Cante de guerra y cante de verdad

La noche transcurr¨ªa sin sobresaltos. Est¨¢bamos escuchando cante serio, importante, del que nunca defrauda. Chaquet¨®n, Naranjito y Mairena son cantaores seguros, de orden, que ni se equivocan ni equivocan. Y que con frecuencia elevan su cante a las cumbres de la verdadera grandeza flamenca.Por esas leg¨ªtimas veredas iba el cante en la noche de Alcorc¨®n. Secundados, esos tres cantaores, por un acompa?amiento a la guitarra de lujo de Enrique de Melchor. Chaquet¨®n hab¨ªa hecho algunos de sus cantes preferidos, la malague?a del Mellizo, las cantiflas, los tangos de C¨¢diz; en la malague?a le perturbaron un tanto unos inoportunos pitidos de la megafon¨ªa, pese a lo cual es un g¨¦nero que ¨¦l hace bien siempre; despu¨¦s, en las cantiflas y los tangos, incluso en los fandangos finales, brill¨® su voz tan cantaora y su forma personal de abordar y desarrollar esos estilos. Naranjito dio una lecci¨®n de buen hacer en cantes que domina a la perfecci¨®n. Manuel Mairena abri¨® su voz al cante con unas soleares ejemplares, dichas con jondura y grandeza.

Y en esto est¨¢bamos cuando sali¨® la Paquera a poner en pie de guerra todo el tinglado. Tuvo una de sus actuaciones cl¨¢sicas: recorridos marciales del tablado, alardes de poder prescindiendo del micr¨®fono, cante aguerrido en que a veces los tercios eran arrojados al p¨²blico como si fueran granadas de mano. Manuel Parrilla le hizo el acompa?amiento que pudo, que siempre es el mejor para esta singular mujer. Ya se sabe: la Paquera.