Los grandes pactos de la transici¨®n
Patronal, sindicatos y Gobierno se ven abocados a un nuevo proceso de concertaci¨®n social. El autor sostiene que antes de adentrarse en un nuevo pacto ser¨ªa necesario pararse a reflexionar sobre las experiencias de esta modalidad de grandes acuerdos socioecon¨®micos, que han cruzado la transici¨®n pol¨ªtica espa?ola, con la excepci¨®n de los a?os 1979 y 1984.
Ninguno de los acuerdos firmados hasta ahora ha tenido el mismo significado ni por los interlocutores, ni por los contextos pol¨ªticos y, obviamente, ni por la intencionalidad, contenidos concretos y repercusiones. No se puede, por tanto, meterlos en el mismo saco. El nexo de uni¨®n de todos ellos, su justificaci¨®n, estaba en la crisis econ¨®mica y sus efectos, especialmente el paro. Sus logros, como luego veremos, han sido otros.Los Acuerdos de la Moncloa (1977-1978) fueron acuerdos pol¨ªticos, que intentaron dar un enfoque moderadamente progresista a una crisis econ¨®mica abordada con retraso en Espa?a.
Los negociaron y firmaron los partidos y el Gobierno. Respond¨ªan a la pol¨ªtica de consenso con la que se pretend¨ªa asentar la democracia y evitar que la derecha de siempre impusiera sus propias pautas en el tratamiento de la crisis.
Ello era posible por varias razones. La primera, porque el movimiento obrero estaba en fase de auge: la clase obrera pesaba pol¨ªtica y sindicalmente. La segunda, porque las fuerzas econ¨®micas estaban en per¨ªodo de reorganizaci¨®n. La tercera, porque UCD s¨®lo ten¨ªa mayor¨ªa relativa en el Parlamento.
Contribuyeron a facilitar, entre otras cosas, la elaboraci¨®n de nuestra Constituci¨®n, reconocida como una de las m¨¢s avanzadas de Europa. No frenaron el aumento del paro, pero mejoraron el poder adquisitivo de los salarios, a la par de reducir en 10 puntos la inflaci¨®n. Facilitaron que amplios colectivos de trabajadores, cuya inhibici¨®n pol¨ªtica y sindical en los a?os de la dictadura y primer per¨ªodo de la transici¨®n hab¨ªa sido casi total, participaran sindicalmente.
Durante su vigencia, aunque relacionado sobre todo con el desarrollo de la democracia, se oper¨® el gran boom afiliativo a los sindicatos. A tenor de los datos que manej¨® internamente CC OO en su primer congreso (1978), y proyectando hacia los dem¨¢s sindicatos la correspondiente proporci¨®n, caba afirmar que en tomo a los tres millones de trabajadores estaban afiliados por aquel entonces.
Se incumplieron algunas de sus cl¨¢usulas, lo que, unido a las reticencias con que fueron acogidos por los sindicatos, gener¨® una sensaci¨®n de frustraci¨®n, que fue sentida fundamentalmente por una parte del sector formado por activistas y militantes. Porque en la din¨¢mica de aquel per¨ªodo no s¨®lo permanec¨ªa la tensi¨®n ruptura democr¨¢tica / reforma pactada, sino que se daba otra din¨¢mica de signo izquierdista que no guardaba relaci¨®n con la situaci¨®n real, que, a modo de movimiento de fondo, percib¨ªa la masa de los trabajadores y que, en t¨¦rminos pol¨ªticos, ya hab¨ªa tenido su primera manifestaci¨®n en las elecciones del 15 de junio de 1977, votando en la proporci¨®n de tres a uno al PSOE respecto al PCE.
En las elecciones sindicales de 1978 CC OO gan¨® con apreciable diferencia.
El ¨²nico intento serio
Los Acuerdos de la Moncloa fueron, en el plano econ¨®mico, el primero y ¨²nico intento de tratamiento progresista a la crisis, que tropez¨® con la l¨®gica obstaculizaci¨®n de la derecha m¨¢s reaccionaria y con serias incomprensiones en la izquierda, entre ellas, una calculada inhibici¨®n del PSOE -por extensi¨®n, tambi¨¦n de UGT-, cuya pretensi¨®n de ser alternativa de poder les inclin¨® a dejar que UCD administrara los acuerdos, pensando incluso que su fracaso les facilitar¨ªa sus aspiraciones. El siguiente acuerdo, el AMI (1980-1981), fue un acuerdo entre interlocutores sociales y econ¨®micos inscrito en una estrategia pol¨ªtica: el bipartidismo. Lo firmaron CEOE y UGT.
No se puede analizar el AMI sin tener en cuenta el significado de las elecciones pol¨ªticas de marzo de 1979. Aquellas elecciones frustraron la idea del PSOE de que les llevar¨ªan al Gobierno. Significaron tambi¨¦n la liquidaci¨®n de un proceso abierto con anterioridad, como fue la pol¨ªtica de consenso.
Las fuerzas econ¨®micas hab¨ªan dado grandes pasos en su recomposici¨®n organizativa a trav¨¦s de CEOE. La CEOE hac¨ªa pol¨ªtica, pues era p¨²blico y notorio que no se sent¨ªa representada por UCD, menos bajo el liderazgo de Su¨¢rez.
El AMI fue el fruto de la inflexi¨®n del PSOE hacia posiciones socialdem¨®cratas y del inter¨¦s de las fuerzas econ¨®micas de configurar un marco en las relaciones sociolaborales y sindicales acorde con ese modelo pol¨ªtico bipartidista por el que apostaban, en el cual el pacto social es una pieza clave. No es casual la coincidencia en un corto per¨ªodo de tiempo del felipazo en el XXVIII Congreso del PSOE, del AMI, del Estatuto de los Trabajadores, de la ley B¨¢sica de Empleo y del inicio en serio de la desestabilizaci¨®n de UCD y del PCE.
Fue justa la posici¨®n de CCOO de no firmar el AMI. Fue superficial su an¨¢lisis del mismo y, sobre todo, su valoraci¨®n de la reacci¨®n que producir¨ªa entre los trabajadores. Adopt¨® una t¨¢ctica para combatirlo que conten¨ªa ingredientes de ese izquierdismo ya presente en la etapa anterior, lo que impidi¨® que sorte¨¢ramos correctamente el AMI.
Pues en el AMI hubo inversi¨®n de la derecha, muy interesada en potenciar el sindicalismo de c¨²pula a costa del de participaci¨®n. Para ello sigui¨® la t¨¢ctica de admitir cl¨¢usulas de inter¨¦s inmediato para los trabajadores -banda salarial del 13-16% para el primer a?o de vigencia, reducci¨®n de la jornada de trabajo-, a cambio de conseguir un tratamiento favorable a sus fines en sus propias reivindicaciones estrat¨¦gicas como patronal -absentismo, productividad, etc¨¦tera-.
Enfrentamiento sindical
Con el AMI se inicia una fase de enfrentamiento entre los sindicatos, que ha ido a m¨¢s con el paso del tiempo. Se potencia el ahorcamiento de la negociaci¨®n colectiva, que va perdiendo progresivamente vitalidad. Pero, sobre todo, busca sentar las bases tanto para impulsar un sindicalismo de gesti¨®n, burocr¨¢tico, como para desactivar al movimiento obrero espa?ol para el posterior y brutal ajuste de la econom¨ªa, que acaba netamente favorable a las tesis liberal-conservadoras. El paro sigue creciendo. Se desarrolla la desmembraci¨®n del mercado de trabajo, comienza a disminuir m¨¢s aprisa el ¨ªndice de protecci¨®n a los parados...
Antes de terminar la vigencia del AMI se negocia el Acuerdo Nacional sobre Empleo (1981-1982). Su alumbramiento obedeci¨® a razones m¨¢s complejas que los anteriores. Pero es palmario que en su gestaci¨®n result¨® determinante la convulsi¨®n producida por el intento golpista del 23 de febrero de 1981.
Para el reci¨¦n estrenado Gobierno de Calvo Sotelo -propagador del t¨¦rmino concertaci¨®n, hoy a la moda- resultaba una necesidad pol¨ªtica obtener un pacto, dada su debilidad.
Crisis de UCD
La crisis de UCD estaba en su punto ¨¢lgido. Para CC OO, el ANE, cualitativamente muy distinto del AMI, significaba la oportunidad de introducir compromisos concretos sobre el empleo, desviar la din¨¢mica del AMI y corregir anteriores errores de apreciaci¨®n de la realidad.
L¨®gicamente, tanto el PSOE como CEOE y UGT lo vieron con recelo, aunque la reciente conmoci¨®n les coartaba marginarse. Tem¨ªan que el ANE pudiera entorpecer su estrategia pol¨ªtica y su modelo sindical. Para el PCE aparec¨ªa como posibilidad de reabrir v¨ªas a su pol¨ªtica de concentraci¨®n democr¨¢tica, en parte ensayada durante los Acuerdos de la Moncloa.
Aunque de contenidos inferiores a los Acuerdos de la Moncloa, se reproduc¨ªa en el ANE la posibilidad de influir sobre la pol¨ªtica gubemamental precisamente por su precariedad pol¨ªtica y parlamentaria. La diferencia mayor era que la derecha m¨¢s reaccionaria y el poder econ¨®mico ten¨ªan mayor capacidad de maniobra.
Pronto se vio que la mesa pol¨ªtica que deb¨ªa negociar paralelamente a la econ¨®mico- social se convert¨ªa en un simple di¨¢logo UCD-PSOE, del que s¨®lo surgi¨® la lamentable LOAPA. En la mesa que negoci¨® el ANE los sacrificios salariales, corregidos por una favorable aplicaci¨®n de la cl¨¢usula de revisi¨®n salarial, se contrarrestaban sobre el papel con el compromiso de mantener la misma poblaci¨®n asalariada ocupada mediante la creaci¨®n de 350.000 puestos de trabajo.
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