Entre el mensaje ideol¨®gico y la realidad del poder
La relaci¨®n entre el dirigente pol¨ªtico, lectura ideol¨®gica y movimiento ha revestido en la mayor¨ªa de los casos, durante la descolonizaci¨®n de ?frica, una especial naturaleza: partido y doctrina han legitimado a posteriori un prestigio carism¨¢tico logrado por una trayectoria personal. A ello ha contribuido, por una parte, la generalidad de la ideolog¨ªa nacionalista; por otra, el juego de la potencia administradora, que, con sus avances y retrocesos ante la necesidad de la concesi¨®n de la independencia, termina por, sucesivamente, perseguir y luego convertir en interlocutor a un dirigente con el cual es preciso tratar. El proceso es claro en ?frica bajo la dominaci¨®n francesa o la brit¨¢nica.Las descolonizaciones, aun las que se presentan como exitosas, son una trayectoria definida por errores y falta de apreciaci¨®n de la realidad, seguidos de una aceleraci¨®n final.
El papel del dirigente se realza por la falta de definici¨®n clara de las sociedades coloniales en t¨¦rminos de clase. La relaci¨®n esencial durante la colonia es la existente entre colonos y colonizados. De ah¨ª que en las construcciones ideol¨®gicas de los a?os sesenta se pretendiese que tras la independencia se producir¨ªa una homogeneizaci¨®n de la sociedad africana: el pueblo africano se convertir¨ªa en una unidad sin fractura de clases. (Es innecesario decir que la nueva clase pol¨ªtica ha sucedido, de hecho, en el papel de intermediaria con el mundo industrial, como clase compradora, a los colonos.)
Sobre, esta lectura recibe el dirigente carism¨¢tico su legitirnidad hist¨®rica. Algunos de los l¨ªderes elaboraron luego una ideolog¨ªa comunalista -Nyerere, Sek¨² Tur¨¦, Nkrumah...-, pero su protagonismo originario -el de la lucha anticolonial, tensi¨®n y compromiso- sigue marcando la naturaleza de su pa¨ªs.
Cuando la descolonizaci¨®n es la consecuencia de una verdadera lucha de liberaci¨®n, como en Argelia, Angola, Mozambique, Guinea-Bissau, el proceso de determinaci¨®n de liderazgo es diferente. Desempefta en ¨¦l mayor papel. el movimiento pol¨ªtico que pretende integrar a la guerrilla espont¨¢nea, y tambi¨¦n una lectura pol¨ªtica m¨¢s o menos expl¨ªcita. En estos casos, el poder es, en el primer momento, colegiado, produci¨¦ndose luego en las circunstancias del subdesarrollo una creciente personalizaci¨®n. En el caso del Movimiento Popular de Liberaci¨®n de Angola (MPLA), la diferencia cualitativa residi¨® en una voluntad inicial de superaci¨®n de las tensiones raciales entre negros, mulatos y blancos radicales. De ah¨ª que el ¨¦nfasis de la lectura residiese menos en la reivindicaci¨®n nativista que en el modelo social. Angola era m¨¢s multirracial que Mozambique, donde los blancos nunca excedieron la cifra de 300.000 individuos.
Espont¨¢neo
El movimiento independentista de Mozambique es espont¨¢neo inicialmente, y luego se transforma en movilizaci¨®n de ciertas tribus, como los makonde, en la zona de Beira, y de los prazos del Zambeze. Pero el Frente de Liberaci¨®n de Mozambique (Frelimo) trata de superar el tr¨ªbalismo con un mensaje radical comunalista y con la postulaci¨®n de una interpretaci¨®n cultural nativista. En esta conversi¨®n desempe?aron un papel relevante hombres como Samora Machel y Chissano. El Frefimo va poco a poco a tropezar con las limitaciones propias del infradesarrollo: a) din¨¢mica tribal; b) personalizaci¨®n del movimiento en el l¨ªder, y c) aislamiento creciente de ?frica en el plano internacional y disminuci¨®n radical de su peso en los asuntos mundiales. ?frica, que pesaba por su efecto sobre Europa en el per¨ªodo de la descolonizaci¨®n, es cada vez m¨¢s perif¨¦rica a todo planteamiento de los equilibrios mundiales.
En estas circunstancias, las soluciones propias del tipo del MPLA o del Frelimo pierden su valor como modelo africano. En el caso de Mozambique, otro factor acusad¨ªsimo multiplica las contradicciones del modelo: la dependencia insacudible respecto a Sur¨¢frica. Desde la Convenci¨®n de Louren?o Marques (hoy, Maputo) este puerto es una salida natural del Transvaal, y Mozambique, el ¨¢rea de reclutamiento de m¨¢s de 60.000 trabajadores para las minas de oro del Rand, cuyos env¨ªos significan la base de mantenimiento de las tribus.
El mensaje del Frelimo, indispensable a la propia dignidad mozambique?a y a la integraci¨®n nacional, choca con la necesaria relaci¨®n con ?frica del Sur. En todo planteamiento de sanciones contra Pretoria, Mozambique queda afectado en el tr¨¢fico de Maputo, Beira y en la exportaci¨®n de electricidad desde Cabora Bassa. Las acciones del Congreso Nacional Africano (ANC) desde las fronteras son respondidas con acciones punitivas contra las aldeas y con asistencia al movin¨²ento guerrillero que acosa al Frelimo. El acuerdo de Nkomati fue un ajuste correcto por parte y parte. La revuelta de Soweto, el estado de emergencia, la represi¨®n de las locations, le ha desprovisto de toda base indispensable: un grado m¨ªnimo de distensi¨®n en ?frica meridional. En Nkomati, Machel trat¨® de pagar tributo al realismo de la pol¨ªtica de poder sin sacrificar la ideolog¨ªa m¨ªnima. El creciente deterioro de la econom¨ªa mozambique?a le irnpon¨ªa lo primero. Otra soluci¨®n para Mozambique no es perceptible a corto plazo. Pero el desarrollo de la crisis surafricana convierte el logro de un m¨ªnimo acuerdo en algo esencialmente inestable.
La muerte de Samora Machel no cambia la situaci¨®n general m¨¢s que en un solo dato, pero, eso s¨ª, esencial: ?la sucesi¨®n de Machel romper¨¢ la cohesi¨®n del Frelimo, ya puesta muy a prueba por el deterioro creciente de la situaci¨®n econ¨®mica y por la renuncia gradual a sus aspiraciones ideol¨®gicas?
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