Gorbachov, un impaciente algo amargado
La seguridad y el desarme son en Reikiavik, como en Ginebra en noviembre de 1985, las prioridades del l¨ªder sovi¨¦tico, Mijail Gorbachov, quien a lo largo del casi un a?o transcurrido entre ambas cumbres parece algo amargado tras haber hablado mucho, demasiado seg¨²n algunos de sus conciudadanos, sin haber encontrado la respuesta -ni en pol¨ªtica interior ni exterior- que la impaciencia y energ¨ªa del l¨ªder hubieran deseado.En una entrevista publicada por el diario checoslovaco Rude Pravo en septiembre pasado, Gorbachov opinaba que la URSS y EE UU no se hab¨ªan acercado "ni un ¨¢pice" al acuerdo sobre la reducci¨®n de armamentos desde el encuentro de Ginebra. El terreno de los posibles consensos (misiles de alcance medio, misiles estrat¨¦gicos) est¨¢ ahora m¨¢s balizado que hace un a?o, cuando el l¨ªder daba sus primeros pasos en calidad de tal por Europa Occidental. Desde la cumbre de Ginebra, Gorbachov no ha vuelto a hacer ning¨²n viaje al extranjero fuera ole los pa¨ªses aliados de la URSS.
Modales distendidos
En noviembre de 1985, la imagen de Gorbachov se estaba a¨²n perfilando en Europa Occidental y en Estados Unidos. Sus modales distendidos a¨²n sorprend¨ªan, tras d¨¦cadas de dirigentes hura?os que se integraban mal en las promociones de imagen occidentales. Cuando fue a Ginebra, Gorbachov ten¨ªa a¨²n por delante un congreso del Partido Comunista de la Uni¨®n Sovi¨¦tica (PCUS) que deb¨ªa revelar el apoyo real del dirigente en un aparato sometido a una oleada de cambios sin precedentes. Los cambios que afectan al Ej¨¦rcito y a la Administraci¨®n, en su conjunto han versado tambi¨¦n sobre el Ministerio del Exterior. En esta instituci¨®n, que fue pr¨¢cticamente un feudo de Andrei Gromiko -hoy presidenite del Presidium del Soviet Supremo- durante m¨¢s de un cuarto de siglo, los cambios a gran escala comenzaron despu¨¦s de Ginebra y, concretamente, despu¨¦s del congreso del PCUS que concluy¨® en marzo.
El equipo de expertos que acompa?¨® a Gorbachov a Ginebra es hoy, en parte, historia. Unos, como Alexandrov Agentov, el ayudante de Le¨®nid Breznev, han sido jubilados. Otros, como Le¨®nid Zamiatin, disfrutan de un exilio de lujo en el extranjero (Zamiatin es embajador en Londres), y otros, c¨®mo Anatoli Dobrinin, antes embajador en Washington, han protagonizado una fulgurante carrera. Dobrinin ha sustituido al veterano Boris Ponomariov al frente de la Secci¨®n Internacional del Comit¨¦ Central, que ha aumentado su protagonismo en la pol¨ªtica exterior de la URSS.
Los pronunciamientos y discursos en pol¨ªtica exterior est¨¢n hoy m¨¢s concentrados en Gorbachov de lo que lo estaban en el pasado. La orquesta de voces, que con distintos maltices propagaban el mensaje internacional de turno en la URSS en el pasado, parece haber disinainuido, a lo largo de los meses transcurridos desde Ginebra.
En noviembre de 1985, Gorbachov pod¨ªa permitirse un viaje de reconocin¨²ento. Ten¨ªa el m¨¦rito de haber restablecido un di¨¢logo en la cumbre ausente durante seis a?os, desde que Le¨®nidas Breznev y Jimmy Carter se encontraran en Viena en 1979 para firmar el tratado SALT II. Hoy, Gorbachov quiere -y, seg¨²n algunos, necesita- ingresar a Mosc¨² desde Reikiavik con algo m¨¢s que impresiones; generales. Su credibilidad sufrir¨ªa si as¨ª no fuera. El l¨ªder ha invertido demasiada energ¨ªa y demasiado prestigio personal en propuestas de desarme y llamamientos internacionales. Adem¨¢s, ha vinculado la desaceleraci¨®n de la carrera de armamentos con una mejora de la econom¨ªa civil y del nivel de vida. Gorbachov necesita consolidar su posici¨®n frente a unos cuadros intermedios hostiles a las ideas de aceleraci¨®n y dinamismo propagadas por el dirigente.
La oposici¨®n a Gorbachov desde el aparato del partido se refleja en los discursos del l¨ªder, donde la palabra lucha gana terreno a la palabra aceleraci¨®n. De lucha sin compromiso contra la corrupci¨®n, la ineficacia y la burocracia habla ahora Gorbachov, y entre sus conciudadanos hay quien le mira con esperanza, quien con curiosidad y quien con escepticismo. Tras la ruptura del pacto social brezneviano (el ciudadano no trabaja, pero tampoco exige y el poder hace la vista gorda y tampoco da), Gorbachov ha hecho depender de los ¨¦xitos en pol¨ªtica internacional y desarme la compensaci¨®n que puede ofrecer el poder al ciudadano movilizado.
El l¨ªder sovi¨¦tico tiene prisa, y por ello no parece dispuesto a esperar que la Administraci¨®n norteamericana cambie de presidente. Petrificarse durante dos a?os y medio no est¨¢ en los planes de Gorbachov. "Esperar, aguardar, ser¨ªa cometer un error imperdonable".
"No damos portazos"
Tampoco est¨¢ dispuesto Gorbachov a repetir la rabieta de Yuri Andropov y Gromiko en 1983, cuando ¨¦stos rompieron el di¨¢logo con Estados Unidos. "... Por mucho que nos provoquen", dec¨ªa Gorbachov a Rude Pravo, "no romperemos el hilo de los contactos con la Administraci¨®n norteamericana; no ponemos en tela de juicio la utilidad de estos contactos, no damos portazos".
El di¨¢logo es, en parte, de sordos. Y Washington no se ha dejado conmover por las repetidas prolongaciones de la moratoria de las pruebas nucleares que los sovi¨¦ticos comenzaron en agosto de 1985 y que centra ahora el grueso de la ofensiva verbal de Mosc¨². El hincapi¨¦ en la moratoria como prueba de la credibilidad sovi¨¦tica en el terreno del desarme es mayor que antes de Ginebra. Entonces, el Krenilin pon¨ªa m¨¢s el acento en asegurar que encontrar¨ªa una respuesta a la Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica (SDI) norteamericana. ?sta es tratada por Mosc¨² como un intento de Estados Unidos para conseguir superioridad sobre la URSS y, eventualmente, de preparar un primer ataque nuclear.
Hoy se insiste en el deseo de demostrar que el "silencio de los pol¨ªgonos" (de pruebas nucleares) va en serio, tan en serio que incluso es peligroso para la URSS.
En la televisi¨®n, el escritor Genri Borovik protagoniz¨® un ins¨®lito comentario, cuando neg¨® los "runiores" divulgados por los "enemigos de la URSS", tales como la existencia de "atentados" (en agosto corrieron insistentes rumores sobre un atentado contra Gorbachov) y la existencia de diferencias entre la direcci¨®n pol¨ªtica sovi¨¦tica, por una parte, y el Ej¨¦rcito y el Comit¨¦ de Seguridad del Estado (KGB), por otra.
Hasta ahora, las eventuales diferencias ente palomas y halcones en la direcci¨®n sovi¨¦tica hab¨ªa sido s¨®lo sugerida abiertamente por portavoces sovi¨¦ticos en un contexto que medios occidentales consideraban como un juego t¨¢ctico para crear la impresi¨®n de que a Washington le conviene m¨¢s llegar a un acuerdo con Gorbachov que con una altemativa a ¨¦ste.
Si las diferencias existen realmente, es dif¨ªcil pensar que ¨¦stas ser¨ªan enunciadas de forma abierta para consumo occidental. Con la llegada al poder de Gorbachov, el Ej¨¦rcito ha perdido protagonismo p¨²blico, muchos de sus mandos han sido relevados. Los dos encuentros de Gorbachov con altos mandos militares (en 1985, y en 1986) no han recibido m¨¢s tratamiento informativo que la constataci¨®n de su existencia.
Gorbachov ha demostrado tener iniciativa propia, tanto en pol¨ªtica exterior como en la interior, y se ha verificado lo que dec¨ªa de ¨¦l un experto en pol¨ªtica internacional: "Quiere tabla rasa y convencerse de todo por s¨ª ¨ªnisino".
Las propuestas internacionales de Gorbachov, desde un plan de desarme nuclear total hasta el a?o 2000, hasta recortes en los arsenales estrat¨¦gicos, a cambio de una congelaci¨®n de la SDI, ha conseguido en algunos casos quebrar la reserva y desconfianza de quienes creen que la URSS se aprovech¨® de la distensi¨®n de los a?os setenta y que, habida cuenta de su comportamiento imperialista (Afganist¨¢n) y represivo (derechos humanos y libertades individuales), tiene que ganarse a pulso la confianza. El marco de la distensi¨®n de los setenta, del que forman parte el tratado SALT II (el segundo sobre limitaciones de armamento estrat¨¦gico) y el ABM (de 1972 sobre limitaci¨®n de defensas contra los misiles bal¨ªsticos), es algo que la URSS quisiera conservar a toda costa. Y de ah¨ª la alarma causada en Mosc¨² por la declaraci¨®n de Reagan de que denunciar¨ªa el tratado ABM, que frena el desarrollo de la SDI.
La credibilidad sovi¨¦tica, que Gorbachov se ha empe?ado en construir con una pol¨ªtica de glasnost (transparencia informativa) ha sufrido un duro golpe con el tratamiento informativo del accidente de la central nuclear de Chernobil, que fue tard¨ªo e incompleto. Gorbachov, sin embargo, supo transformar la cat¨¢strofe en un abono para la moratoria en base al argumento de los peligros encerrados en la energ¨ªa nuclear incontrolada.
Los misiles de alcance medio (INF), con un alcance comprendido entre los 1.000 y los 5.000 kil¨®metros, son el campo m¨¢s prometedor de cara a un acuerdo.
En el campo de los misiles estrat¨¦gicos, de m¨¢s de 5.000 kil¨®metros de alcance, ambos pa¨ªses estar¨ªan de acuerdo en un recorte de un 50%, que en un primer momento ser¨ªa de un tercio del total. Ambos pa¨ªses ponen el ¨¦nfasis sobre ingenios distintos. Para Estados Unidos, la prioridad est¨¢ en los misiles sovi¨¦ticos basados en tierra. Para la URSS, en los misiles situados a bordo de submarinos, donde tienen prioridad. En total, Mosc¨² dispone de 9.000 cargas nucleares, y Washington, de 11.000.
El Kremlin liga el acuerdo en el campo estrat¨¦gico a la continuaci¨®n del compromiso contra¨ªdo en el tratado ABM. Estados Unidos est¨¢ dispuesto a aplazar en siete a?os la instalaci¨®n y desarrollo de la SDI, pero ello no satisface a Mosc¨², que exige un plazo de 15 a?os pero ha admitido la posibilidad de la investigaci¨®n en laboratorio.
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