La indigesti¨®n deportiva
TENISTAS, GOLFISTAs, nadadores, ciclistas: un mundo de competidores deportivos sudorosos, tensos, que desprenden un inmenso aburrimiento para todos los que no son ellos mismos y sus allegados, se nos mete en casa. Y los motoristas, y los lanzadores de jabalina. Y los enormes y agobiantes y tupidos halter¨®filos, y los eternos futbolistas, y los privilegiados baloncestistas gigantes y ahuesados. Salimos del chapuz¨®n de los campeonatos de nataci¨®n para caer, en este juego de la oca, en la larga casilla -26 horas- de los Campeonatos de Europa de Atletismo de Stuttgart.El verano es respiratorio y concita una gran cantidad de pruebas deportivas; pero la televisi¨®n es a puerta cerrada, a persiana echada. Otro ambiente. Sin embargo, cada vez que una de estas grandes pruebas sucede -y a poco que se escarbe,- hay varias al d¨ªa, con mayor o menor inter¨¦s-, la Televisi¨®n anuncia que ha de hacer un gran esfuerzo. Inexorablemente, lo hace. Invierte un caudal humano y monetario en destruir el resto de su programaci¨®n, lanzando unos espacios a horas inveros¨ªmiles, trag¨¢ndose otros para siempre, para conseguir la su puesta emoci¨®n del directo -los caballos, el voleibol, los patinadores: nada de cuanto huela a embrocaci¨®n le es ajeno- que consiste en unos largos tiempos muertos entre prueba y prueba, en las voces de unos comentaristas que de cuando en cuando se vuelcan sobre la mala suerte de los participantes espa?oles matizando con voz tenue cualquier tipo de ampliaci¨®n sobre la vida y milagros de ¨¢rbitros o jueces, presuntos responsables de esa mala suerte.
Parece que la evoluci¨®n de un medio informativo tan agudo, tan Valorado en segundos, como es la televisi¨®n, ha ido haci¨¦ndose en el sentido de ofrecer las im¨¢genes justas en el momento justo, y condensar las horas de grabaci¨®n o de filmaci¨®n en lo que pueda ofrecer una tensi¨®n informativa. Cuando se trata del deporte, esta selecci¨®n natural de la imagen se pierde, y el esfuerzo se mide por extensi¨®n, y no por intensidad: por largas y mon¨®tonas jornadas completas, monogr¨¢ficas. El resto del mundo se aparca mientras tanto. No hay precedentes de que esta misma vocaci¨®n del largo tiempo en directo se vuelque sobre acontecimientos culturales; y los pol¨ªticos son una delicada materia sobre la que s¨ª suele actuar la evoluci¨®n t¨¦cnica del medio, como la selecci¨®n natural. En otros tiempos -los otros tiempos- se dec¨ªa que el deporte, y especialmente el f¨²tbol, era una especie de trapo rojo con el que se desviaba el toro de la atenci¨®n popular, y sus posibles iras y fastidios, de la pol¨ªtica: panem et circenses, que dec¨ªa Juvenal. Puede que estemos sufriendo una de tantas metemps¨ªcosis.
Por una parte, nuestras autoridades se lanzan como leonas hambrientas para conseguir que se celebren en nuestro pa¨ªs todas las competiciones deportivas que se pueda, y parece que el objetivo principal es ornamentarlas con naranjitos, mimesis de corridas de toros, monumentos como de confitero y algunos otros emblemas del t¨®pico nacional. Alguna raz¨®n habr¨¢ para sangrar as¨ª el presupuesto de un pa¨ªs con alguna que otra crisis eco?¨®mica y laboral. Por otra parte, las c¨¢maras de televisi¨®n las persiguen por el mundo, no para estar all¨ª en el momento oportuno -cuando suceda lo que solamente quiza puede suceder- sino para estar todo el tiempo, mientras suceden en el mundo otras cosas que se desde?an, resumen o acortan. Falta de l¨ªmites, falta de mesura, falta de autocr¨ªtica. Enfermedad infantil. Comodidad de lo seguro, de lo que no ofrece riesgos, de lo que no tiene m¨¢s promesa que la de un aburrimiento fiel y continuado.
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