El CAI dio la sorpresa ante el Bar?a
Cuando menos ambiente hab¨ªa, cu¨¢ndo menos se esperaba, el CAI derrot¨® al Barcelona. Y eso que los d¨ªas precedentes al partido fueron de desasosiego. Primero, porque el estado de la pista mereci¨® un rechazo de la Asociaci¨®n de Clubes; segundo, porque Eugene Mc DoweIl se march¨® el lunes a Estiados Unidos y volvi¨® el viernes a Zaragoza. Adem¨¢s, los primeros minutos llevaban a cualquiera al des¨¢nimo porque un Bar?a que alineaba a cinco mundialistas era contrarrestado por un Zaragoza que presentaba en pista a tres de la cantera: Fernando Arcega, Zapata y Capablo. A ellos se les un¨ªa Llorente y al americano Riley. Y esta diferencia de famas se manifest¨® en el primer cuarto de partido. Antes, al final del minuto cuarto, el preparador local ped¨ªa tiempo y en el octavo enviaba a la pista a Mc DoweIl para ocuparse de Andr¨¦s Jim¨¦nez y del rebote, razones por las que el Barcelona tuvo un 6-12 o 13-18 a su favor.Pero los catalanes se ensimismaron con aquellos marcadores y con la precisi¨®n de sus movimientos. Al Zaragoza le correspond¨ªa emplear fervor en la causa a la que lleg¨® no exento de pulcritud y preciosismo. En un¨® de estos lances, un pase milimetrado de Jos¨¦ Luis Llorente a Ra¨²l Capablo igual¨® el partido a 30 puntos.
Tras el 32-30, nunca los azulgranas tuvieron marcador alguno a su favor, ni, siquiera llegaron a un efimero empate. Desde esta referencia al fin de la primera parte, los locales hicieron los minutos m¨¢s brillantes del partido, que obligaron a Aito Garc¨ªa Reneses a detener el partido en los minutos 14 y 16. Hubo otra parada m¨¢s del encuentro que pasar¨¢ a la historia anecd¨®tica: fue ¨¦sta motivada por la protesta del cuadro local, ya que ve¨ªa posibilidad de confusi¨®n en la camiseta roja que Sibilio lleva debajo de la reglamentaria, del mismo color, por tanto, que la del cuadro local; Fajardo oblig¨® al caribe?o a marchar al vestuario, volviendo a la pista con otra de color blanco.
Pasado el descanso, el Zaragoza mantuvo el mismo alto nivel de ejecuci¨®n y s¨®lo era de temer el n¨²mero de faltas personales que pudieran cometer los hombres relevantes. Pero ni las cuartas personales de Llorente y Fernando Arcega ni la quinta de Jos¨¦ Luis D¨ªaz dieron al traste con la ilusi¨®n del triunfo final. En esos momentos de flojedad fisica el Barga se aproxim¨® a un punto en canastas de De la Cruz. Faltaban ocho minutos todav¨ªa por jugarse y el CAI no ces¨® en su empe?o. A partir de aqu¨ª el Bar?a se precipit¨® en exceso, lo que favoreci¨® las ideas locales. Epi devolvi¨® la ilusi¨®n a su equipo en el 92-91 del minuto 37, pero las precipitaciones fueron de mayor calibre y la casi infalibilidad de los lanzadores barcelonistas no fue tal. Riley anot¨® el 100-94, Capablo el 102-94 y dos canastas del norteamericano Simpson dejaron un 102-99 a falta de 20 segundos. Al CAI le bastaba con aguantar el tiempo, y a¨²n, la ulterior falta del barcelonista Simpson oblig¨® a Ra¨²l Capablo a lanzar dos tiros libres que, anotados, establec¨ªan el definitivo 104-99.
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