La segunda juventud de los grandes de la izquierda
Relegados a la oposici¨®n por la ofensiva neoconservadora de es tos ¨²ltimos a?os, los socialdem¨®cratas alemanes y los laboristas brit¨¢nicos se han visto obligados a reflexionar sobre las limitaciones de sus antiguos programas, teniendo presente la fracci¨®n contestataria que se ha desarrollado a su izquierda (los verdes en la Rep¨²blica Federal de Alema nia y la radicalizaci¨®n de sus propios militantes en el laborismo ingl¨¦s). Este reto?o de ambici¨®n y de vitalidad del SPD y del Par tido Laborista ha creado una cierta sorpresa y parece evidente que su eventual victoria electoral har¨¢ de 1987 el a?o del gran cambio en la pol¨ªtica europea.A finales de agosto estuve en Nuremberg, en el congreso del SPI), y, un mes m¨¢s tarde, en Blackpool, en el del Partido Laborista, para ver si realmente es tos viejos partidos han reencontrado una segunda Juventud. Ambos saben que en el plano econ¨®mico la Rep¨²blica Federal de Alemania se encuentra, par ticularmente bien, mientras que el Reino Unido se hunde, d¨ªa a d¨ªa, en la crisis. Las prioridades de Johannes Rau no son, pues, las mismas que las de Neil Kinnock, y, sin embargo, el contenido de sus discursos me ha parecido muy semejante, al extremo de que el de este ¨²ltimo podr¨ªa haber servido para ilustrar el de aqu¨¦l. ?Qu¨¦ es lo que est¨¢ ocurriendo entonces?
Libre mercado
El desarrollo de Alemania Occidental durante estos ¨²ltimos a?os ?emuestra que el juego del libre mercado no es una panacea. Este pa¨ªs no sufre ni inflaci¨®n ni retracci¨®n en la inversi¨®n; su moneda es fuerte, y sus tasas de inter¨¦s, las M'¨¢s bajas del mundo. As¨ª, pues, a pesar de estos ¨ªndices maravillosos, el paro no ha cesado de aumentar, y en la actualidad se sit¨²a, m¨¢s o menos, al mismo nivel que en Francla. "Schluss damit" -acabemos de una vez con esto-, exclam¨® Johannes Rau, abogando por una "democracia econ¨®mica", nece saria para asegurar trabajo y una mejor calidad de vida para todos. Rau se comprometi¨® a presentar inmediatamente ' una ley sobre la reducci¨®n del tiempo de trabajo; a crear un impuesto del 5% sobre las rentas elevadas, para, as¨ª financiar las industrias de saneamiento ecol¨®gico; A garantizar la igualdad de oportunidades para todos los j¨®venes, merced a un sistema de becas para la. ense?anza secundaria, y a regular, por v¨ªa legislativa, el problema del acceso igualitario de las mujeres al mercado laboral.
Sin una semejante intervenci¨®n socialmente orientada del Estado, la sociedad se dividir¨ªa verticalmente entre los que trabajan, y son capaces de defender sus intereses corporativos y los que se hallan reducidos al paro, a la marginaci¨®n y, tarde o temprano, a la sublevaci¨®n.
En Blackpool, Neil Kinnock, con su vehemente oratoria' de hijo de minero, confirm¨® que despu¨¦s de "90 meses de gobierno de de Maggie", tal sociedad dual ya existe bajo el cielo brit¨¢nico. Los ricos, durante el reinado de Margaret Thatcher, se han vuelto m¨¢s ricos, e incluso los simples asalariados han visto aumentar su renta real; pero, al mismo tiempo, el paro se ha triplicado y, en la actualidad, supera los tres millones y medio de parados, lo que constituye un r¨¦cord hist¨®rico en el Reino Unido. Pero esto no es todo: el valor de la libra, esterlina nunca ha estado tan bajo como actualmente; tan degradada la calidad de la vivienda y de los servicios, y tan deca¨ªda la moral del pa¨ªs.
"En lugar del para¨ªso de la libre empresa", dice Kinnock, "los brit¨¢nicos no han tenido otra cosa que el purgatorio'del paro, de la divisi¨®n y de la inseguridad". Y concluy¨® afirmando que "el juego del libre mercado no puede resolver ninguno de estos pro blemas; s¨®lo puede agravarlos". Obligado a hacer frente a una emergencia, Kinnock ha hecho suyas las c¨¦lebres palabras de orden dichas por Franklin D. Roosevelt en 1933, prometiendo "volver a poner al Reino Unido a trabajar", y dando nuevamente confianza al pa¨ªs. Kinnock quiere crear un mill¨®n de puestos de trabajo durante los dos primeros a?os de su gobierno, apoyando las iniciativas locales, que ser¨ªan financiadas por un nuevo banco de inversiones. Se trata de un programa m¨¢s bien cl¨¢sico el suyo, aunque introduzca ciertos conceptos nuevos sobre la propiedad social. Empero, Kinnock coincide con Rau en un punto: tanto uno como otro est¨¢n convencidos de que, el anuncio de nuevos impuestos no atemorizar¨¢ al electorado. Seg¨²n ellos, l¨®s propietarios de peque?as y medianas empresas, los profesionales y comerciantes, estar¨ªan de acuerdo en sacrificar algunas de sus ventajas inmediatas para terminar con la injusticia del paro y de la marginaci¨®n. Rau y Kinnock van, seg¨²n la definici¨®n de este ¨²ltimo, a la conquista de .una mayor¨ªa moral".
Por lo dem¨¢s, la socialdemocracia alemana parece m¨¢s ambiciosa, puesto que ya piensa en cambios a m¨¢s largo plazo; por ejemplo, en la emancipaci¨®n en el trabajo y del trabajo (la revista te¨®rica del SPD ha publicado sobre este tema un debate muy notable entre Peter Glotz, uno de los te¨®ricos del partido, y el fil¨®sofo social franc¨¦s Andr¨¦ Gorz). Inspir¨¢ndose en la vieja afirmaci¨®n de Marx de que "el progreso t¨¦cnico, lejos de constituir una maldici¨®n, permitir¨¢ un d¨ªa a la humanidad liberarse de la esclavitud del trabajo asalariado", los socialdem¨®cratas piensan recuperar los excedentes de la productividad, para reducir el tiempo de trabajo y desarrollar una nueva cultura del ocio. Dentro de semejante perspectiva, el crecimiento econ¨®mico reducir¨ªa, poco a poco, la importancia del trabajo asalariado, permitiendo a cada uno disponer de mayores posibilidades para realizar una vida asociativa que organizar¨ªa los servicios y todo lo que es necesario para la colectividad. Estas nuevas ideas podr¨ªan, seg¨²n el SPD, servir de base al conjunto de la euroizquierda, la que deber¨ªa oponerse a la actual ideolog¨ªa neoconservadora dominante y trazar su propio proyecto de sociedad alternativa.
Curiosamente, en Nuremberg ning¨²n orador se refiri¨® a dicha sociedad alternativa como socialista, bordeando cuidadosamente esa palabra para evitar toda confusi¨®n con el otro Estado alem¨¢n que ya se proclama s¨®cialista. En Blackpool, por el contrario, los laboristas, desde Kinnock hasta el ¨²ltimo de los oradores de la base, hac¨ªan abierta referencia al socialismo, que les parece una necesidad y una urgelicia, porque las cosas van mal y porque tal ideolog¨ªa permitir¨ªa devolver la dignidad a todo el mundo, "cualquiera sea su origen social, el color de su piel o su sexo".
En estos discursos se tocaron muchos temas, algunos ya pret¨¦ritos y que yo hab¨ªa escuchado en los congresos laboristas de los a?os cincuenta, y otros nuevos, que han surgido con el feminismo, los movimientos juveniles y, sobre todo, con la gran corriente antinuclear.
Desarrollo nuclear
He dejado para el final la gran novedad de estos dos congresos, la que m¨¢s ha impactado en la opini¨®n p¨²blica; me refiero a la decisi¨®n de estos dos grandes partidos de la izquierda de dar la espalda al desarrollo nuclear, tanto civil como militar.
En Nuremberg como en Blackpool, esta decisi¨®n ha sido adoptada virtualmente por unanimidad, y, por tanto, parece irreversible. En ambos casos no es la simple resultante del efecto Chernobil, sino que se encuentra enraizada en una larga reflexi¨®n sobre la incompatibilidad de la l¨®gica nuclear -que exige control y secreto- y el libre desarrollo de una sociedad democr¨¢tica.
El riesgo que una cat¨¢strofe nuclear representar¨ªa para paises como la Rep¨²blica Federal de Alemania o el Reino Unido, muy urbanizados y, en cierto sentido, superpoblados, no ha hecho m¨¢s que dar la ¨²ltima puntada a la cultura antinuclear de los laboristas y de los socialdem¨®cratas. Para Johannes Rau, hijo de un pastor protestante, que lleg¨® al socialismo despu¨¦s de haber mi litado en un peque?o partido cristiano, tambi¨¦n se trata de una opci¨®n moral. Para Neil Kinnock, que hizo su aprendizaje pol¨ªtico, en el entorno de Michael Foot, veterano del bevanismo, el recha zo nuclear es de por s¨ª natural.
Su discurso en Blackpool provoc¨® un extraordinario entusiasmo entre los delegados; yo no hab¨ªa visto cosa parecida m¨¢s que durante los congresos de 1952 y 1957, cuando otro hijo de minero gal¨¦s, Nye, Bevan, consiguiera hacerse ovacionar. Pero Bevan, ¨ªdolo de la base, siempre cont¨® con una adhesi¨®n minoritaria en el seno de la direcci¨®n del partido, que le reprochaba su lenguaje demasiado radicalmente anticonservador y su oposici¨®n a sacrificar las conquistas sociales en el altar de la carrera armame?tista nuclear.
Traducci¨®n de Alberto Vieyra.
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