦ estaba a punto de ocurrir en Lurigancho y que conoc¨ªa perfectamente que los internos carec¨ªan de toda posibilidad de resistencia).
Los sublevados s¨®lo atinaron a cerrar todas las puertas de acceso con mesas, camas y colchones y refugiarse en la zona central y en los extremos. Algunos destrozaron las camas y se armaron con pedazos de hierro, otros llegaron en su desesperaci¨®n a preparar cerbatanas. Antonio D¨ªaz Mart¨ªnez y los rehenes que no lo eran fueron llevados a un peque?o ambiente ubicado en la zona m¨¢s alejada de la entrada principal. Un equipo especializado Coloc¨® cargas de demolici¨®n y luego de un intenso fuego de ametralladoras a trav¨¦s de los boquetes (perecieron entre 50 y 60 reclusos), un grupo selecto de la Guardia Republicana se introdujo para liberar a los rehenes sin encontrar resistencia. Uno de ellos, el testigo de excepci¨®n mencionado anteriormente, se convirti¨® en portavoz de Antonio D¨ªaz Mart¨ªnez y sus compa?eros, informando de que ¨¦stos se entregar¨ªan y saldr¨ªan con las manos en la nuca. El oficial de la Guardia Republicana consult¨® a sus jefes, pero la orden del general Rabanal era defiriftiva: nadie podr¨ªa salir vivo. Se acept¨® entonces el ofrecimiento s¨®lo para facilitar el exterminio: fueron saliendo uno a uno y obligados a tirarse ¨¢l suelo con los brazos en la nuca y comenz¨® la monstruosa cacer¨ªa...
"Ordenes del Comando"
Nadie dej¨® de cumplir la orden criminal; los oficiales y efectivos de la Guardia Republicana se ensa?aron con sus v¨ªctimas. El general Rabanal y los efectivos militares no intervinieron en esta etapa de la operaci¨®n: ellos se hab¨ªan limitado a ordenar y hab¨ªan cumplido la parte militar del operativo. Todos estaban enterados de que las ¨®rdenes proced¨ªan del Comando Conjunto, y todos sab¨ªan adem¨¢s que el presidente de la Rep¨²blica hab¨ªa dado su aprobaci¨®n y que el Consejo de Ministros hab¨ªa vota.do un¨¢nimemente por esa soluci¨®n final del problema senderista.
El ministro del Interior lo dijo por radio y televisi¨®n, y mientras se iniciaba el operativo, la decisi¨®n era definitiva. M¨¢s tarde, Abel Salinas har¨ªa un balance y felicitar¨ªa a las fuerzas a su mando (la polic¨ªa depende de su ministerio).
Debe advertirse que algunas bombas de gaseslacrim¨®genos hubieran servido para poner fin a la rebeli¨®n. El pabell¨®n era cerrado, pero sobre el techo exist¨ªan aberturas que hubiesen permitido la introducci¨®n de las bombas (la polic¨ªa peruana utiliza bombas lacrim¨®genas, vomitivas, diarreicas, paralizantes, etc¨¦tera, para reprimir manifestaciones).
La verdad en el caso Lurigancho se abri¨® paso r¨¢pidamente: el exterininio se hab¨ªa producido en un penal con miles de otros inculpados; la matanza se realiz¨® a la luz del d¨ªa. Garc¨ªa P¨¦rez, que concurri¨® al Congreso de la Intemacional Socialista, dijo que lo ocurrido era doloroso, pero estrictamente necesario, y dijo adem¨¢s que las fuerzas armadas y policiales hab¨ªan cumplido estrictamente sus ¨®rdenes para restablecer el principio de autoridad; no obstante, al d¨ªa siguiente tuvo que admitir que se hab¨ªan producido excesos; luego, que aproximadarriente 30 reclusos hab¨ªan sido ejecutiados; posteriormente, que el n¨²mero de ejecuciones podr¨ªa superar las 70; el d¨ªa que visit¨® Lurigancho afirm¨® que los asesinados no eran menos de 100. En verdad, los asesinados all¨ª no pueden en ning¨²n caso ser menos de 169 (v¨ªctimas entre el personal militar y policial, ninguna).
En El Front¨®n el drama es mucho m¨¢s incre¨ªble y sangriento:
Los presos pol¨ªticos encerrados en el Pabell¨®n Azul se enteraron de su sublevaci¨®n en la noche inmediatamente anterior a los sucesos. En efecto, la isla, es decir, el promontorio rocoso conocido corno la isla de El Front¨®n, fue ocupada .por unidades de la Infanter¨ªa de Marina, que procedieron a aislar el pabell¨®n e impedir la salida de los sublevados de aquella ratonera. A la ma?ana siguiente llegar¨ªan los se?ores de la comisi¨®n de paz a solicitar su entrega sin condiciones y la libertad de los rehenes (en este caso parece Incluso que los rehenes nunca existieron, pero que al verse rodeados por un impresionante aparato naval desarmaron a dos efectivos de la Guardia Republicana y se apoderaron de dos metralletas).
Fracasa la comisi¨®n de paz
La comisi¨®n se retir¨® al fracasar su misi¨®n. Posteriormente se inici¨® un prolongado fuego de ametralladoras sin objetivos precisos; hacia el anochecer se aproxim¨® una peque?a lancha misilera y desde una distancia de 600 o 700 metros dispar¨® dos peque?os misiles, que demolieron gran parte del pabell¨®n, pero que intencionalmente dejaron intacta la parte derecha -de cara al mar- para obligar a los sobrevivientes a refugiarse all¨ª o intentar huir hacia las viejas y clausuradas celdas de castigo del pasado (la Lobera, la Parada, la Siberia, etc¨¦tera). All¨ª entran en acci¨®n las unidades selectas de la Infanter¨ªa de Marina para liquidar uno a uno a los sobrevivientes de la tremenda explosi¨®n y a perseguir y destrozar literalmente a quienes hab¨ªan escapado (el balance jam¨¢s podr¨¢ ser exacto: los familiares de las v¨ªctimas que hab¨ªan visitado la isla en las ¨²ltimas semanas coinciden en cifras que van de 350 a 450 presos de Sendero Luminoso -los presos de Izquierda Unida nunca fueron llevados a El Front¨®n, o en todo caso terminaron por incorporarse al senderismo-, las cifras proporcionadas por las autoridades son rid¨ªculas: 60 u 80). En la resistencia final parece ser que murieron un guardia republicano, reh¨¦n o compa?ero de los presos -hasta el extremo de no haber sido mencionado ni ascendido p¨®stumamente-; un oficial y dos infantes de Marina, alcanzados por los disparos de los senderistas que recibieron las metralletas, y un oficial de mar result¨® gravemente herido por un dardo de cerbatana.
En la c¨¢rcel de mujeres de El Callao, la represi¨®n estuvo a cargo de unidades selectas de la Aeron¨¢utica y de la Guardia Republicana. Las mujeres se entregaron sin resiste ncia. Fueron colocadas en columna y se las fue llamando para su traslado. S¨®lo quedaron algunas, que ser¨ªan ultimadas por efectivos de la Republicana y en presencia de oficiales de la Aeron¨¢utica....
Las j¨®venes senderistas trasladadas ignoraban lo que hab¨ªa ocurrido y lo que ven¨ªa ocurriendo con sus compa?eros, hasta el extremo de que en algunos casos abandonaron el penal cantando consignas de victoria. Posteriormente desaparecer¨ªan varias de ellas. Debe anotarse que la viuda del insigne escritor peruano Jos¨¦ Mar¨ªa Arguedas ha sido efectivamente trasladada al penal de alta seguridad de Canto Grande, construido para criminales varones responsables de cr¨ªmenes calificados.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.