Negociar es cosa de pol¨ªticos
No creo que exista un solo espa?ol que se oponga a la extirpaci¨®n del terrorismo. Todos queremos la paz en Euskadi. Una paz a cualquier precio no ser¨ªa la paz verdadera. Abundan tambi¨¦n los que quieren, adem¨¢s, la victoria. La ¨²nica victoria aceptable es aquella que arranque de ra¨ªz las causas de la violencia. La sangre abundante de tantos inocentes grita tambi¨¦n en favor de la paz. La paz es necesaria. La paz tiene que ser posible.La pol¨ªtica es el arte de hacer posible lo necesario. El problema de Euskadi tiene que tener soluci¨®n. Por lo menos tiene que alcanzar los l¨ªmites; de lo tolerable. Un solo asesinato m¨¢s lo sit¨²a bajo los m¨ªnimos de lo tolerable. El terror ha llegado a congelarnos el coraz¨®n. Nos hemos contentado con mantener la serenidad a costa de enfriar la cabeza y mantener la firmeza. Pero la frialdad del estadista no tiene nada. que ver con la paralizaci¨®n del cerebro o la hemiplej¨ªa partidista..
La deportaci¨®n de Txomin (lturbe) abre nuevos interrogantes. La mayor¨ªa de ellos nos sit¨²an ante una (Jura comprobaci¨®n: coincidimos en que la paz es el fin deseado; discrepamos en las estrategias. Unos consideran que el exterminio de las bandas terroristas es una condici¨®n previa e indispensable. La negociaci¨®n pol¨ªtica, en el marco de la Constituci¨®n y del Estatuto de Guernica, vendr¨¢ como fruto maduro. Los nacionalistas, en cambio, desde el PNV hasta HB, consideran que de esa negociaci¨®n pol¨ªtica no se puede excluir la reinterpretaci¨®n del Estatuto, o, como suelen decir, la profundizaci¨®n en el esp¨ªritu del mismo Estatuto. La mayor¨ªa del pueblo vasco no refrend¨® la Constituci¨®n. El PNV y EE la acatan y consideran que el Estatuto es un instrumento aceptable, una regla del juego refrendada por la mayor¨ªa de los vascos, suficiente para caminar en el proceso de integraci¨®n con el resto de los pueblos de Espa?a. Aqu¨ª est¨¢ el meollo de la cuesti¨®n.
Por si fuera poco, Herri Batasuna, partido legalizado, no acata la Constituci¨®n y rechaza elEstatuto como inservible. Llegar, como paso intermedio, a una comunidad de adversarios leales entre todos los particos vascos con representaci¨®n democr¨¢tica ya constituir¨ªa un progreso considerable. En esta negociaci¨®n es en la que hay que poner el acento. Pone a prueba la imaginaci¨®n de los pol¨ªticos que han asumido la m¨¢xima responsabilidad hist¨®rica. Pero cuentan con las instituciones democr¨¢ticas. Por citar un ejemplo, no se ve por qu¨¦ raz¨®n no se dan pasos efectivos para que el Senado se vaya convirtiendo en la proyectada C¨¢mara de las autonom¨ªas, como foro aut¨¦ntico de las discrepancias entre Madrid y los Gobiernos aut¨®nomos.
M¨¢s oscura y peligrosa es la pol¨ªtica partidista de desmentidos, acusaciones, desconfianzas y escepticismo con la que el Gobierno central est¨¢ tratando de responder a las iniciativas negociadoras de los l¨ªderes nacionalistas. No creemos que las afirmaciones ret¨®ricas sirvan para otra cosa que para vestir al maniqueo y desorientar a la opini¨®n p¨²blica, harta de afirmaciones que no se casan con los hechos. Desear¨ªamos con toda el alma que esta conducta no se convirtiera en un test de la debilidad del Estado. Porque s¨®lo los Estados aut¨¦nticamente democr¨¢ticos pueden hacerse fuertes en una negociaci¨®n tan larga y dif¨ªcil. Pensar que las concesiones hechas o por hacer al Gobierno de Vitoria pueden ser fruto de la amenaza etarra es una forma de mostrar la debilidad del Estado democr¨¢tico. Las comunidades auton¨®micas son ya por s¨ª mismas parte del Estado. Nuestra misma integraci¨®n en la Comunidad Europea recorta de hecho nuestra soberan¨ªa nacional y a nadie se le ha ocurrido decir que hayamos entregado una parte del Estado espa?ol a los europeos.
Enti¨¦ndasenos bien. No pedimos que las negociaciones sean p¨²blicas en su totalidad. Hay sondeos, exploraciones y hasta propuestas que, para que sean ¨¢giles y eficaces, pertenecen por su misma naturaleza a los secretos de Estado. Pero hay que llamar a cada cosa con su nombre. Palabras como exploraci¨®n, di¨¢logo y negociaci¨®n s¨®lo podr¨ªan rechazarse frontalmente si alguien est¨¢ encubriendo con ellas un humillante armisticio. En ese caso, obligaci¨®n del Gobierno es decirlo claramente y aportar pruebas que lo demuestren. En el consenso socialista reside la fuerza de la democracia. A estas alturas, nadie ha explicado cu¨¢les podr¨ªan haber sido las propuestas de Txomin y por qu¨¦ raz¨®n se rechazaron sus hipot¨¦ticos servicios, en el caso de que ellos hubieran podido proporcionar alg¨²n conocimiento o dato para la negociaci¨®n pol¨ªtica que tiene que ponerse en marcha entre los partidos democr¨¢ticos. Qu¨¦ hay de negociable, de declaraci¨®n de principios te¨®ricos encomendados a un gradual proceso de negociaci¨®n pol¨ªtica de posible aceptaci¨®n a largo o medio plazo, de tregua en las armas para dar tiempo a la negociaci¨®n estrictamente pol¨ªtica; o qu¨¦ ven-
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tajas aporta a dicha negociaci¨®n entre Madrid y Vitoria el aislamiento de un hombre de la c¨²pula etarra que pudiera tener alg¨²n control sobre los comandos salvajes. En t¨¦rminos taurinos, hay que sacar al toro a los medios cuando ¨¦ste se encierra en tablas, derrota a diestro y siniestro y el torero no es capaz de darle ninguna salida.
Tampoco nos parece convincente la raz¨®n de que no es posible la negociaci¨®n con un partido como HB por el mero hecho de que no acepta la Constituci¨®n y el Estatuto. Su representatividad popular le da derecho a hablar, y para el di¨¢logo basta en principio que sea capaz de articular argumentos medianamente razonables. La participaci¨®n de HB en la negociaci¨®n pol¨ªtica la hace m¨¢s dif¨ªcil. Pero si se frustra el intento, la opini¨®n p¨²blica tiene derecho a conocer cu¨¢les son las propuestas inviables que deben ser declaradas como tales, tanto por los mismos particos vascos como por el resto de los espa?oles. Un Gobierno con el poder pol¨ªtico como el actual disfruta de las mejores condiciones para enfrentarse con la incomprensi¨®n de algunos sectores de la poblaci¨®n, que terminar¨¢n por convencerse si los frutos son pacificadores.
En resumen: el armisticio con las bandas terroristas no es una negociaci¨®n pol¨ªtica. ETA carece de representatividad para ser una de las partes, como lo declar¨® el Parlamento vasco por unanimidad, y el Gobierno de Madrid apoy¨® dicha declaraci¨®n. Pero los sondeos, exploraciones, treguas y dem¨¢s contactos que pueden hacer viable una aut¨¦ntica negociaci¨®n o consorcio en un proceso de negociaci¨®n pol¨ªtica entre Madrid y los representantes democr¨¢ticos de Euskadi no es in¨²til, ni tiene por qu¨¦ cerrar el paso a la acci¨®n policial y de la justicia. La coordinaci¨®n de la acci¨®n policial y de la negociaci¨®n pol¨ªtica tiene que hacerla posible el Gobierno de Madrid. Ni una ni otra pueden en ning¨²n caso ofrecer el m¨¢s m¨ªnimo motivo para seguir enfrentando a Euskadi con el resto de los pueblos de Espa?a.
Comprendo el disgusto del Gobierno vasco. Temo que a r¨ªo revuelto pesquen los etarras. Soy consciente de que estas reflexiones, pensadas y escritas como un humilde servicio a la paz, no sean le¨ªdas con serenidad por una gran mayor¨ªa de espa?oles. Doy por sentado que los pol¨ªticos y juristas saben mucho m¨¢s, y doctores tiene el Estado que sabr¨¢n responder. Pero, como sacerdote espa?ol, testigo cercano de la transici¨®n democr¨¢tica, amigo entra?able del pueblo vasco, me veo obligado a hacer cuanto pueda y a pedir a los pol¨ªticos que redoblen su esfuerzo por comprender el problema vasco, que es el de todos los espa?oles.
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