Autodeterminaci¨®n, respuestas y preguntas
La pol¨¦mica provocada por los fil¨®sofos Javier S¨¢daba y Fernando Savater en torno a las diversas verdades que son aplicables a la situaci¨®n de Euskadi conoce hoy un nuevo episodio. El primero de los pensadores precisa algunas de sus opiniones contenidas en su anterior art¨ªculo, La verdad entera (EL PA?S, 12 de septiembre de 1986), que fue replicado por Fernando Savater con un texto titulado Las estad¨ªsticas del coraz¨®n (EL PA?S, 19 de septiembre).
Antes de nada me gustar¨ªa observar que, mientras F. S. cita al menos seis veces a ETA, yo no lo hac¨ªa m¨¢s que una sola vez y de pasada. Podr¨ªa replicarme que es ¨¦se el problema principal. No s¨®lo para Madrid, sino tambi¨¦n para Euskadi. A pesar de todo, me gustar¨ªa aclarar mi postura citando estas palabras de un amigo com¨²n, Philip Silver: "... La estudiada imprecisi¨®n de la relaci¨®n entre terrorismo y pol¨ªtica abertzale ha servido para inhibir una comprensi¨®n clara de las ra¨ªces de la mayor parte del terrorismo en Espa?a.El Gobierno de Madrid prefiere tenerlo en el aire, listo para ser usado o, alternativamente, para que se le contemple simplemente como una versi¨®n local de un problema internacional... El prop¨®sito disimulado de esta campa?a de desorientaci¨®n en lo que se refiere a los vascos hace que las causas reales del terrorismo vasco no sean discutidas seriamente".
Estoy de acuerdo. Quiero dejarlo claro, una vez m¨¢s, desde el principio. Se trata, esencialmente, de la pol¨ªtica espa?ola respecto a Euskadi.
En ¨¦sta ve¨ªa, precisamente, F. S. cierto alarmismo injustificado por mi parte. El roce de la ilegalidad estar¨ªa, supone, en que hablo de autodeterminaci¨®n y, al l¨ªmite, de independencia. Por tal roce no habr¨ªa que alarmarse. No pensaba solamente en ello. Hay otras cosas m¨¢s intocables. Es tan obvio que no hace falta se?alarlo. Es tan intocable que nadie suele se?alarlo. Pero si nos atenemos a la autodeterminaci¨®n, con o sin independencia, he de decir que aqu¨ª se esconde una de las trampas m¨¢s t¨ªpicas de la situaci¨®n.
Hay libertad para que existan grupos independentistas, pero con la condici¨®n de que si alguna vez pudieran obtener sus prop¨®sitos, no lo hagan. Es decir, la cuesti¨®n se plantea as¨ª: sea usted lo que quiera con tal de que no lo sea de verdad. Es, una vez m¨¢s, el conocido caso de la democracia formal con hipocres¨ªa real.
Me acusa F. S. de referirme al pueblo en general. En eso acierta. A m¨ª, y es un ejemplo que tiene poco que ver con el azar, no me gusta nada un pueblo concreto que elige abrumadoramente a Reagan o a unos representantes que arman a mercenarios en Nicaragua. Precisamente es labor de la filosof¨ªa moral -en la que ambos estamos- no tanto la de imponer, sino la de proponer. La b¨²squeda de un pueblo como ideal frente a su corrupci¨®n real, frente a su voluntad secuestrada, es uno de los imperativos de una filosof¨ªa pol¨ªtica no resignada. ?C¨®mo se consigue eso? Que no lo sepa no quiere decir que he de renunciar a ello. No porque tenga hilo directo con el pueblo vasco) o con cualquier otro pueblo, sino porque est¨¢ en la misma ra¨ªz de las exigencias democr¨¢ticas. Por eso hay que insistir machaconamente en que no s¨®lo se debe preguntar al pueblo, sino crear las condiciones para que ese pueblo sea lo que quiere ser.
Abstenci¨®n activa
Respecto a la abstenci¨®n en el refer¨¦ndum constitucional, F. S. y yo sacamos conclusiones distintas. ?Para qu¨¦ se hizo entonces el refer¨¦ndum? Porque de su aceptaci¨®n o no derivar¨ªan las dem¨¢s normas y elecciones; luego ¨¦stas son secundarias respecto a aqu¨¦l. Por otro lado, no fue una abstenci¨®n m¨ªnima. Fue una abstenci¨®n activa y escandalosamente mayoritaria. El asunto no era escoger ¨¦ste o aquel partido, ¨¦sta o aquella pol¨ªtica, sino que se trataba, fundamentalmente, de aceptar un marco institucional.Y, para colmo, a un ritmo tal que no se pudiera plantear un conjunto de problemas que por lo menos a una gran parte del pueblo vasco le importaba discutir abiertamente y sin cerrojazo. Dejando ya los aspectos m¨¢s formales de una votaci¨®n: si la gente no particip¨® de esa manera, lo menos que se puede decir es que es un s¨ªntoma claro de malestar y desacuerdo. Solucionarlo era deber democr¨¢tico. Como deber democr¨¢tico era haber atendido otro tipo de propuestas y autogobierno m¨¢s inteligentes y que, con cabida en un acuerdo global, hubieran evitado muchos de los males que padecemos.
Un par de palabras sobre la autodeterminaci¨®n. Para el Fil¨®sofo Popper es una barbaridad querer deducir un Estado de una naci¨®n. Estoy de acuerdo, con tal de que valga tambi¨¦n para el Estado en el que ¨¦l y otros se sienten tan a gusto. Afirmaba el c¨¦lebre cardenal Belarmino que Dios determina la indeterminaci¨®n de la voluntad humana. Suena, desde luego, a espectacular contradicci¨®n. Pero no veo contradicci¨®n alguna en interpretar la autodeterminaci¨®n as¨ª: relativizaci¨®n de toda legalidad estatal y primac¨ªa de la libre voluntad de los individuos.
La desgracia es que el derecho de autodeteminaci¨®n se ha convertido en el derecho a que nadie se inmiscuya en los estados existentes con el funesto resultado de reforzar aun m¨¢s a ¨¦stos. Quien nos advirtiera que en un mundo como el de hoy, con superpotencias, los localismos de soberan¨ªa nacional son infantiles o perversos. Esas almas quiz¨¢ no entiendan nunca el valor universal de la rebeld¨ªa particular. Viene a cuento Bergam¨ªn: "La mejor manera de servir a lo com¨²n es ser particular".
'Violencia leg¨ªtima'
Un punto en el que mi desacuerdo con F. S. se agranda es el que se refiere a la violencia leg¨ªtima. Piensa que hay que legitimar, estrictamente, la violencia pol¨ªtica. Yo opino todo lo contrario: que hay que proceder a la inversa. Y por ah¨ª vamos, derechos, a la cuesti¨®n del pacifismo. Otra vez una cita -dos- nos puede ser de ayuda. La primera es de Chomsky, citando, a su vez, al pacifista Muste: "En tanto que no tratemos honrada y adecuadamente ese 90% de nuestro problema [la violencia dominante], hay algo rid¨ªculo, y quiz¨¢ hip¨®crita, en nuestra preocupaci¨®n sobre el 10% de la violencia empleada por los rebeldes en contra de la opresi¨®n".?Qu¨¦ a?adir a esto? Pero si hay que condenar tambi¨¦n al 10%, no ser¨¢, desde luego, para reforzar al 90%. Al 10% habr¨¢ que criticarlo como reflejo o extensi¨®n del 90%. Ser pacifista, en su sentido m¨¢s genuino, es desmontar, sin miramientos, las ra¨ªces de la violencia, y no el asentarse en la mayoritaria para despu¨¦s contemplarla con tanta suavidad que las cr¨ªticas, m¨¢s que abatirla, la sostengan. Programa ingenuo para muchos. La no ingenuidad suele amonestamos indicando que no tenemos otra alternativa. De ah¨ª, sin embargo, lo ¨²nico que se sigue es que no hay alternativa, pero no que la que tenemos sea la buena. En todo caso, se seguir¨¢ que hay que ir creando las condiciones para que la haya. Al precio, incluso, de la ingenuidad.
Otro posible aviso consistir¨ªa en contraargumentar diciendo que hay que anteponer la desobediencia civil o la violencia simb¨®lica a la violencia tout court. Perfecto. S¨®lo que si no se hace con la suficiente radicalidad, el pacifismo se puede convertir en algo irrisorio. L¨¦ase, como ilustraci¨®n, lo que escribe un fil¨®sofo tan celebrado como Habermas en un art¨ªculo reciente: "... La desobediencia civil [ha de cumplir] tres condiciones. El orden jur¨ªdico en su totalidad debe quedar intacto... Adem¨¢s, el transgresor de las reglas debe asumir las consecuencias de su acci¨®n. Y, por ¨²ltimo, se espera que ese transgresor... pueda fundamentar su desobediencia en principios reconocidos y legitimadores de la Constituci¨®n".
No s¨¦ si este p¨¢rrafo lo suscribir¨ªa Blas Pi?ar (lo cito porque lo citaba F. S.), pero pienso que lo suscribir¨ªa casi todo el mundo, lo cual es vaciar el pacifismo, reducirlo a cero, o, peor, transformarlo en su contrario.
Desvar¨ªo
Hay, para acabar, una serie de preguntas que me hace F. S. y que yo podr¨ªa responder con otras tantas. Pero son preguntas que uno tiene delante porque mucho ocurri¨® atr¨¢s. Hasta que no se d¨¦ el sue?o kantiano de un orden internacional parece que s¨®lo hablando y con cesiones mutuas se pueden solucionar problemas que de entrada no pueden ser sino sumamente complicados.De cualquier forma, no voy, a rehuir las tres preguntas finales que me hace F. S. Ni las voy a devolver con otras tales como cu¨¢ndo, qui¨¦n y c¨®mo reformar¨ªa la Constituci¨®n o si ¨¦sta es fiel reflejo del pueblo espa?ol y no del miedo. (Me gustar¨ªa recordar que el miedo es tan distinto de la libertad que la anula. Por eso exime incluso de responsabilidades. De ah¨ª que no acabe de saber qu¨¦ es eso de votar por miedo.)
?stas son mis respuestas. No creo que nadie tenga licencia para matar. No creo que todos los males de los vascos provengan del Estado espa?ol. Y no creo, ni mucho menos, que la cuesti¨®n sea una conciencia limpia y noble por parte de ETA frente a quienes se oponen y disienten. Esto lo digo ahora como lo he dicho siempre.
Pero una vez m¨¢s, y como al principio, he de recordar que he hablado del pueblo vasco, del pacifismo y del ¨²nico Estado que hay, por el momento, aqu¨ª -los otros son puramente potenciales-: el espa?ol. A Fernando Savater, a quien domina una noble pasi¨®n por alcanzar la verdad, se le olvidaba, sin embargo, entre las "enormes minucias", ¨¦sta: ?qu¨¦ hay que hacer s¨ª los vascos quieren autodeterminarse y se les imposibilita?
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