Incendio
Estaban ardiendo los montes de alrededor, la noche era una calabaza al horno y el pir¨®mano tomaba diversos licores en una discoteca. En otras terrazas de la playa los veraneantes cercados por el fuego escuchaban las canciones de amor que entonaban los vocalistas rom¨¢nticos y el viento oscuro transportaba la ceniza del incendio hasta las alcobas m¨¢s secretas y las pavesas tambi¨¦n ca¨ªan sobre las cubiertas de los yates donde se celebraban ebrios jolgorios de despedida, puesto que agosto tocaba a su fin. Desde cualquier parte pod¨ªa verse el perfil de los montes como una corona en llamas que se constre?¨ªa rodeando los ¨²ltimos festines del verano y bajo la luna, que se vislumbraba a trav¨¦s de la humareda color vino, hab¨ªa en la gente una mezcla de horror y deseo de ser feliz a toda costa mientras el resplandor del fuego te?¨ªa de p¨²rpura la mar.Sin duda el rey de la noche era aquel joven pir¨®mano que hab¨ªa necesitado quemar 3.000 hect¨¢reas de pinos para conseguir un beso de mujer. Ahora estaba en el patio de la discoteca y beb¨ªa de forma radiante contemplando la inmensa lioguera que ¨¦l hab¨ªa creado, y se sent¨ªa euf¨®rico, re¨ªa con carcajadas de fiebre y sus amigos ignoraban el motivo de tanta excitaci¨®n. De repente el fuego le hab¨ªa cambiado el car¨¢cter. Le hab¨ªa concedido el valor necesario para vencer la timidez y abordar por primera vez a la chica de sus sue?os. Envuelta en m¨²sica salvaje, ella admiraba el espect¨¢culo de las monta?as ardiendo con una copa en la mano y entonces ¨¦l se le acerc¨® a pedirle un baile. La chica acept¨® fascinada por la extra?a hermosura de aquel joven incendiario, de rostro desconocido. Ambos comenzaron a bailar y en medio de la danza ¨¦l le conrio el secreto de sn coraz¨®n. Le dijo que la amaba. Durante mucho tiempo le hab¨ªa sorbido el cuerpo con miradas furtivas, pero ¨¦sa era una noche de gloria. Acababa de quemar los montes en su honor para formar una corona de llamas en torno a su cabeza. La chica no lo crey¨®. No obstante, al o¨ªr tan bellas e in¨²tiles palabras lo bes¨® apasionadamente. S¨®lo aquel joven sab¨ªa que ese beso hab¨ªa coltado 3.000 hect¨¢reas de pinos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.