Astorga, el sue?o de una tarde romana
Los vecinos de la poblaci¨®n leonesa revivieron haza?as de gladiadores y carreras de cu¨¢drigas
Astorga vivi¨® el pasado s¨¢bado un sue?o. La memoria de los astorganos recuper¨® de la neblina del olvido el sabor de una fiesta popular romana, adormecida en el desv¨¢n de la ciudad desde hac¨ªa 2.000 a?os. Despert¨® el esp¨ªritu l¨²dico de las gentes, que, ataviadas a la usanza romana, se echaron a las calles para asistir a un espect¨¢culo ins¨®lito: el circo romano de Ast¨²rica Augusta. Gladiadores, fieras, esclavos e incluso C¨¦sar Augusto en persona desfilaron ante la estupefacci¨®n de m¨¢s de 10.000 espectadores, llegados desde todos los puntos de la provincia de Le¨®n.
Eran las 19.30 horas del 30 de agosto y algo parecido a la magia se hab¨ªa adue?ado de Astorga Al menos por unos instantes, no se pod¨ªa evitar la sensaci¨®n de sentirse traspasando la barrera del tiempo, en una retrospectiva de 2.000 a?os. Romanos ataviados con la t¨ªpica t¨²nica blanca, las sandalias y los mantos, acompa?ados por atractivas romanas cubiertas de abalorios y afeites, pululaban por la ciudad desenfadadamente, en direcci¨®n al circo donde estaban a punto de iniciarse los juegos.No pod¨ªa faltar en la fiesta un C¨¦sar un tanto posmoderno, a juzgar por el medio de transporte en que realiz¨® el trayecto -un tractor engalanado- y del toque chic de unos calcetines a rayas que al saludar a la multitud se dejaban entrever entre la t¨²nica Encarn¨® el personaje un hombre muy entra?able para todos los astorganos: Emilio el Pertiguero quien areng¨® a la multitud con mucha sal y pimienta.
La plebe, emocionada ante la presencia del emperador, no cesaba de proferir gritos de "ave, C¨¦sar", con el brazo en alto. A la se?al de mando irrumpi¨® el desfile: exhibici¨®n de gladiadores de pelo en pecho, aguerridos y musculosos, dispuestos a debatirse a vida o muerte contra las fieras -dos vaquillas bien creciditas-, esclavos al bet¨²n, portadores de literas con sugestivas p¨²beres, y cuadrigas, imitaci¨®n Ben-Hur, tiradas por hermosocorceles y apuestos jinetes. Poco despu¨¦s se iniciaban los juegos entre los gritos y v¨ªtores de la multitud, que a falta de espacio incluso los hubo que se apostaron en los tejados. Una fiera negra y cornuda puso a prueba el valor de los robustos gladiadores, que en equipos de cuatro deb¨ªan batir a la vaquilla at¨¢ndole las patas en un tiempo r¨¦cord. Los vencedores realizaron la prueba en algo menos de un minuto. A la otra bestia hubo que desalojarla del recinto, so pena de que arremetiese contra el personal.
Tras el susto de la vaquilla, se desarrollaron las pruebas atl¨¦ticas. Esclavos y literas compitieron en grupos de tres, dando un recorrido completo al circuito circense y sufriendo en el trayecto algunos desperfectos que amenazaban con hacer volar por los aires a la moza de turno.
Carreras
Los esclavos las pasaron negras tanto que el negro bet¨²n qued¨® deste?ido. A pesar de ello, llamaron la atenci¨®n de la expectante multitud por lo bien ambientada que estaba la escena de las literas. A la ca¨ªda de la tarde lucieron su espl¨¦ndido porte las cu¨¢drigas, tiradas por uno, dos y cuatro caballos, que surcaron en algo m¨¢s de un minuto la pista, debati¨¦ndose en una carrera contra reloj individual.Levantaron, entre otras cosas, mucho polvo y la admiraci¨®n del p¨²blico. En la tribuna presidencial, al presidente de la comisi¨®n de fiestas, Juan Pablo Villalibre, movi¨¦ndose inquieto de un lado para otro, se le ve¨ªa gratamente sorprendido por el ¨¦xito y la participaci¨®n que hab¨ªa despertado el circo, algo ins¨®lito en la larga historia de la ciudad, acostumbrada al silencio y a la pasividad.
Mas en estas fiestas el astorgano de a pie se ha sacudido la pasividad y el muermo de encima y ha estallado en algarab¨ªa y j¨²bilo, al igual que esa tarta bimilenaria, conmemorativa del 2.000 cumplea?os de la ciudad, que el domingo ba?¨® de merengue a los muchos golosos api?ados en torno al apetitoso dulce. Nadie sab¨ªa qu¨¦ misterio ocultaban las entra?as de la tarta, por lo que el impacto fue total cuando la mole de merengue, una vez extinguidas las 2.000 bengalas, explot¨® repentinamente, repartiendo pedacitos de dulce a diestro y siniestro.
El chapuz¨®n al pastel se complet¨® cuando tropas enemigas -grupos de chavalines- conquistaron la atalaya onom¨¢stica y, arremetieron contra los frustrados golosos, que se tuvieron que conformar con chupar el jersei del vecino o atrapar un trozo en cabeza propia o ajena. La ca¨ªda del imperio romano qued¨® consumada, al igual que las fiestas de Santa Marta 1986.
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