Poema a punta de pistola
Party Girl es un ejemplo, dificilmente mejorable en cuanto tal ejemplo, de c¨®mo algunos cineastas del Hollywood cl¨¢sico se ve¨ªan obligados a combinar la servidumbre del sueldo de los estudios con la afirmaci¨®n de su personalidad de autores. Nicholas Ray se ajust¨® en este filme, a todas las convenciones no solo del g¨¦nero -Party Girl es un thriller casi de t¨ªral¨ªneas- sino tambi¨¦n a los matices que en su producci¨®n propia los estudios daban a ese g¨¦nero. aparentemente monol¨ªtico modelo ten¨ªa no obstante fisiaras y por ellas un cineasta como Ray, con pasi¨®n de autor de sus filmes, filtraba las huellas digitales de su visi¨®n del mundo. Por esta causa es f¨¢cil encontrar en esta notable pel¨ªcula partes completamente rutinarias que conviven sin apenas transici¨®n con aut¨¦nticos estallidos de hondura y origina lidad. Dos ejemplos de absurda evidencia son los n¨²meros mu sicales a cargo de Cyd Charis se, que disuenan en el entorno como aut¨¦nticos disparates ilustrativos, vitrinas coloreadas de una comedia musical en rosa dentro de un filme negro donde los haya.Un elemento perturbador mucho m¨¢s grave que estos livianos bocadillos musicales de la bella Cyd, porque ¨¦ste resta poder de convicci¨®n a la credibilidad misma del relalto, es la presencia del actor Robert Taylor, en funciones de estrella designada celestialmente por los diretores de la Metro para el personaje del abogado Farrel, un personaje con el que f¨ªsica y temperamentalmente este actor se da de patadas. Y el eje de la apasionante acci¨®n de Party Girl discurre as¨ª sobre un inexpresivo veh¨ªculo, en el que el director del filme, con toda evidencia, no cree.
Party Girl (Chicago, a?os 30)
Director: Nicholas Ray. Gui¨®n: George Wells. M¨²sica: Jeff Alexander. Fotograf¨ªa: Robert Bronner. Producci¨®n. Joe Pasternak, para la Metro-Goldwyn-Mayer. Estados Unidos, 1958. Int¨¦rpretes: Robert Taylor, Cyd Charisse, Lee J. Cobb, John Ireland, Kent Smith. Estreno en Madrid: cine Infantas.
Al contar con estos dos infranqueables obst¨¢culos, Nicholas Ray ahorr¨® energ¨ªa, se desentendi¨® de ellos, los realiz¨® con simple profesionalidad y reserv¨® su mirada para concentrarse y penetrar en algunos aspectos laterales del gui¨®n, que, poco a poco, fueron pasando a primer t¨¦rmino y finalmente se adue?aron de la inteligibilidad po¨¦tica del filme.
Un actor superdotado
Estos aspectos pueden. resumirse en la hermossa indagaci¨®n de ambientes claustrof¨®bicos -Ray ech¨® manos asu innato sentido de la escena teatral y cre¨® ritmos y espacios esc¨¦nicos de enorme vigor dram¨¢tico- y en la composici¨®n -igualmente intuida desde el olfato esc¨¦nico- del personaje Rico Angelo por el gran Lee J. Cobb, actor superdotado, al que Ray dej¨® que bordase con su maestr¨ªa aut¨¦nticas filigranas.De esta manera, desenredando las rutinas del cine estereotipado e introduciendo en ellas joyas de creatividad, transcurre este interesant¨ªsimo filme cl¨¢sico, raro como todos los de su autor a causa de esa referida doblez.
Y a causa tambi¨¦n de la sagacidad con que Nicholas Ray ha,ce crecer un poema personal¨ªsimo en el terreno, infertil para esta planta, de los filmes de encargo. Merece ver una pel¨ªcula que entretiene siempre y que, sin que lo esperemos, electriza de pronto. Es hermoso contemplar como la mano del talento moldea con elegancia el tosco barro de la inexpresividad.
Babelia
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