Coexistencia o no existencia
Las negociaciones para limitar la carrera de armas estrat¨¦gicas est¨¢n en un atolladero, mientras la propia carrera armamentista marcha a toda m¨¢quina, seg¨²n el autor de este art¨ªculo, quien cree que lo ¨²nico positivo de este largo camino son las iniciativas sovi¨¦ticas para desbrozar las dificultades que impiden una v¨ªa hacia la paz.
Desde que Ronald Reagan asumi¨® la presidencia de EE UU en 1980, las relaciones sovi¨¦tico-norteamericanas han experimentado una serie de alternativas dignas de consideraci¨®n. En un principio fueron de absoluta animadversi¨®n por parte de EE UU hacia la URSS; la confrontaci¨®n se anunciaba como norma de relaciones, mientras que toda mejora de las mismas, y m¨¢s a¨²n la distensi¨®n, se calificaba poco menos de traici¨®n a los intereses nacionales de EEUU. Despu¨¦s hubo un viraje conocido: Washington declar¨® que observar¨ªa los compromisos firmados y regres¨® a la mesa negociadora para, seg¨²n se dijo, buscar la reducci¨®n armamentista.Ahora se vislumbra otro cambio. Se anunci¨® el prop¨®sito de Washington de renunciar al tratado de limitaci¨®n de armamentos estrat¨¦gicos (SALT), lo que posteriormente conducir¨ªa a acabar tambi¨¦n con el tratado ABM. Las negociaciones se hallan en un atolladero, mientras la carrera armamentista avanza a marchas forzadas. Lo ¨²nico claro en esta situaci¨®n son las impresionantes iniciativas sovi¨¦ticas para desbrozar el camino hacia el desarme, entre las que ocupa un lugar principal la moratoria unilateral para las pruebas nucleares que entr¨® en vigor el 6 de agosto de 1985 y se halla en su cuarta pr¨®rroga hasta 1987.
Lo que habr¨ªa que averiguar de una vez es si Washington piensa emprender el camino de la paz y de la prevenci¨®n de la amenaza nuclear o s¨®lo quiere aparentarlo. En todas las respuestas que de all¨ª llegan, tantas veces contradictorias, se atribuye gran importancia a los esfuerzos encaminados a presionar m¨¢s sobre Mosc¨². ?Con qu¨¦ no nos habr¨¢n amenazado!: que no nos van a vender m¨¢s trigo, que no acudir¨¢n a la cumbre, que renunciar¨¢n a intercambios de uno u otro tipo. Como si en todo eso EE UU estuviera menos interesado que la URSS, como si para nosotros el mundo entero se circunscribiera a EE UU.
Me temo que en esta ocasi¨®n, como en tantas otras anteriores, la Administraci¨®n de EE UU enga?a no s¨®lo a los dem¨¢s, sino a s¨ª misma. Especialmente en lo referente a la idea de que la URSS va a capitular de un momento a otro... debido a sus problemas econ¨®micos. En sus respuestas a las preguntas del director del peri¨®dico Rude Pravo, Mijail Gorbachov refut¨® este argumento: "Creo que ahora ya dejan de creerlo los norteamericanos que est¨¢n al tanto de nuestros problemas y de los que tiene que afrontar EE UU, al menos porque ven c¨®mo los intentos de hundirnos econ¨®micamente, mediante la carrera armamentista, pueden traer como consecuencia la bancarrota de los propios EE UU, especialmente si la otra parte, es decir, la URSS, se comporta de manera racional, de lo que los norteamericanos sensatos no tienen ni una sombra de duda".
Debo confesar honestamente que sigo experimentando serias dificultades al tratar de entender esa irracional actitud de la Administraci¨®n norteamericana. Me viene preocupando hace mucho, con especial intensidad, la cuesti¨®n siguiente: ?c¨®mo es posible que el presidente de EE UU, asesorado por instituciones cient¨ªficas y los especialistas m¨¢s prestigiosos de su pa¨ªs, a juzgar por sus intervenciones en p¨²blico, estructure sus conceptos respecto a la URSS, a la pol¨ªtica sovi¨¦tica y los prop¨®sitos de nuestro pa¨ªs a base de un pu?ado de citas falsificadas, tomadas de fuentes no s¨®lo sospechosas, sino francamente sucias, deshonestas? Huelga decir que es un asunto peligroso, pues se sabe que las falsificaciones que le presentan han sido fabricadas por el antiguo Ministerio de Propaganda de Goebbels en los a?os 40, por la fascistizante Sociedad de John Birch en EE UU, as¨ª como por organizaciones similares en Am¨¦rica y otros pa¨ªses occidentales.
Las hordas asi¨¢ticas
De esas fuentes, precisamente, se sacan las declaraciones que se les atribuyen a dirigentes sovi¨¦ticos sobre los prop¨®sitos de "rodear por etapas" a Estados Unidos, de incitar contra ellos a "las hordas asi¨¢ticas" con el fin de que despu¨¦s ese "basti¨®n del capitalismo" caiga a nuestros pies como "fruto maduro". O sobre su disposici¨®n a poner en juego en aras de la victoria el embuste, el enga?o, el secuestro. O que mediante la distensi¨®n y el desarme queremos, supuestamente, "adormecer la vigilancia estadounidense" para despu¨¦s "aplastar a Estados Unidos con pu?o de hierro". Y el presidente Reagan sigue repitiendo desprop¨®sitos, a?adiendo: "Ven ustedes, eso lo dicen los mismos rusos".
Y aqu¨ª surge mi duda: ?es realmente enga?ado el presidente norteamericano, o se repiten esas citas, se recuerdan, se galvanizan constantemente porque las necesitan as¨ª? ?Las necesitan porque la Uni¨®n Sovi¨¦tica real, la pol¨ªtica sovi¨¦tica real, nuestras propuestas sobre el cese de las explosiones nucleares, sobre el desarme, sobre la creaci¨®n de un sistema de seguridad universal asustan a los medios que hoy llevan la voz cantante en la pol¨ªtica norteamericana?
Lo que muchos no quieren ver, y sin embargo es lo ¨²nico sensato, es que nuestros pa¨ªses se necesitan mutuamente en igual medida. Se necesitan como consocios, igualmente interesados en que sea garantizada la seguridad mutua: cada uno por su parte no podr¨¢ tener esa seguridad, y si como consocios, en la cooperaci¨®n mutuamente provechosa, as¨ª como en la soluci¨®n de problemas globales, con la participaci¨®n, naturalmente, de todos los dem¨¢s pa¨ªses. Estimo que en Norteam¨¦rica son muchos los que lo entienden exactamente igual: coexistencia o no existencia, no hay tercera v¨ªa.
Pero el acontecer de estos ¨²ltimos a?os me induce a hacer una conclusi¨®n parad¨®jica. Mucho mas que a estos norteamericanos sensatos, dir¨ªamos normales, la Uni¨®n Sovi¨¦tica les hace falta a aquellos ciudadanos de Norteam¨¦rica que est¨¢n afectados por la psicosis anticomunista, sufren la paranoia de enemistad y tienen la man¨ªa de la carrera armamentista. Por cuanto precisamente ¨¦stos ejercen una fuerte influencia en la pol¨ªtica de Estados Unidos, la Uni¨®n Sovi¨¦tica, por mucho que la odien, deviene para ellos una necesitad vital. Naturalmente no se trata de la Uni¨®n Sovi¨¦tica verdadera ni de la pol¨ªtica sovi¨¦tica real, sino de su imagen repugnante, de espantajo, que aquellos tipejos est¨¢n creando vali¨¦ndose de mentiras, citas falsas y provocaciones.
Sin este espantajo habr¨ªa sufrido una bancarrota inmediata la industria de guerra norteamericana, que opera anualmente con 300.000 millones de d¨®lares. Habr¨ªa perdido sentido la actual pol¨ªtica exterior de Estados Unidos, sus alianzas pol¨ªtico-militares, la presencia militar estadounidense en el Atl¨¢ntico, el Pac¨ªfico y el Indico, en el Mediterr¨¢neo y el Oriente Pr¨®ximo. Por si fuera poco, el espejismo del peligro sovi¨¦tico devino para la reacci¨®n norteamericana un important¨ªsimo factor no s¨®lo en la pol¨ªtica exterior y militar de Estados Unidos, sino tambi¨¦n en su vida interna. No me refiero ¨²nicamente al anticomunismo como ideolog¨ªa, como condici¨®n de prosperidad, como refugio seguro -y, a juzgar por todos los indicios, eterno- para granujas pol¨ªticos, sino tambi¨¦n a m¨²ltiples instituciones de la actual sociedad norteamericana que llegaron a considerarse casi sagradas dentro del sistema estatal norteamericano: polic¨ªa secreta, estructuras de pesquisas y delaciones y otros mecanismos que mantienen alerta a esta sociedad.
Y todo ello tiene un aspecto siniestro e inadmisible: la carrera armamentista, la doctrina del neoglobalismo, la pol¨ªtica orientada a exacerbar las tensiones y que Podr¨ªa conducir a una guerra total que acabar¨ªa no s¨®lo con las guerras, sino tambi¨¦n con la humanidad. Por eso, unos a otros nos necesitamos en grado igual, como socios en la paz y no como adversarios en la guerra fr¨ªa ni en la caliente.
es director del Instituto de Estados Unidos y Canad¨¢ de la Academia de Ciencias de la URSS.
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