La nostalgia del antifranquismo
No hace muchos d¨ªas se pudo ver en televisi¨®n un programa dedicado al cantante Llu¨ªs Llach. Uno de los personajes que aparec¨ªan, a guisa de entrevistador-mentor, era Jos¨¦ Luis L. Aranguren. Preguntado Llach sobre la fecha de su primera venida a Madrid, se?al¨® dos: 1967 y 1970. Aranguren no se pudo contener: "Esos fueron, efectivamente, los mejores a?os". Es casi seguro, Aranguren, que ya no era un muchacho en aquellas fechas aleda?as del 68, dijo lo que muchos, que s¨ª lo eran, sienten hoy.Esa nostalgia de los otrora j¨®venes y hoy cuarentones tiene un efecto social perverso. Aquellos viejos rebeldes del 68 est¨¢n hoy en el poder ideol¨®gico, econ¨®mico, social y hasta pol¨ªtico, y a?oran, muchos de ellos, el antifranquismo. Lo que les pide el cuerpo es seguir siendo antifranquistas post mortemn, es decir, sin Franco. Al fin y al cabo, en vida, el general era un engorro que, con su man¨ªa de perseguir enemigos, resultaba hasta peligroso y ciertamente antiest¨¦tico.
El af¨¢n del intelectual espa?ol de situarse, en general, fuera o por encima de la pol¨ªtica hunde sus ra¨ªces en la experiencia del franquismo. Cuando hay privaci¨®n de libertad la dignidad del intelectual toma la forma de un imperativo ¨¦tico: restablecimiento inmediato de las libertades. La raz¨®n, tanto la raz¨®n te¨®rica como la pol¨ªtica, vive en estado de excepci¨®n: m¨¢s que su propio ejercicio, lo que importa es la creaci¨®n de condiciones que permitan su existencia. Aquella situaci¨®n produjo un tipo de intelectual cuyo rechazo ¨¦tico de la dictadura iba de la mano de un radicalismo pol¨ªtico con querencia a desbordar a todo bicho viviente por la izquierda.
Es ¨¦ste un caso de inmadurez con graves efectos sociales. Ya se sabe la definici¨®n que daba Kant del hombre adulto: aquel que sabe hacer uso p¨²blico y cr¨ªtico de la raz¨®n. Una parte de la vanguardia intelectual espa?ola se sigue moviendo con los esquemas de siempre: del rechazo moral al radicalismo sin alternativa pol¨ªtica, lo cual pone al descubierto que la acentuaci¨®n del ideal ¨¦tico no revela la inmoralidad de la pol¨ªtica, sino la irrelevancia de la pol¨ªtica para esa particular ¨¦tica.
Ocaso de los mitos
Quiz¨¢ donde m¨¢s efectos ha tenido el juego racional de la democracia ha sido en el ¨¢rea del socialismo. El ejercicio, de la pol¨ªtica ha supuesto el ocaso de muchos mitos. Empero, ser¨ªa abusivo e injusto interpretar esa desmitificaci¨®n como una entrega. El abandono de las divinas palabras y la confianza en las reformas deber¨¢ suponer el reencuentro con la inspiraci¨®n del socialismo primitivo: el rechazo de la injusticia concreta, de la desigualdad manifiesta, de la opresi¨®n del fuerte y de la represi¨®n al d¨¦bil. En ese instinto primitivo radica la superioridad moral del socialismo sobre sus oponentes.
Esa modesta inspiraci¨®n, negarlo ser¨ªa negar la evidencia, est¨¢ patente en muchas de las leyes y decretos de los ¨²ltimos a?os que hablan claro de la lucha contra las desigualdades sociales. No obstante, para el "intelectual antifranquista", muerto y enterrado el general, es imprescindible negar toda evidencia a fin de racionalizar su posici¨®n ¨¢ltica y est¨¦tica. Es preciso inventarse a Franco, que puede ser, alternativamente: el Estado, el partido en el Gobierno, o la pol¨ªtica en general.
Para el intelectual antifranquista siguen en pie t¨®picos tales como la incompatibilidad entre ¨¦tica y pol¨ªtica, el divorcio entre principio de legitimidad y. principio de legalidad, el que la pol¨ªtica no se justifica por la historia, sino por la ¨¦tica, o que lo suyo de la ¨¦tica es ser consecuente, pero no atender a las consecuencias. Antes de sentenciar que la realidad se equivoca porque no se ajusta al modelo, cabr¨ªa preguntarse si la pol¨ªtica, como la historia, no es escuela de conocimientos.
Sin libros, ni maestros que expliquen la lecci¨®n de la pol¨ªtica actual, acomplejados por la cr¨ªtica te¨®rica de que el socialismo contempor¨¢neo es, pragmatismo, algunos dan por hecho que, todo lo que est¨¢ ocurriendo carece de significaci¨®n te¨®rica. Y la tiene como la tiene todo lo que es vida.
Si estos trabajadores de la cultura dejan de inhibirse, unos por desprecio, otros porque se encuentran tan a gusto en su melanc¨®lico desencanto, quiz¨¢ pudiera lograrse esa unidad de estilo o de concepto para el futuro.
No se trata aqu¨ª de hacer ex¨¦gesis de lo realizado, ni de negar sistem¨¢ticamente la raz¨®n de la cr¨ªtica a una pr¨¢ctica de gobierno que abarca desde los ayuntamientos a la defensa. Se trata de se?alar que la cr¨ªtica al socialismo gobernante suele tender a ser global, y su apoyatura, exclusivamente ¨¦tica. De ah¨ª que se intente identificar, maltratando a la raz¨®n, el poder del Estado democr¨¢tico con el franquismo.
Es innegable que, acuciado por la pr¨¢ctica de gobierno y empujado por la crisis econ¨®m¨ªca, el socialismo espa?ol ha postergado la necesaria reflexi¨®n te¨®rica dej¨¢ndola arrinconada en seudodebates de costa a costa, que m¨¢s tienen que ver con el poder interno y la maldita imagen que con otra cosa. Se anuncian, al parecer, nuevos tiempos, en donde puede, y debe, tejerse el entramado te¨®rico que la izquierda riecesita. Para ello es condici¨®n necesaria que la intelligentzia espa?ola de izquierda que no lo haya hecho abandone definitivamente el c¨®modo antifranquismo en que est¨¢ empe?ada.
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