Memorias de un antrop¨®fago
Bokassa se enfrenta desde la c¨¢rcel de Bangui a una sentencia de muerte
Su pap¨¢ era De Gaulle; su primo, Giscard d'Estaling; su h¨¦roe, Napole¨®n. Vivi¨® hasta la semana pasada en el castillo de Hardricourt, en las afueras de Par¨ªs, con su ¨²ltima amante y cinco hijos. El mi¨¦rcoles por la noche cerr¨® las 17 ventanas de su mansi¨®n, carg¨® las ocho maletas en su coche y, conduciendo ¨¦l mismo, tom¨® la autopista a Bruselas. No tuvo necesidad de cerrar el paso del agua y las luces de las habitaciones decoradas estilo Imperio. Alguien lo hab¨ªa cortado todo antes por falta de pago.
Bokassa no llev¨® consigo al servicio cuando abandon¨® el castillo. ?l mismo hab¨ªa aprendido a cocinar bist¨¦s con patatas para sus muchachos. Cuando los retratos de la pareja imperial formada por Bokassa I y Catherine quedaron solos con otro retrato, el del emperador franc¨¦s tan admirado, el hombre que cerraba la casa parec¨ªa s¨®lo un jubilado que hu¨ªa del clima fr¨ªo de Par¨ªs. Pero era un hombre que se hab¨ªa codeado con la elite de la pol¨ªtica europea y africana, a quien el general De Gaulle advirti¨® malhumorado que no le gustaba que le llamara pap¨¢.?C¨®mo consigui¨® eludir la custodia a que estaba sometido por las autoridades francesas? ?Fueron las propias autoridades las que prefirieron una desaparici¨®n discreta? ?Soborn¨® a sus guardianes? Nadie ha podido explicarlo.
Christian Sole es el nombre con el que se registra en aduanas y aeropuertos. En Bruselas toma el avi¨®n hacia Roma, y all¨ª se sube al avi¨®n de Air Africa procedente de Par¨ªs que le lleva hasta Bangui, la capital de la Rep¨²blica Centroafricana. La guardia presidencia? del general Andr¨¦ Kolingba lo detiene y lo encierra en una prisi¨®n de triste recuerdo. El nombre de Ngaragba evoca las torturas, los asesinatos e incluso la antropofagia, de las que el nuevo preso deber¨¢ responder ante las autoridades de su pa¨ªs. Por todo ello, y por las desapariciones de personas, detenciones arbitrarias y desviaciones de fondos y de bienes del Estado, este hombre, ya desenmascarado de su falsa identidad, puede enfrentarse con la condena a muerte que fue dictada a su partida.
Su vida parece extra¨ªda de las historietas de Tint¨ªn. S¨®lo hilaridad producir¨ªa si no se hubiera llevado por delante a cientos de personas, en muchos casos personalmente.
Jean Baptiste de Lasalle Bokassa naci¨® en una choza en Bobangui, a unos 100 kil¨®metros de la capital centroafricana, en 1921. Su padre fue condenado a muerte y, ejecutado en la plaza p¨²blica por haber liberado a hombres que se negaban a realizar trabajos forzados. En su educaci¨®n militar alg¨²n soplo de bonapartismo alcanzar¨ªa a su coraz¨®n de joven miserable y ambicioso. A partir de 1965 tuvo ocasi¨®n de demostrarlo: dio un golpe de Estado que derroc¨® a su primo, el presidente David Dacko.
En sus viajes encontraba tiempo para el amor. Eleg¨ªa en el aeropuerto a una de las azafatas. "Siempre con el consentimiento del Gobierno local", contaba el propio Jean Bedel hace dos a?os. Si le gustaba, se entrevistaba con sus padres y se casaba con ella.
En 1977 vio llegada la hora suprema: se hizo coronar emperador, con lujo y pompa. En la calle ya empezaba a conoc¨¦rsele como el ogro de Berango. Berango era el palacio donde Jean Bedel intentaba imitar los fastos de las grandes cortes imperiales. Dos a?os despu¨¦s, en 1979, Amnist¨ªa Internacional daba a conocer la matanza de escolares en la que presumiblemente particip¨® el emperador y que, seg¨²n alguna versi¨®n, termin¨® en banquete antropof¨¢gico. Pocos meses despu¨¦s David Dacko era restituido en el poder, acompa?ado por los paracaidistas franceses. Bokassa se vengar¨ªa de su primo Giscard. Los diamantes que el emperador le regal¨® en abundanc¨ªa actuaron como un buen lastre en los bolsillos del presidente franc¨¦s, que qued¨® marcado por una historia sucia.
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