?D¨®nde est¨¢n las vanguardias?
Hay que reivindicar de nuevo el viejo dise?o, sencillo y ¨²til, bien hecho y, por tanto, perdurable, frente al alud de novedades producidas por el hambre del mercado, que necesita constantemente alimentarse de nuevos productos. ?sta es la posici¨®n que debe sustituir a las antiguas vanguardias, antes minoritarias y avanzada de la creatividad, y ahora terreno de la pura innovaci¨®n consum¨ªstica, seg¨²n afirma el autor de este art¨ªculo. Andr¨¦ Ricard es dise?ador industrial y cr¨ªtico de dise?o, miembro fundador de la Asociaci¨®n de Dise?o Industrial/Fomento de las Artes Decorativas.
Cada ¨¦poca ha definido su modo de concebir lo bello marcando las pautas; de una est¨¦tica que le es propia. Es decir, que en cada momento y en cada cultura existen unos c¨¢nones que definen la ortodoxia est¨¦tica vigente en ese determinado contexto. Son valoraciones espec¨ªficas que se basan en unos esquemas muy precisos y que van configurando lo que llamamos los estilos.Cada estilo se consolida as¨ª en torno a unos determinados valores fijados; en forma de c¨®digos convencionales transitoriamente estables. Estas fijaciones de lo que se considera bello tienen la l¨®gica tendencia a perpetuarse con pocas o muy lentas variaciones. Un cambio en la valoraci¨®n est¨¦tica de un determinado colectivo suele ser signo externo de otros muchos cambios a otros niveles.
Los avances de la t¨¦cnica, por ejemplo, pueden generar importantes cambios en las costumbres. Nuestro modo de vivir est¨¢ muy condicionado por la relaci¨®n que mantenemos con las cosas que nos rodean. En buena parte, nuestras costumbres se estructuran en tomo a las; m¨¢s elementales servidumbres pr¨¢cticas de la vida cotidiana. Cualquier variaci¨®n de ese instrumental que nos auxilia suele desencadenar cambios a nivel sociol¨®gico. Los h¨¢bitos y valores que un determinado colectivo llega a considerar como sagrados e inmutables son simplemente la consecuencia de un determinado, contexto sociocultural que los ha propiciado. Contexto que no es, en modo alguno, un factor estable, ya que la evoluci¨®n natural del conocimiento influye de un modo constante en su continua renovaci¨®n. De tal suerte que llega un momento en que: los valores y los h¨¢bitos pierden esa relaci¨®n l¨®gica que ten¨ªan con la base contextual que los produjo y es necesario un cambio para que puedan adaptarse a la nueva situaci¨®n global.
Ocurre que, mientras esta adaptaci¨®n no se ha consolidado a¨²n, ciertos n¨²cleos sociales se resisten a modificar aquellos h¨¢bitos y valores instituidos que se les antojan intocables. Cualquier alteraci¨®n de los mismos parece entonces atentar a las propias bases sobre las que se asienta la sociedad. Es comprensible que as¨ª parezca, pues toda adaptaci¨®n no se hace sin cierta conmoci¨®n.
Sin embargo, la historia nos demuestra que resulta absurdo pretender retener unos modos de vida que ya no responden a la realidad vigente. Las costumbres s¨®lo se justifican si tienen relaci¨®n directa con los anhelos del sustrato social que las gener¨®. Pero siempre existen inercias que frenan lo que s¨®lo es una normal evoluci¨®n de nuestros h¨¢bitos y conductas. Los mecanismos de autoadaptaci¨®n que habr¨ªan de fluir espont¨¢neamente entre una marcada evoluci¨®n sociocultural y el subsiguiente reajuste de costumbres no se dan de inmediato debido a la :rigidez del c¨®digo de valores establecidos que tiende a impedir cualquier adaptaci¨®n. Ocurre incluso que un h¨¢bito -que se hab¨ªa implantado por la raz¨®n l¨®gica que le asist¨ªa-, al dejar de ser justificado, siga manteni¨¦ndose, ya sin raz¨®n de ser, s¨®lo por el valor simb¨®lico que se le ha ido atribuyendo. Entonces, perdido el nexo que vinculaba ese modo de hacer a unas necesidades reales, adquiere ¨¦ste la irracionalidad de lo arbitrario y se defiende sistem¨¢ticamente contra cualquier intento racional de actualizaci¨®n.
LAS VANGUARDIAS CREATIVAS
A partir del momento en que una sociedad asume unos c¨¢nones -est¨¦ticos u otros- como norma oficial, es evidente que estos c¨¢nones se dogmatizan y que cualquier cambio s¨®lo podr¨¢ provenir desde la disconformidad y la rebeld¨ªa.
As¨ª, frente a esa suerte de establishment est¨¦tico que una determinada sociedad y ¨¦poca instituyen, siempre ha habido quienes, rehusando esas pautas consagradas, hari propuesto atrevidas alternativas en ruptura con lo hasta entonces establecido. Tal es el papel de las denominadas vanguardias. Sus propuestas abren nuevos caminos posibles a un contexto anquilosado. Son el contrapunto que necesita la realidad cuando tiende al estatismo. Por el esc¨¢ndalo y el desprop¨®sito, estas altemativas llegan a afectar profundamente los valores vigentes, abriendo compuertas hacia nuevas direcciones en las que podr¨¢ hallarse una mejor respuesta a las exigencias del momento. ?ste ha sido siempre el papel de la vanguardia: ensanchar el ¨¢rea de lo permisible, hacer retroceder la frontera de lo posible para que las retaguardias tengan m¨¢s terreno ante s¨ª por el que avanzar ya sin miedo. En efecto, una propuesta que parece descabellada, aun cuando no llegue a aplicarse ¨ªntegra, abre paso para otra, m¨¢s moderada, que hubiera sido impensable de no haber existido la m¨¢s atrevida. Estos movimientos minoritarios son los encargados de dinamitar los estancamientos y forzar el discurrir evolutivo de las costumbres abriendo nuevos espacios creativos. Frente al inmovilismo confortable pero est¨¦ril de lo establecido y aceptado, propugnan las atrevidas e inquietantes estridencias de lo ins¨®lito. Y desde esa posici¨®n, voluntariamente marginal y cr¨ªtica para con unos h¨¢bitos o unos estilos oficializados, llegan a desplazar el centro de gravedad de lo vigente hasta ¨¢reas nuevas y m¨¢s fecundas.
LAS MODAS COMO ALTERNATIVA
Algo ha cambiado en los ¨²ltimos, a?os. Es dif¨ªcil encontrar hoy, en esas movidas y modas que bullen confusamente, los rasgos fuertes, consistentes, que caracr.enizaban a esas vanguardias. Eran aquellos unos movimientos realmente margiriales y marginados, casi desconocidos, reductos de unas minor¨ªas con ideas claras, totalmente desvinculadas de los circuitos productivos y significativos del sistema. Hoy, en cambio, debido probablemente a, la insaciable voracidad de la econom¨ªa consumista en la que vivimos, todo es susceptible de ser mercanc¨ªa, no s¨®lo las cosas, sino tambi¨¦n las ideas y las gentes. Ya no hay tiempo, ni silencio, ni esa necesaria resistenc¨ªa para que se perfilen, maduren, se decanten o consoliden nuevas propuestas alternativas. Basta con que algo sea nuevo para que interese entrarlo en el sistema. No se le exigen muchas otras cualidades. Cuando una est¨¦tica se caracteriza s¨®lo por el factor sorpresa de la novedad, tiene los d¨ªas contados. Lo nuevo -es decir, lo desconocido- deja de serlo a partir del mismo momento en que se lo conoce. La moda -y no me refiero aqu¨ª a la de vestir- es un fen¨®meno que, por su propia esencia, se nutre de novedades, resulta as¨ª cada vez m¨¢s mutante. Basta que algo est¨¦ de moda para que, al poco, resulte desfasado. Llevando este razonamiento a su enunciado extremo, podr¨ªamos llegar hasta el absurdo de que lo que est¨¢ m¨¢s de moda es precisamente aquello que a¨²n no lo est¨¢.
Las ideas se queman hoy a un ritmo vertiginoso. Van lanz¨¢ndose cada d¨ªa al mercado productos que pretenden contener la esencia de alg¨²n nuevo movimiento, cuando lo que son, eso s¨ª, es una mercader¨ªa m¨¢s. Vamos as¨ª consumiendo supuestas teor¨ªas est¨¦ticas al mismo nivel que las modas. Este ritmo no s¨®lo no puede propiciar el planteamiento de aut¨¦nticas alternativs que realmente rompan con el sistema, sino que, es m¨¢s, las imposibilita. En cierto modo, es un medio de defensa del propio sistema contra el riesgo de ataques m¨¢s consistentes. Es como una suerte de vacuna que defiende al organismo con dosis adecuadas de lo que podr¨ªa da?arle seriamente. Aquello que debiera alterarlo es, por el contrario, su mejor salvaguardia. Lo que habr¨ªa de ser una fuerza alternativa llega a ser absorbido satisfactoriamente, para su mayor beneficio, por esa megam¨¢quina de la sociedad de consumo.
Lo cr¨ªtico o lo experimental no puede llegar a serlo, pues se aplica de inmediato, mientras est¨¢ a¨²n inmaduro. Lo minoritario tampoco puede darse porque todo se masifica, todo se aprovecha para alimentar ese voraz monstruo que el sistema ha prohijado.
Estas ansias de novedad que hoy exige un mercado que devora todo lo que se le ofrece han llegado as¨ª a desactivar la fuerza de las aut¨¦nticas vanguardias. Hoy todo est¨¢ al servicio de la econom¨ªa, incluso aquello que critica los propios esquemas del sistema. Cuanto m¨¢s rupturista es la propuesta, mayor ser¨¢ su capacidad de sorprender, y, por consiguiente, m¨¢s inter¨¦s despierta en el mercado. ?Suprema habilidad de un sistema econ¨®mico que encuentra alimento incluso en aquello que lo satiriza! De tal suerte que quienes creen estar burl¨¢ndolo de hecho le prestan su mejor ayuda.
Incluso las tendencias que promueve gente sincera son pirateadas y expoliadas prematuramente por los cazaideas del sis-tema. No se les deja siquiera la oportunidad de haber sido tentativas frustradas aquellas que podr¨ªan aportarnos datos para progresar. Todo puede ser reciclado y manipulado sin demora para incluirlo en los cat¨¢logos de ¨²ltimas novedades. Cuando lo que se reclama es lo nuevo, lo llamativo, lo sensacional, no hay tiempo para m¨¢s reflexiones.
Y no es que no hayan de existir objetos l¨²dicos que nos sorprendan y cuya funci¨®n sea precisamente la de hacernos so?ar y evadir la realidad. Lo que no es admisible, en cambio, es que se pretenda que las cosas ¨²tiles m¨¢s cotidianas sacrifiquen su valor de uso a otros valores ensalzados por una moda pasajera. Incluso el modo de vestir puede llegar a verse como un juego siempre que, adem¨¢s., nos abrigue y nos permita desenvolver nuestra vida activa y de ocio con plena comodidad.
NUEVAS REGLAS DEL JUEGO
Lo que hoy se exige para que interese un producto no es ya que est¨¦ dise?ado con sensatez y acierto ni que est¨¦ fabricado con una m¨¢xima calidad. Esto era antes. Ahora, lo que realmente cuenta es que el nuevo producto sorprenda, sea ins¨®lito y que, por estas caracter¨ªsticas, llegue a merecer el aval de esos cen¨¢culos del signo que hoy marcan las patitas de lo que est¨¢ in o out. La necesidad o la utilidad no son ya lo m¨¢s importante en las cosas que hacen o llevan quienes quieren estar ¨¢ la page. Lo nuevo ha de sorprender, divertir, irritar; puede incluso ser in¨²til o inc¨®modo. ?Cualquier cosa antes que pasar inadvertido! S¨®lo de este modo pueden salir del anonimato la obra y el autor e interesar a esa elite que necesita desmarcarse de lo sensato, de ese sentido com¨²n que, para algunos, resulta precisamente demasiado com¨²n. S¨®lo as¨ª, despu¨¦s de haber gustado a unos pocos, podr¨¢n los medios de informaci¨®n -Prensa, radio y televisi¨®n- encargarse de hacer saber a miles de personas lo que en ese momento hay que admirar. Momento ef¨ªmero, pues divulgar es vulgarizar, y los cen¨¢culos del gusto -que no pueden estar en la misma onda que el pueblo llano- ya lo han abandonado a su mortal destino en busca de lo pr¨®ximo, que ser¨¢ algo muy distinto que incluso llegue a descalificar lo que hasta entonces amparaban.
Y es que estamos metidos en un mundo que necesita de desvar¨ªos, injusticias, rivalidades, disputas, sorpresas y mentiras para funcionar. El mundo del arte, la creatividad y buena parte de esos fen¨®menos que llamamos culturales se han transformado en un universo cerrado, herm¨¦tico, cuyos miembros, fascinados por sus propias teor¨ªas e ideas, hasta llegan a confundirlas con la aut¨¦ntica realidad.
Quienes pretenden sostener el ritmo que les exige estar entre esos selectos elegidos sacrifican, a menudo, principios y salud a esa febrilidad obsesiva. Hay que andar siempre por delante de los dem¨¢s. Hay que saber lo que los otros hacen y dicen. No hay que perderse nada. Hay que conocer las ¨²ltimas movidas y modas para ser de los primeros en hablar de ellas para apoyarlas o vilipendiarlas, pero mostrarse siempre informado. Que nada se haga sin nosotros. Se puede aprobar o desaprobar un movimiento, una obra; lo que no se puede es desconocerlos.
En estas circunstancias, qu¨¦ dif¨ªcil resulta intentar adoptar una postura serenamente sensata. Cuanto m¨¢s movimientos nacen, cuanto m¨¢s dise?os bizarros se editan, cuanto m¨¢s enfoques creativos at¨ªpicos se proponen, menos sabemos qui¨¦nes somos, qu¨¦ hacemos, para qu¨¦ estamos. Faltos de tiempo para asimilar tantas orientaciones, emociones y conmociones, nuestro criterio se fragiliza. Tanto reclama nuestra atenci¨®n. Hemos. de opinar tajantemente, zanjar; adular o destruir de inmediato. Fan¨¢ticamente nos decantamos hacia algo que no acabamos de comprender y que defenderemos sacrificando muchos de nuestros m¨¢s sentidos principios. Cuanto mayor sea el sacrificio en ese altar de la originalidad, mayor ser¨¢ nuestra ciega convicci¨®n. Nos lanzaremos, intransigentes, exaltados, hacia una loca aventura que cuando termina nos deja exhaustos y vac¨ªos.
Ya no basta con tener talento; es adem¨¢s -necesario hacer ruido para as¨ª formar parte de los taste makers. Existe un poder cultural ejercido por aquellos selected few que por este cauce han logrado salir del anonimato y ser catapultados hacia la gloria. Este c¨ªrculo de los elegidos, como todo universo cerrado sobre s¨ª mismo, fomenta la arbitrariedad. En ¨¦l se pierde no s¨®lo el sentido com¨²n, sino tambi¨¦n el sentido del humor. All¨ª las mayores barbaridades se enuncian con solemnidad y defienden con brutalidad. Esos microclimas implantan otros valores maximalistas, represivos y totalitarios. S¨®lo hay una verdad posible. Lo dem¨¢s es caduco. No existe. Este estrato social es un hervidero de susceptibilidades e: indignaciones en el que la imagen que se da de uno mismo acaba siendo m¨¢s importante que la de su propia obra.
RECOBRAR EL SENTIDO COM?N
Viendo lo que nos comunican los medios de comunicaci¨®n, lo que se nos dice es lo ¨²ltimo. en la configuraci¨®n est¨¦tica de nuestro entorno; cabr¨ªa pensar que se han invertido los papeles. Lo ins¨®lito, lo impertinente, lo absurdo incluso, no hay que buscarlo en los guetos contraculturales; hoy est¨¢ en todas partes: en las tiendas, en la Prensa, incluso en los m¨¢s oficiales de los actos. Son mercanc¨ªas que ¨¦l sistema ha absorbido, sin dificultad. Lo racional y sensato no interesa como mercanc¨ªa: corre el riesgo de perdurar, de no ser descartado con suficiente rapidez.
Sin embargo, sigue siendo necesaria la existencia de esa actitud cr¨ªtica y de resistencia que supon¨ªan las vanguardias. Una oposici¨®n es indispensable al buen equilibrio de cualquier estructura. No es deseable dejarse arrastrar, sin m¨¢s, por un modo de hacer establecido y t¨¢citamente aceptado, aun cuando nos lo presenten con todos los signos externos de lo m¨¢s progresista. No hemos de aceptar cualquier est¨¦tica de moda por mucha carga intelectual que le cuelguen. Hoy, cuando el atrevimiento creativo es lo apetecido, el dominio del desprop¨®sito ya no est¨¢ con las variguardias sino en el propio centro rector de establishment econ¨®mico y cultural, con los riesgos que un r¨¦gimen sin oposici¨®n conlleva.
Paraestar hoy realmente en posici¨®n de vanguardia -es decir, de ser el contrapunto cr¨ªtico al dogmatismo imperante hemos de cambiar diametralmente de direcci¨®n en la actitud creativa. En un mundo que ha hecho de las estridencias su norma, quienes quieran seguir en esa brecha opositora, de la que pueden salir las aut¨¦nticas alternativas de futuro, han de propugnar, al contrario, un retorno a la esenci¨¢l sensatez en las obras que el hombre emprende.
Es preciso que el dise?o m¨¢s discreto de lo realmente ¨²til y cotidiano, aquel que perdura m¨¢s all¨¢ de las modas, sea reconocido como la mejor respuesta a la locura constimista a la que nos abocan las cosas que: se rigen por las modas. Es ¨¦ste el mensaje directo y obvio que el usuario es capaz de entender sin necesidad de cen¨¢culos paternalistas que le orienten.
Es m¨¢s que probable que no ser¨¢ por la v¨ªa del exhibicionismo personal -que tanto albunda hoy en el ¨¢rea creativa- que se lograr¨¢n las urgentes respuestas que nuestra ¨¦poca espera de sus creativos.
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