Madariaga y el fascismo
Al cumplirse 100 a?os de nacer Madariaga -Salvador de Madariaga- se le est¨¢ recordando como un s¨ªmbolo m¨¢ximo de liberalismo y democracia en Espa?a. Lo que le llev¨® a altos cargos pol¨ªticos en la Rep¨²blica, de Aza?a y de Lerroux. Pasando por el espa?ol m¨¢s europeo de su generaci¨®n, que fue la europeizante de Ortega. Formado fundamentalmente en Francia e Inglaterra. Ingeniero e ingenioso. Llegando a los 90 a?os a base de medicina homeop¨¢tica. Y, sin embargo, su secreto pol¨ªtico no fue ese que se le asign¨®. Sino aquel que sibilinamente confes¨® por 1971 en sus Di¨¢logos ante el espejo, cuando le preguntaron por qu¨¦ no se hac¨ªa socialista. Respondiendo: "Ya lo soy". "Cre¨ªa que eras liberal". Respondiendo: "Soy liberal" ("Soy liberal para m¨ª y socialista para los dem¨¢s"). La perfecta definici¨®n de lo que fuera el fascismo como doctrina romana y universal. La armonizaci¨®n del genio liberal de Occidente y el colectivo y masificado de Oriente. El genio que simbolizara la Roma augustea, la pontifical y aquella mussoliniana donde discut¨ª estas interpretaciones con el propio Salvador de Madariaga corno visitante al Convegno Volta sobre Europa en noviembre de 1932. Al que estuvieron invitados Ortega, Men¨¦ndez Pidal, duque de Alba -que no pudieron asistir- y Salvador de Madariaga, Claudio S¨¢nchez Albornoz, Manuel Garc¨ªa Morente y yo, que s¨ª asistimos. Pocas veces he sido m¨¢s feliz que paseando Roma con esos tres maestros, a los que ve¨ªa profundamente impresionados. El m¨¢s jovial era Morente. Le gustaba jugar con las palabras italianas. As¨ª nos mostraba su asombro de que en Roma hubiese tanta barber¨ªa. "?Por qu¨¦?", le preguntamos. Por la cantidad de anuncios en las casas de Afeitase (pero que significaba el alquiler de un piso). Tambi¨¦n cuando quer¨ªa una cerveza ped¨ªa una birria (birra). S¨¢nchez Albornoz era menos juguet¨®n y al que o¨ªmos, al ver pasar juventudes en desfile armado: "Esto es la guerra" (la que estall¨® a los nueve a?os). Madariaga se sent¨ªa impresionado. El Madariaga europeo de Par¨ªs y Londres. Notaba que estaba surgiendo algo distinto. La uni¨®n de un socialismo llegado de Rusia por el inicial y fervoroso leninista Benito Mussolini y, al mismo tiempo, ungido de libertad civil. Indudablemente, el modelo, la incitaci¨®n ven¨ªa de Mosc¨². Con una minor¨ªa fan¨¢tica llamada soviet. Y el pu?o cerrado. Pero que al llegar a Roma se abr¨ªa a la romana, y el soviet se traduc¨ªa en fascio, y el pu?o cerrado, en saludo de mano abierta.Creo que Madariaga habl¨® con el teorizante Giovanni Gentile. Pero lo que se llevaba a su Europa era aquella fusi¨®n absolutamente romana de socialismo y libertad que luego recordar¨ªa sibilinamente en 1971 ante el espejo de s¨ª mismo.
El Convegno Alessandro Volta sobre Europa ten¨ªa lugar, orillas del T¨ªber, en La Farnesina, el antiguo palacio del banquero Chiggi, aquel magnate renacentista que un d¨ªa reuni¨® en banquete a la mejor sociedad romana y, tras mostrarle las maravillas de aquella mansi¨®n, decorada, entre otros, por Rafael, mand¨® recoger, a los postres, la vajilla de oro y tirarla al r¨ªo.
Madariaga se hab¨ªa excusado por carta de intervenir con una comunicaci¨®n. En cambio, S¨¢nchez Albornoz trat¨® de demostrar que Europa estaba ahora, como al final del mundo antiguo, en v¨ªas de desaparecer. En cuanto a Morente, desenvolvi¨® la tesis orteguiana del hombre-masa.
Al salir de La Farnesina y a lo largo del r¨ªo ep¨®nimo ¨ªbamos comentando las tesis de algunos participantes: ?qu¨¦ era Europa? La hab¨ªan comentado Giotto Dainielli, en su m¨ªtica; Nicol¨¢s Jorga, en su imperialidad; Carcopino, como cristiandad, y el pr¨ªncipe de Rohan. Para Weber, era el mundo germ¨¢nico. Como fen¨®meno moderno, Paolo Orano. Tambi¨¦n se trat¨® de Rusia frente a Europa. Y de Europa ante Am¨¦rica. As¨ª como de las teor¨ªas europeas sobre la unidad jur¨ªdica, la econ¨®mica y la pol¨ªtica. Y el sue?o europeo de la paz.
Yo recuerdo haber comentado ante mis ilustres acompa?antes aquella ant¨ªtesis de Turgot por 1777: "Europa, la desesperaci¨®n, y Am¨¦rica, el continente de la esperanza". Como antes lo hab¨ªa definido nuestro Cervantes: "Refugio de los desesperados de Espa?a".
Mientras en V¨ªa Veneto tom¨¢bamos una de aquellas birrias de Morente, yo contemplaba a Madariaga, recordando cuando le conoc¨ª, en El Sol de F¨¦lix Lorenzo, en cuyo despacho coincid¨ªa a veces con Ortega, Urgoiti, Bagar¨ªa, Araquist¨¢in, Ram¨®n, Grandmontagne y el terrible Maeztu, del que Heli¨®filo contaba el haber ido al Ayuntamiento a protestar por los pocos impuestos que le cobraban, pues as¨ª no podr¨ªan tener decente a la ciudad. Y solicitando que junto al nombre de algunas calles se pusiese el adjetivo correspondiente: as¨ª, "calle del Conde de Romanones, el Ladr¨®n", "Plaza de Isabel II, la Puta"... Pero lo m¨¢s grave que de Maeztu contaba era su discusi¨®n ante ¨¦l con Madariaga sobre el derecho (defendido por don Salvador) y la fuerza (por don Ramiro), el que, agotados los razonamientos, le peg¨® un solemne bofet¨®n.
Ya no volv¨ª a ver al admirado y admirable Madariaga, tomado a su Inglaterra y a su Par¨ªs, donde, seg¨²n el maligno Lequerica, encontraban tan enrevesado su nombre vasco que le llamaban Madariagalimat¨ªas.
Cuando asist¨ª a la inauguraci¨®n del Consejo de Europa, como observador oficioso en Estrasburgo (1949), estuve a punto de tomar a reunirme con Madariaga. Estrasburgo era y ser¨¢ para m¨ª la ciudad provindencial. En ella inaugur¨¦ la c¨¢tedra de Espa?ol en 1920. Y regresado en 1924, encontre el amor, la exaltaci¨®n del matrimonio con una maravillosa florentina. Y al estallar la guerra civil el 18 de julio de 1936, amigos de Estrasburgo (Garrouste, Spengler, Merlin) me salvaron la vida.
Ahora, en 1949, tuve la fortuna de caer en gracia con el jefe de la delegaci¨®n norte americana, Franklyn Roudibush, que representaba a su gran pa¨ªs... De remoto origen holand¨¦s, sent¨ªa aquellos bajos pa¨ªses del Rin con atavismo indecible. Conoc¨ªa Espa?a y alguno de mis libros. (Y luego mi actividad diplom¨¢tica en Am¨¦rica, hasta el punto de condecorarme como el mejor embajador en Hispanoam¨¦rica, 1965. Y m¨¢s tarde, pintor, haciendo mi retrato, que ha expuesto este a?o de 1986 en un sal¨®n internacional de los Campos El¨ªseos, en Par¨ªs.) Pues bien: entonces (1949) viv¨ªa en un castillo por Scharraberheim, haci¨¦ndome hu¨¦sped suyo. Present¨¢ndome a su esposa, Alejandra Brown -economista y novelista policiaca-, hija del eminente Constantino Brown, uno de los hombres, entonces, m¨¢s influyentes en Estados Unidos. Pues bien: apenas bes¨¦ la mano de Alejandra, me abord¨® angustiad¨ªsima: "Se?or Caballero, tengo una importante cuesti¨®n para usted". "D¨ªgame, d¨ªgame, se?ora". "?Es cierto que los aztecas son tan crueles?". "A m¨ª no me han hecho nada malo. ?Acaso teme usted alguna emboscada suya?". "No. Es que estoy leyendo El coraz¨®n de jade, de un compatriota suyo, el se?or De Madariaga, y me tiene en perpetuo terror de los aztecas...". Pues pediremos explicaciones a Madariaga, que, por cierto, acaba de llegar a Estrasburgo, ?tiene usted tel¨¦fono?". "No. En este castillo s¨®lo hay cuernos de caza". "Pues so naremos un cuerno". (Pero ni aun con el cuerno pudimos tomar a saludar y conversar con Salvador de Madariaga). Hasta que lo torn¨¦ a encontrar en Caracas. Pero en su libro sobre Bol¨ªvar (1951), reci¨¦n editado en M¨¦jico.
Reci¨¦n editado en M¨¦jico y en manos de don Vicente Lecuna, el m¨¢ximo inquisidor boliviano de toda Am¨¦rica. En su bella casa de Caracas, que luego historiar¨ªa su hija y colaboradora Valentina.
-Agradecemos a los vascos que se han ocupado de Bol¨ªvar con esp¨ªritu amplio y comprensivo, como Unamuno, Salaverr¨ªa, Ram¨®n de Basterra. Pero este Bol¨ªvar de Madariaga es la obra de un inquisidor. Pero al que mandamos a la hoguera porque su obra ha sido quemada.
-?Y cu¨¢les son las culpas de don Salvador, terrible don Vicente?
-Infamar al padre de Bol¨ªvar por pecados carnales, resaltando, la dureza de car¨¢cter de la madre y mostr¨¢ndonos un Simoncito Bol¨ªvar ni?o divirti¨¦ndose en matar negritos con un cortaplumas. As¨ª como tener sangre impura de una negra de Aroa. Asimismo subraya que Sim¨®n prefer¨ªa como maestro al endemoniado Rodr¨ªguez en vez de Andr¨¦s Bello. Madariaga copia la caricatura que le hiciera Peru de Lacroix por su sangre negra e india, que le llevaron a frases como ¨¦sta contra Espa?a: "Tres siglos gimi¨® la Am¨¦rica bajo esta tiran¨ªa, la m¨¢s dura que ha afligido a la especie humana". "Si Bol¨ªvar", a?adi¨® Madariaga, "no hubiese tenido sangre india en las venas, esa frase suya hubiera bastado para justificar su encierro en un manicomio". Don Vicente publicar¨ªa luego su terrible florilegio en un art¨ªculo de El Nacional titulado 'Odio espa?ol a Bol¨ªvar'. Afirmando que Madariaga no era un liberal, sino un fascista. Pidi¨¦ndome explicaciones de por qu¨¦ yo me interesaba por Bol¨ªvar.
-Pues muy sencillo. Al ver que Franco, en 1941, se hac¨ªa neutral, derivando a las democracias en busca de un consenso con los vencidos, comprend¨ª que las autonom¨ªas iniciadas por Bol¨ªvar en Am¨¦rica proseguir¨ªan en Espa?a misma. Y me dediqu¨¦ a reconciliarnos con los libertadores americanos en vista de aquella confederaci¨®n ideal que iniciara el propio Bol¨ªvar desde Panam¨¢. Y en el antiguo Caf¨¦ de Levante, donde fueran Bol¨ªvar, Mart¨ª y Rizal, instaur¨¦ los bronces de estos precursores, lo que me vali¨® invitaciones por toda Am¨¦rica. Se?alando que Franco hab¨ªa recogido la Constituci¨®n bolivariana, con aquello de un "residente vitalicio" con "derecho a elegir su sucesor un primun caput o pr¨ªncipe" y un "Senado hereditario". Empezando a escribir yo un Bol¨ªvar que tiene ya la editorial Planeta, pues lleg¨® a finalista en su Espejo de Espa?a. Y Bol¨ªvar fue el espejo de la Espa?a dieciochesca.
Terminando mi visita a don Vicente pidi¨¦ndole piedad para el fascista Madariaga. Figura extraordinaria de las letras espa?olas. Por eso, en memoria de los 100 a?os de don Salvador, he querido salvar estos recuerdos suyos. Y recordar el espejo en que se reflej¨¦, a s¨ª mismo por 1971 como socialista y liberal, con genio integrador de Espa?a.
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