Un viejo almanaque
Introduciendo un esquema de orden en mi trasladada biblioteca, cay¨® de un anaquel un librito en r¨²stica algo desflecado que despert¨® en mi memoria recuerdos lejanos de la adolescencia. Almanaque de las artes y las letras para 1928 se titula el peque?o volumen, pulcramente editado por la biblioteca Acci¨®n. Val¨ªa una peseta y consta de 219 p¨¢ginas. La cubierta, en color lleva un dise?o modernista de Bagar¨ªa. El iniciador y responsable de la edici¨®n fue Ernesto Gim¨¦nez Caballero, adelantado perpetuo del reino de las letras. En su presentaci¨®n explica, lo que: es el almanaque y hasta d¨®nde se propone resumir en su breve espacio la noticia real de lo que: era culturalmente m¨¢s activo y trascendente en el panorama nacional "en planos heterovalentes y dif¨ªciles de casar y en la nueva vida polidimensional del mundo". G. C., "vidente del pret¨¦rito y son¨¢mbulo del porvenir", como sellama en el texto, trata de sintetizar la rutilante colmena intelectual, del a?o 1927 con breves colaboraciones que son en realidad miniaturas admirables en sus distintos g¨¦neros. Unamuno, Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, Azor¨ªn, Baroja, Ortega y Gasset, Mir¨®, P¨¦rez de Ayala, Garc¨ªa Lorca, Falla, Alberti, Gerardo Diego, Basterra, Machado, D'Ors, G¨®mez de la Serna, Moreno Villa, Guillermo de Torre, Jarn¨¦s, S¨¢nchez Cant¨®n, Am¨¦rico Castro.,.. Ser¨ªa empe?o fatigoso reproducir la soberbia lista completa.
Fotograf¨ªas y grabados dispares aparecen en el almana que, desde un jefe de tribu asi¨¢tica hasta Anatole France con Bordelle, Luis Bello, Manuel Coss¨ªo, Pau Casals, D'Anunzio con Mussolini, Josefina Baker, Greta Garbo y la Paulowa, un monje tibetano y don Luis de G¨®ngora entre otros muchos personajes relevantes, extranjeros y nacionales. Mosaico abigarrado, divergente y sugestivo. Acaso lo m¨¢s apetitoso de la lectura sean las cr¨®nicas de las seis tertulias madrile?as m¨¢s conocidas de aquellos a?os: la Revista de Occidente, la Gaceta Literaria, Pombo, el Henar, el caf¨¦ Regina y el hotel de Atocha. Las descripciones garbosas con perfiles desenfadados de los contertulios habituales y de sus discusiones preferidas forman una galer¨ªa de contempor¨¢neos ilustres; debida a la pluma de Francisco de Ayala.
La m¨²sica, el teatro, la escultura y la pintura de la ¨¦poca son objeto de cr¨ªticas minuciosas y en ocasiones severas. Ingenios europeos tambi¨¦n aparecen colaborando en el almanaque: Paul Val¨¦ry, Andr¨¦ Gide, Jean Cocteau, Suares, Duliamel. Azor¨ªn publica su elogio p¨®stumo de Rilke henchido de emoci¨®n est¨¦tica en ocasi¨®n de su muerte, un a?o antes. La literatura de Portugal, de Catalu?a, de la Am¨¦rica hispana llena tambi¨¦n con nombres representativos -Borges, Neruda, Pessoa, Carner, Sagarra, Manent, Riber- muchas p¨¢ginas del repertorio.
?Qu¨¦ nost¨¢lgica evocaci¨®n me trae esa lectura! Estudiaba yo en esos a?os en la escuela de Ingenieros de Bilbao y me examinaba en septiembre en la universidad de Salamanca de las asignaturas de la licenciatura de Derecho. La masa estudiantil estaba poco o nada politizada en Bilbao, pero, en cambio, bastante agitada y activa en la ciudad del Tormes. Ello era debido al destierro y expatriaci¨®n del rector Unamuno, cuya figura dominaba espiritualmente aquel ¨¢mbito universitario. Yo me interesaba vivamente en la vida cultural espa?ola y le¨ªa este almanaque con verdadera fruici¨®n, en contraste con el obligado sesteo que representaba hojear los peri¨®dicos de esos a?os, sometidos a f¨¦rrea, y casi siempre necia, censura de noticias, de comentarios y de colaboraciones. Volviendo a recorrer hoy las p¨¢ginas del almanaque me impresiona comprobar la validez del juicio selectivo que representa aquella colecci¨®n de personalidades que hab¨ªa de llenar con su sabidur¨ªa), su talento creador el desarrollo de la cultura espa?ola hasta nuestros d¨ªas. Compr¨¦ en una librer¨ªa de Salamanca, al terminar mis ex¨¢menes, varias obras de los autores mencionados en el calendario en cuesti¨®n, para saborear sus puntos de vista y sus ense?anzas. Atravesaba entonces esa. edad de la que dijo don Miguel "que las lecturas se nos hacen carne". El primer anillo tropical de la existencia.
Al recorrer esas 200 p¨¢ginas en el d¨ªa de hoy me invade otra reflexi¨®n no exenta de amargura. Faltaban entonces dos a?os 3, medio para el advenimiento (te la Rep¨²blica, y cuatro a?os m¨¢s para el estallido de la guerra civil. Nada har¨ªa suponer al m¨¢s avisado de los lectores de 11928 que en esa colecci¨®n de textos variados se estuviera gestando in p¨¦ctore una tremenda fractura de nuestra convivencia c¨ªvica. All¨ª escriben De los R¨ªos, Del Vayo, Zugazagoitia y Araquistain, junto a colaboradores de bien distinta y antag¨®nica ideolog¨ªa en el espacio de la convivencia del almanaque literario y art¨ªstico.
Las artes y las letras pod¨ªan coincidir en el almanaque sin que las atroces filias y fobias latentes en el cuerpo social estallaran en las discrepancias abismales que condujeron m¨¢s tarde al enfrentamiento fratricida. No es f¨¢cil predecir la secuencia de la historia de los pueblos, aunque despu¨¦s de ocurrir los graves cataclismos haya. siempre analistas que, a toro pasado, lo explican e interpretan todo, para racionalizarlo y hacerlo asequible a los Ciudadanos del ma?ana. Pero, ?no es ello una suprema y falsa, manipulaci¨®n de la realidad?
En el almanaque para 1928 no se pronostican -como en el viejo zaragozano se anunciaban tormentas y pedriscos- los terremotos que en el panorama pol¨ªtico tan cerca se hallaban. Me llama la atenci¨®n el retrato que en pocas l¨ªneas se hace de un contertulio fiel del Regina, don Manuel Aza?a. `Todos ve¨ªamos en ¨¦l", dice Ayala, "un poco al fraile laico. Por su sonrisa llena de reservas y de: iron¨ªa. Por otras tantas cosas: el color y la estructura f¨ªsica. Hasta la unci¨®n con que sus manos toman un libro o la copa del agua. Y que este a?o publica El jard¨ªn de los frailes. Que es en definitiva su jard¨ªn interior". ?Quien hubiera augurado al leer este recoleto perfil que el fraile laico iba a ser en un breve plazo presidente del primer Gobierno constitucional de la II Rep¨²blica?
Termino esta tard¨ªa recensi¨®n del librito de 1927 con una, po¨¦tica evocaci¨®n de mi paisano Ram¨®n de Basterra, al afincarse definitivamente en nuestra capital, despu¨¦s de su diplom¨¢tica itinerancia. "Madrid, tu azul metropolitano / del globo pez y el avi¨®n ave. / Mi itinerario hasta la muerte / no est¨¢ aqu¨ª, ni all¨¢, sabed que esta ac¨¢. / Yo quiero enhebrar mi suerte / por la puerta de Alcal¨¢".
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