La ambigua nostalgia de los 60 y la sumisa pragm¨¢tica de los 80
S¨ª, creo que es una expresi¨®n afortunada, "ambigua nostalgia". La tenemos muchos. Por supuesto, quienes en aquellos a?os estaban por los veinte de su edad y viv¨ªan en pa¨ªses cuya democracia se les hab¨ªa quedado convencional y estrecha. Vicariamente, los j¨®venes de nuestro pa¨ªs, donde se padec¨ªa un r¨¦gimen anacr¨®nico, tambi¨¦n se sintieron impulsados, para luchar contra ¨¦l, por un anhelo mayor. Y quienes nada j¨®venes ya, como yo mismo, que por aquellos a?os nos fuimos a Am¨¦rica, y dentro de Am¨¦rica a California, y en contacto con el nuevo esp¨ªritu nos rejuvenecimos espiritualmente.Repasando memorativamente m? vida. entera, debo confesar que nunca antes me hab¨ªa sentido tan animosamente juvenil como en aquella d¨¦cada. Pero 20 a?os despu¨¦s, la nostalgia que los j¨®venes de entonces, y algunos viejos de ahora, sentimos de aquellos a?os, ?por qu¨¦ nos parece ambigua? Es la nostalgia de lo que identificamos como utop¨ªa. Pero por utop¨ªa cabe entender tres cosas por lo menos, una buena sin reparo, las otras dos no tanto: el esp¨ªritu y el pensamiento ut¨®picos, la vida en la esperanza, la apertura al futuro, al sentido por venir; en segundo lugar, la instalaci¨®n ilusoria en una esencia ideal, desde la que condenar lo existente; y, en fin, la formulaci¨®n, demasiado concreta y programada, de una forma de vida que en aquella ocasi¨®n fue: comunitaria y hippie en lo interpersonal -la comuna en vez de la pareja y la familia, la abolici¨®n de la pnvacy- y comunitaria sin estatalismo alguno en lo p¨²blico -contracultura, revoluci¨®n cultural, tambi¨¦n la ilusoria de Mao-, en ruptura con todo lo establecido.
S¨ª, merced a la prosperidad econ¨®mica de que durante aquellos a?os se goz¨®, se pudo jugar a vivir, tanto y m¨¢s que en la utop¨ªa, en la quimera. Hoy nos damos cuenta de lo ficticio de mucho de aquel ensue?o: contestaci¨®n global, ruptura total, invenci¨®n ex novo de una in¨¦dita forma cultural de existencia, emigraci¨®n a lo imposible. El art¨ªculo todo de Joaqu¨ªn Leguina (EL PA?S, 17 de octubre) no es sino una glosa, con cierto mal humor, de aquel dicho de humor: "Contra Franco viv¨ªamos mejor".
Vivimos hoy tiempos diferentes: tiempos de la reforma sin ruptura y del conservatismo socialista, tiempos del nuevo auge de la subjetividad y la cotidianeidad, de la fiesta que las interrumpe y divierte, para volver en seguida a ellas, del refugio en lo privado, frente a la desilusi¨®n y la resignaci¨®n.
Pero nada ocurre en vano, y los j¨®venes radicales, ecologistas, rebeldes contra la OTAN y la carrera nuclear, son los herederos, hoy, del esp¨ªritu de los sesenta. ?Lo son tambi¨¦n los resignados, los que vuelven del rev¨¦s al derecho el lema de entonces y dicen "seamos realistas, pidamos s¨®lo lo posible"? Por parad¨®jico que parezca, s¨ª. La ca¨ªda vertical es una consecuencia previsible del "andar por las nubes" (otra vez la ambig¨¹edad).
Y en esa "vuelta a la realidad" estamos, est¨¢n, sobre todo, quienes nos gobiernan. A m¨ª, el acopio de rejuvenecimiento que hice entonces todav¨ªa no se me ha agotado, espero. Otros, mucho m¨¢s j¨®venes, han envejecido mucho. Y es que, como otras veces he escrito, no s¨¦ si el poder corrompe siempre, pero, desde luego, inexorablemente, envejece. (Ellos dicen que responsabiliza.)
No, yo no creo, como ha afirmado Leguina, que el intelectual mantenga que hay necesariamente contradicci¨®n entre la pol¨ªtica y la ¨¦tica. No. Sostiene y apoya la tensi¨®n, que puede ser fecunda, entre la una y la otra; y el intelectual ha elegido, como su causa, seg¨²n se mire, la mejor o la peor parte. Pero una pol¨ªtica cabal tiene que ser, a la vez, ideol¨®gica, es decir, ¨¦tica, y pragm¨¢tica, o sea, operativa, agible, realizable.
Elias D¨ªaz (EL PA?S, 16 de octubre) ha resumido bien, no s¨¦ si los debates de J¨¢vea, o lo que ellos deber¨ªan haber sido: I, no hacer de la necesidad (pragm¨¢tica) virtud (moral); y II, hacer posible: (= realizable) lo necesario (= lo justo). No, no se trata de inventarse un nuevo Franco, el Estado, el Gobierno, el partido, la pol¨ªtica, para atacarlo. Pero tampoco se puede decir que es socialismo "lo que hacen los Gobiernos socialistias". El PSOE ha subido al poder, seg¨²n se quiera decir, para no hacer una pol¨ªtica soc?alista (= socialdem¨®crata), o bien por que se piense que en el mundo occidental de hoy, y por, parte de un Gobierno sat¨¦lite, no es posible hacer esa pol¨ªtica. Como ardid -astucia, no de ellos, sino de la raz¨®n, habr¨ªa que decir, si fu¨¦ramos hegelianos- no est¨¢ mal: llamarse de izquierda, ser de centro y correrse a la derecha, con lo cual todo el espectro pol¨ªtico queda ocupado por un mismo y solo partido. Pero, por favor, no hagamos de ese kair¨®s, de esa ocasi¨®n de la historia, virtud:moral. Y, por otra parte, ?si se quedaran en el l¨ªmite mismo de lo exigido! Pero es que, para colmo, se exceden en el cumplirniento de su deber -pragm¨¢tico- de derechizaci¨®n.
Pero, ya que lo hacen, permitan ustedes a los pocos intelectuales disponibles que van quedando la modesta expresi¨®n de su democr¨¢tica disconformidad, en nombre de una coinciencia moral colectiva (ut¨®pica en el primer sentido de los arriba mencionados). Que ella pueda generar esos "n¨²cleos de resistencia social" a los que en este debate se ha hecho referencia, podr¨¢ parecer desde el poder una incomodidad, pero ni el gobierno tiene por qu¨¦ ser c¨®modo ni la democracia es homogeneidad. La apat¨ªa, el conformismo, la resignaci¨®n son formas de renuncia a la participatoria democracia, a la democracia como moral.
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