Chile, un grito por la paz y la libertad
(...) Lo nuevo no es la violencia. Estamos m¨¢s que hartos de ella. Dada la sistem¨¢tica violaci¨®n de los derechos humanos, el asesinato y exilio de millares de disidentes, el arresto y tortura de otros miles, lo que causa perplejidad no es que se haya llevado a cabo un atentado de este tipo, sino que no se produjera antes. Despu¨¦s de todo, el general Pinochet est¨¢ cosechando simplemente la destrucci¨®n que ¨¦l mismo ha sembrado.Lo que s¨ª resulta una novedad, es que las esperanzas de transici¨®n pac¨ªfica hacia la democracia parecen haberse roto. A pesar de que la muerte se ha cernido sobre nosotros, a pesar de la desastrosa situaci¨®n econ¨®mica, la mayor¨ªa de los chilenos se aferraba obstinadamente a la esperanza de que ser¨ªan capaces de reincorporar su naci¨®n a las normas civilizadas, sin utilizar m¨¦todos violentos.
La intransigente decisi¨®n del general Pinochet de permanecer en el poder hasta 1997, su invasi¨®n de las ¨¢reas suburbiales, el empobrecimiento de amplias zonas en un pa¨ªs en el que el desempleo ronda el 30%, todo ello, cre¨® un terreno f¨¦rtil para la acci¨®n de aquellos disidentes que estaban perdiendo la paciencia. Muchos de ellos, b¨¢sicamente ligados al Partido Comunista, llegaron a la conclusi¨®n de que s¨®lo la resistencia armada podr¨ªa acabar con la dictadura.
La mayor parte de los chilenos, entre los que me incluyo, consideraron que este llamamiento a las armas era suicida e irresponsable. Sosten¨ªamos que esta polarizaci¨®n del pa¨ªs en dos bandos militares solo conseguir¨ªa reforzar el dominio absoluto de Pinochet sobre su ej¨¦rcito, permiti¨¦ndole presentarse a s¨ª mismo como la ¨²nica persona capaz de salvar a Chile (...)
Desgraciadamente, las cosas se han producido tal y como predijimos. Pinochet tiene ahora la posibilidad de proclamar el estado de sitio, de encarcelar a sus principales oponentes, incluidos muchos de los que proclamaron resueltamente la no violencia como el ¨²nico m¨¦todo de lucha.(...)
10 de septiembre
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