La obstinacion de los precios
A PESAR del optimismo con que ha sido presentado el ¨ªndice de precios al consumo (IPC) correspondiente al mes de agosto no ha sido tan favorable como se ha dicho. La relativa moderaci¨®n de la cifra -un 0,3%- se explica esencialmente por la desaceleraci¨®n de los precios de los productos alimenticios despu¨¦s de las subidas desbocadas de junio y julio, meses en los que crecieron un 1,8% y un 2,2%, respectivamente. Por su parte, los precios del resto de los bienes y servicios que componen el ¨ªndice aumentaron en un modesto 0,2%, lo cual podr¨ªa dar pie a una interpretaci¨®n positiva si no fuera porque tradicionalmente el mes de agosto no es alcista, pues, entre otras circunstancias, un gran n¨²mero de comercios cierra sus puertas; si se toma como punto de referencia lo sucedido el mismo mes del a?o anterior, la ganancia en este terreno se reduce a una d¨¦cima de punto, y no puede interpretarse como representativa de una tendencia.De momento, y comparando con el mes de agosto del pasado a?o, los precios est¨¢n creciendo a un ritmo del 9,5%, lo cual est¨¢ fuera de proporci¨®n no s¨®lo con las previsiones del Gobierno, sino, fundamentalmente, con lo que sucede fuera de nuestras fronteras. En Alemania Occidental, los precios no se han movido durante todo este tiempo, y en Francia el aumento ha sido del 3 %. Dicho de otra manera, el diferencial de inflaci¨®n se ha abierto considerablemente con los pa¨ªses de nuestro entorno, y, aunque es previsible que los precios se moderen de aqu¨ª a fin de a?o, resulta dif¨ªcil admitir las tesis oficiales seg¨²n las cuales a¨²n podemos terminar 1986 con un aumento de solo el 8%.
Los responsables de la Administraci¨®n aducen en apoyo de sus argumentos que una parte del incremento de los precios se debe a la introducci¨®n del IVA a principios de a?o. Hasta la fecha no se ha realizado ning¨²n estudio -o al menos no se ha publicado- para determinar con exactitud la incidencia de este nuevo impuesto sobre los precios de consumo. La tesis m¨¢s difundida es que el impacto ha sido del orden de dos puntos porcentuales y que se ha centrado fundamentalmente en los precios de los productos alimenticios. Esta estimaci¨®n es interesante porque permite evaluar, siquiera aproximadamente, lo que podr¨ªa llamarse la tasa de inflaci¨®n subyacente de nuestra econom¨ªa. Para ello es preciso tomar como punto de partida el crecimiento medio de los precios a lo largo de todo el a?o, magnitud que se situar¨¢ en torno al 8,5%. Si de esta cifra deducimos los dos puntos de incidencia del IVA, obtenemos un 6,5% como indicador de la tendencia de fondo de la evoluci¨®n de los precios de consumo en Espa?a. Pues bien, incluso esta segunda cifra es considerablemente superior al promedio de las referentes a los otros pa¨ªses de la CEE.
Las razones de esta evoluci¨®n son de muy variado signo, pero hay dos sobre las que conviene meditar. La primera es la evoluci¨®n de los salarios, que han invertido a partir de la primavera la tendencia a la desaceleraci¨®n que ven¨ªa produci¨¦ndose desde hace varios a?os. La segunda deriva directamente de la decisi¨®n de las autoridades econ¨®micas de trasladar s¨®lo parcialmente a los agentes interiores la ca¨ªda de los precios del petr¨®leo, contrariamente a lo llevado a cabo en la mayor¨ªa de los pa¨ªses desarrollados. El motivo de esta actitud se encuentra en la necesidad de reducir el d¨¦ficit p¨²blico; el resultado ha sido favorable para la recaudaci¨®n, pero las repercusiones sobre el ¨ªndice de precios no pod¨ªan ser, en ning¨²n caso, positivas.
Parad¨®jicamente, esta evoluci¨®n va a proporcionar cierto margen de maniobra a las autoridades el a?o pr¨®ximo, pues, si los precios del petr¨®leo permanecen en el nivel actual o incluso si suben moderadamente, tendr¨¢n abierta la posibilidad de reajustar a la baja el precio de algunos derivados si desean reducir la tasa de inflaci¨®n. Pero el verdadero problema subyacente seguir¨¢ siendo la incontinencia del gasto p¨²blico y la incapacidad del Gobierno para controlarlo o moderarlo.
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