Al servicio de la m¨²sica
Mientras en el teatro Victoria Eugenia desfilan las grandes orquestas, los ballets o los solistas considerados como mayoritarios, en el sal¨®n del Ayuntamiento se desarrolla un ciclo de m¨²sica de c¨¢mara que me parece uno de los grandes aciertos de la Quincena Donostiarra. Con entrada libre e int¨¦rpretes seleccionados, estos conciertos reclaman la atenci¨®n de muchos y con frecuencia el local resulta insuficiente.As¨ª sucedi¨® con el d¨²o pian¨ªstico ?ngeles Renter¨ªa-Jacinto Matute, el martes. Tras el Mozart severo, alegre y melanc¨®lico de la Sonata en re mayor (KV 448), Renter¨ªa y Matute expusieron el brillante posromanticismo de Rasmaninov en la Romanza y Tarantela de la Suite opus 17.
La segunda parte se dedic¨® a Franz Liszt dentro de las conmemoraciones centenarias e incluy¨® el Concierto pat¨¦tico, tan escasamente interpretado, que Liszt creara para piano solo y transcribiera para dos pianos en 1877. La admirable escritura para los dos pianos tratados como una total unidad otorga cohesi¨®n a todos los tiempos y los libera de cualquier talante artificioso. Bien es verdad que precisa de versiones tan redondas, claras, dominadas y fieles al idealismo lisztiano como la que hacen Jacinto Matute y ?ngeles Renter¨ªa, quienes terminaron su actuaci¨®n con la sensacional transcripci¨®n pian¨ªstica que el mismo Liszt hiciera de su poema orquestal Los preludios.
Fuera de la orquesta esta m¨²sica adquiere un distinto frescor por la estilizaci¨®n a que fue sometida la voz del gran poema sinf¨®nico. ?xito caluros¨ªsimo de los dos artistas que se vieron obligados a prolongar el programa con varias propinas.
Dentro del mismo ciclo se present¨® el d¨ªa anterior el Studio Vocale de Karlsruhe, un grupo vocal e instrumental absolutamente perfecto tanto en los autores franceses, alemanes, flamencos y espa?oles del cuatrocientos al seiscientos, que culminan en el gran Monteverdi, como en los de nuestro siglo (Bartok, Ravel, Debussy, Ligeti), los m¨²sicos y cantores alemanes hicieron prodigios de estilo y matiz, de l¨ªnea y detalle, de vitalizaci¨®n del pret¨¦rito desde un impulso y una visi¨®n tan clara que ahuyenta el peligro, nada raro, de lo historicista y museal.
La soprano Meral Bilgen dio a las melod¨ªas griegas de Ravel la sutileza y proyecci¨®n que las caracteriza, en tanto las tres piezas de Ligeti mostraron im¨¢genes distintas de un autor mucho m¨¢s vers¨¢til en su poder creativo de lo que suele pensarse.
El hacer bien m¨²sicas de tan diverso origen, estilo y tiempo, supone por parte del Studio Vocale Karlsruhe una apertura de criterio muy amplia y una liberaci¨®n de los tantas veces estrechos especialismos. En realidad no debe haber nada m¨¢s que un solo especialismo: el que abarque a toda la m¨²sica.
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