La cita de Alejandria
POR FIN ha tenido lugar el tan esperado encuentro entre el primer ministro israel¨ª, Sim¨®n Peres, y el presidente egipcio, Hosni Mubarak, para cuya realizaci¨®n la diplomacia norteamericana ha desplegado los m¨¢ximos esfuerzos, con la participaci¨®n personal del secretario de Estado adjunto, Richard Murphy.Para Peres, el hecho en s¨ª de haberse celebrado la reuni¨®n supone un ¨¦xito importante. Seis semanas antes de abandonar la jefatura del Gobierno en manos del Shamir, l¨ªder del Likud, Peres ha logrado borrar algunas de las peores consecuencias de la pol¨ªtica realizada por sus rivales. El embajador egipcio, retirado en 1982 a causa de la agresi¨®n contra L¨ªbano, vuelve a Tel Aviv. Gracias a diversas iniciativas, como su viaje a Marruecos y sus pasos de apertura hacia la URSS, deja una imagen menos cerrada de la pol¨ªtica israel¨ª; incluso ha abierto ciertas l¨ªneas de negociaci¨®n sobre el problema palestino que su sucesor, a pesar de su conocido cerrilismo, no podr¨¢ ignorar.
Para Mubarak, el problema era muy distinto. Reanudar contactos con Israel ahora le crea serias dificultades para su reinserci¨®n en el mundo ¨¢rabe; pero est¨¢ sometido a una presi¨®n dur¨ªsima, primero, a causa de una situaci¨®n econ¨®mica catastr¨®fica -la alimentaci¨®n de la mitad de la poblaci¨®n egipcia depende del extranjero-, y de la presi¨®n militar libia, que puede agravarse desde Sud¨¢n si se confirma el acercamiento apuntado en el viaje de Gaddafi a Jartum. Todo ello crea una dependenci!L de EE UU que condiciona en no escasa medida las decisiones de Mubarak. Washington estaba sumamente interesado en que la cita Peres-Mubarak se materializase para relanzar su protagonismo en esa regi¨®n y se continuara su orientaci¨®n de Camp David. Mubarak ha logrado, en cambio, a despecho del deseo israel¨ª, centrar la reuni¨®n de Alejandr¨ªa en la cuesti¨®n palestina, aunque con parco resultado.
El comunicado aprobado al terminar las conversaciones dice que la "paralizaci¨®n del proceso de paz" causa .grave preocupaci¨®n"; forma clara de reconocer que nada se ha avanzado en elaborar soluciones o nuevos enfoques para abordar o superar los puntos conflictivos. En cambio, Peres y Mubarak expresan buenas intenciones, se comprometen a "proseguir sus esfuerzos hacia una soluci¨®n del problema palestino en todos sus aspectos y el establecimiento de una paz comprensiva en la regi¨®n"; incluso declaran 1987 como "a?o de negociaciones por la paz". Efectivamente, las frases ambiguas abundan: los esfuerzos de paz se har¨¢n "junto con las otras partes concernidas". Pero ?de qu¨¦ partes se trata? El ministro egipcio de exteriores, Abdel-Maguid, ha dicho que ha habido acuerdo sobre la celebraci¨®n de una conferencia internacional sobre la paz en Oriente Pr¨®ximo. Si se recuerda la constante negativa de EE UU e Isreal a tal conferencia, ese paso dado por Peres podr¨ªa ser importante, sobre todo, porque sobre ese punto existe un ampl¨ªsimo consenso de los pa¨ªses ¨¢rabes y europeos. Pero no es casual que ese acuerdo no se refleje en el comunicado. Shamir, futuro jefe del Gobierno israel¨ª, y su partido Likud son contrarios a la conferencia, y ser¨ªa absurdo considerar que se ha progresado de verdad en ese terreno.
Otro punto fundamental de desacuerdo es el de la representaci¨®n palestina en las negociaciones. Incluso si se considera aceptada la idea de una representaci¨®n conjunta jordano-palestina, subsiste el problema esencial: ?ser¨¢n los palestinos designados por la OLP? Israel y EE UU se niegan a ello con la vieja tesis de que la OLP es una banda de terroristas. Israel quiere sustituir a la OLP con una delegaci¨®n de "palestinos del interior", pero los hechos muestran que ello no es realista. Una encuesta realizada con la participaci¨®n de un peri¨®dico norteamericano y la radio australiana en los territorios ocupados indica que el 93% de la poblaci¨®n apoya a la OLP, y el 71%, el liderazgo de Arafat. El ministro espa?ol de Exteriores, en su reciente viaje a Israel ha podido confirmar esta verdad, y expresarla netamente ante sus ¨ªnterloeutores ¨ªsrael¨ªes. Al reconocer en su discurso de Harare la resoluci¨®n 242 de la ONU, Arafat ha dado satisfacci¨®n, con un retraso que sin duda cabe lamentar, a las dos demandas que EE UU formul¨® -condena del terrorismo, aceptaci¨®n de la resoluci¨®n 242- para aceptar la presencia de la OLP en las negociaciones.
Celebrado ya el encuentro con Peres, Mubarak ser¨¢ recibido en EE UU con mayor simpat¨ªa. Pero surge ahora otro interrogante: ?su viaje servir¨¢ solamente para obtener cierto alivio de su situaci¨®n econ¨®mica, o lograr¨¢ convencer a la Administraci¨®n Reagan de que renuncie a algunos de los vetos que paralizan la v¨ªa de la negociaci¨®n en Oriente Pr¨®ximo?
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